La cogida del debutante mexicano Diego Silveti fue lo más llamativo de la novillada del abono sevillano, última de este ciclo, en la que algunos astados de El Serrano ofercierpon posibilidades a la terna. 

EL SERRANO/ Arenas, Arévalo y Silveti

Plaza de toros de Sevilla. Domingo, 20 de junio. Vigesimosexto festejo del abono. Media entrada en tarde preveraniega con calor soportable y rachas de viento. Diego Silveti recibió al entrar a matar al tercero una cornada en la cara interna del tercio superior del muslo izquierdo con dos trayectorias, una de 5 cm. y otra de 12, dislacerando músculo, de pronóstico menos grave.
Seis novillos de El Serrano, bien presentados, desiguales de hechuras, pelaje y comportamiento. 1º soso, 2º noblote, 3º mansurrón, 4º flojo y parado, 5º violento y rajado y 6º repetidor.
José María Arenas, de verde y oro; estocada un punto trasera (ovación). Estocada trasera (silencio). Dos pinchazos, pinchazo hondo tendido y descabello (vuelta al ruedo por su cuenta)
José Arévalo, de caña y azabache; casi entera defectuosa (petición y vuelta). Dos pinchazos y estocada contraria (silencio)
Diego Silveti, de verde esperanza y oro; pinchazo saliendo prendido, metisaca en el cuello y pinchazo (ovación al pasar a la enfermería).

Álvaro Pastor Torres.- Sevilla

Salvo error u omisión el toreo fundamental toda la vida de Dios fue la verónica con la capa y los redondos y naturales con la muleta. En cambio ayer en Sevilla ese toreo básico brilló por su ausencia y fue sustituido por un popurrí de pases con ambos engaños difícilmente clasificables, de dudosa estética y escaso riesgo a veces. Otro tanto podríamos decir de las banderillas, pues dos de ellos (Arenas y Arévalo) las colocaron; el asomarse al balcón ha dejado paso a violines, quiebros, dos en uno y cuarteos exagerados. A pesar de todo ello los muchachos pusieron voluntad, compitieron en quites dentro de sus muchas limitaciones con el capote y entretuvieron al respetable. Y Silveti, el torero dinástico, cayó herido menos grave por no hacer la cruz con muleta y espada. Con todo, la mejor definición de la tarde que se hizo noche fresca la dio Francisco, un jovencísimo aficionado de siete años que sentenció a la muerte del quinto: ¡vaya tarde más rara!

El albaceteño José María Arenas anduvo variado con la capa, aunque sin mucha quietud; los mejores lances los firmó en el recibo al cuatro tras una larga en el tercio. Franela en mano ahogó en demasía a su primero y dio muchos pases de los que solo recuerdo unos naturales ayudados decorosos ya muy al final del trasteo. Poco pudo hacer ante su parado y mironcete segundo. En el que mató por Silveti, brindado a la empresa, tardó en cogerle la distancia al utrero y no digamos la velocidad. Como subió un poco de nivel escuchó generosamente “Suspiros de España”. Mató mal y a pesar de ello, aprovechando la nocturnidad y el desalojo de la plaza, dio la vuelta al ruedo.

José Arévalo es un valenciano bullidor, variado en lo accesorio y ayuno en lo principal, que torea excesivamente rápido y arqueado, forzando posturas poco estéticas. Recibió a los dos con una portagoya algo especial, pues se arrodilla en el último momento. Pareó muy desigualmente. Ambas faenas estuvieron deficitarias de temple y sobradas de barullo. El quinto, que era un tío, se lo echó a los lomos en un quite donde quedó demasiado al descubierto.

El torero dinástico Diego Silveti, que venía vestido con un verde esperanza y oro –el mismo color de traje que regaló otro Silveti a la Virgen de Gracia y Esperanza de San Roque- poco pudo demostrar ante un mansurrón que se paró pronto: breve saludo de capa, quite por gaoneras y unos suaves muletazos para sacar el toro al tercio. Aseado que dirían los revisteros antiguos.

Terminaron ya las novilladas del ciclo continuado de abono –sólo falta la de “triunfadores” de septiembre, que tal y como ha estado el patio habría que suspenderla o darle los seis novillos a Martín Núñez- y me quedan una certeza, una duda y un ruego. Que con la tauromaquia van a acabar los propios taurinos -y no los supuestos ecologistas- es algo que no se le escapa a nadie que medio conozca el mundo del toro, y más teniendo en cuenta cómo está el plantel de novilleros. La duda, que no sé si me va a dejar dormir esta noche: ¿qué ha sido de “Cocherón”, el eterno sobrero del Conde de la Maza que ha estado en el corredor de la muerte 5 veces 5 y otras tantas ha vuelto a la dehesa de Los Arenales. Llegó por primera vez el 9 de abril con 455 kilos, y la semana pasada ya dio en la romana 474. Se lo tendré que preguntar a “Manolón”. Y el ruego: que la empresa contrate a Juan de Álamo, el novillero que con diferencia mejor está funcionando esta temporada, y le ponga delante un encierro con garantías, no estas limpiezas de dehesa saturada que perpetra domingo tras domingo.

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