Carlos Crivell.- José 004Garrido corta una oreja en la madrugada, ya cerca de las doce y media. Era un trofeo que compensaba un festejo de poco contenido, mitad por el juego de los de Fuente Ymbro, mitad por algunas carencias de los novilleros.

Plaza de toros de Sevilla, 3 de julio de 2014. Tres cuartos de plaza. Seis novillos de Fuente Ymbro, desiguales de presentación -primero y cuarto, chicos -, de juego variado. Primero, noble y encastado, quebrantado en un puyazo; descastados y reservones, segundo y tercero; cuarto, manejable, a menos.  Flojo y noble, el quinto. Bueno, sin picar, el sexto. Fini saludó en banderillas en el cuarto.

Borja Jiménez, de lila y oro, cinco pinchazos y estocada (silencio tras aviso). En el tercero, estocada caída (silencio). En el quinto, tres pinchazos y dos descabellos (silencio tras aviso).

José Garrido, de nazareno y oro, estocada desprendida (saludos). En el cuarto, dos pinchazos y dos descabellos (silencio tras aviso). En el sexto, estocada atravesada (una oreja).

Buen ambiente en la plaza de toros de Sevilla para presenciar la reedición de la gran novillada del pasado 1 de junio. Los mismos protagonistas y muchos aficionados ansiosos de volver a presenciar lo que en su momento fue considerado algo histórico. La ovación que saludaron ambos tras el paseíllo fue la expresión de lo que se esperaba. No se pudo repetir el clamor del festejo anterior. La novillada de Fuente Ymbro tuvo de todo, pero no hubo mucho material para el lucimiento.

El comienzo fue esperanzador. Se fue Borja Jiménez a portagayola, lanceó con ganas y la plaza estaba entusiasmada. Quitó por saltilleras Garrido con media de remate enorme. Y replicó Borja por caleserinas. Todo comenzaba como ya ocurrió en la novillada triunfal.

El novillo que abrió plaza se murió en un puyazo terrorífico y se desangró lentamente. Fue una pena porque era noble y encastado. Borja se mostró afanoso, alargó la embestida del animal pero fue imposible el lucimiento. Estuvo mal con la espada.

El segundo de su lote, tercero de lidia, fue deslucido en el más amplio sentido de la palabra. Apagado, pegado al piso, el animal no embistió y tampoco Borja se colocó en el sitio para provocar mejores embestidas.

Recibió al quinto con una larga en el tercio. Se lo brindó a Espartaco, escondido en una grada.  El animal acusó pocas fuerzas. Borja se templó con la derecha aunque el animal, rebrincado, fue a menos y apuntó siempre a rajarse. Un desarme fue fatal para la faena y para el cese del pasodoble.  El animal, rebrincado, y algunos enganchones lo finiquitaron todo.  De nuevo se mostró desacertado con la espada.

Garrido dejó la huella de su torería y de su excelente técnica. Manejó el capote a la verónica con gusto y cadencia. Remató los lances con medias bellísimas, estuvo variado en todo momento y le buscó siempre las vueltas a sus novillos.

Al segundo lo toreó bien en dos tandas con la izquierda antes de que el de Fuente Ymbro echara la cara arriba y se rajara. Garrido estuvo solvente y dominador, muy por encima de las condiciones de su oponente.

El cuarto tampoco se entregó en la muleta. Cuajó dos grandes pares Fini antes de que José Garrido hiciera una faena muy larga, sonó un aviso antes de entrar a matar, con suficiencia y poderío, aunque a su labor le faltó algo de más novillo y continuidad. Entre una cosa y otra, Garrido dibujó algunos muletazos excelentes, pero no lo suficiente para levantar el ánimo del respetable.

El sexto no se picó. De Fernando del Toro, sobresaliente, no se acordaron para un quite al menos. Se llevó por delante a Santi Acevedo en banderillas, aunque sin consecuencias. Garrido lo templó bien con la derecha. Exhibió su depurada técnica torera. Las tandas siguientes lograron que la plaza vibrara. El novillo, entero y noble, respondió. Garrido se gustó en una faena de perfiles bellos, mejor sobre la diestra, aunque realizada con muletazos algo rápidos y mecánicos. Nunca llegó a dominar el novillo. Acabó en tono menor, aunque al público, sin nada que llevarse a los sentidos, le gustó. La oreja les salvó la noche a algunos. Fue un trofeo en la madrugada para justificar la noche.

No hubo repetición de novillada triunfal. No era fácil. En el fondo, una decepción porque la noche, el ambiente y los deseos del personal eran otros. Todo ello con una lentitud desesperante que consiguió que el espectáculo fuera algo cansino en algunos momentos. La lentitud del palco fue decisiva para eternizar el festejo.

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