En la cuarta novillada de noveles de Sevilla, cortaron orejas Amor Rodríguez, de la Escuela de El Juli, y Juan Pablo Llaguno, mexicano afincado en España. El primero mostró oficio sobrado, mientras que Llaguno toreó con buen gusto cuando dejó apartados los nervios.
Plaza de toros de Sevilla. 4ª novillada de promoción. Dos tercios de plaza. Seis novillos de Tornay, correctos de presencia, flojos y de pobre juego, excepto el sexto. Saludó en banderillas Jesús Aguado en el quinto .
Daniel Araújo, de Utrera, nazareno y oro, saludos y vuelta por su cuenta.
Amor Rodríguez, de la Escuela de El Juli, celeste y oro, silencio tras aviso y una oreja.
Juan Pablo Llaguno, de México, salmón y plata, saludos y una oreja.
Carlos Crivell.- Sevilla
Foto: Álvaro Pastor Torres
La cuarta novillada se animó en los toros quinto y sexto. Hasta entonces se habían mezclado la falta de raza y codicia de los flojos erales de Tornay con unos espadas nerviosos y limitados. Se había podido apreciar que el utrerano Daniel Araújo no sabe manejar el capote. El tema no es banal. Es algo común a casi todos los que andan en sus comienzos. Araújo se encontró en primer lugar con un novillo flojo y noble, de esos que piden temple exquisito para afianzarse. El de Utrera lo logró en contadas ocasiones en una labor de poco fuste, muy voluntariosa, pero sin mayor relieve.
Con el cuarto, manso y de escaso recorrido, se podía justificar que el muchacho anduviera menos lucido. Fue una labor tesonera sin especial relevancia. Mató de una atravesada y se animó a darse una vuelta al ruedo sin motivo, por su cuenta y riesgo, aunque jaleada por sus seguidores.
Amor Rodríguez fue el novillero más experto de la noche. Manejó con soltura el capote tanto en las verónicas del saludo como en quites, y fue capaz de templar con gran aplomo a sus dos reses. Alternó fases de toreo poderoso, por abajo, siempre con el compás abierto, con muletazos más templados y de mayor sentimiento. Su momento más intenso llegó en el quinto con muletazos con la izquierda de temple y mando. A pesar de que Amor no tenía muchos partidarios en el tendido, su labor caló en la plaza y cuando mató a la primera paseó una merecida oreja, que por cierto el presidente otorgó con un retraso poco justificado.
El muy joven azteca Juan Pablo Llaguno ofreció sus mejor toreo en el sexto. Había intentado realizar quites variados, se había eternizado en una faena sin fin en el tercero en la que no anduvo listo para acabar pronto y al prolongar su labor solo consiguió embarullar su obra.
Con el sexto se mostró en su mejor dimensión. De nuevo se asentó mucho en una faena que acabó con toreo de alta calidad. Aprovechó la mejor condición de este novillo postrero para torear con reposo y buen gusto sobre ambos pitones. El final fue de alto voltaje. Los ayudados por bajo, un molinete y un desplante fueron un colofón precioso para un trasteo que acabó a lo grande. Aunque pinchó antes de media, la oreja cayó en sus manos sin discusión.
Al final, el jurado de los asesores determinó que El Manriqueño, Amor Rodríguez y Juan Pablo Llaguno pasen a la novillada final del próximo jueves. Es un veredicto acertado, aunque hay que señalar de nuevo que el nivel de estos festejos ha sido muy pobre, tal vez de los peores que se recuerdan.