Pablo Aguado. Foto: Álvaro Pastor Torres

Fue un buen espectáculo con el aliciente fundamental de que hubo solidaridad para aportar un buen beneficio a la Bolsa de Caridad del Gran Poder. En el festival, el toreo caro lo firmó Pablo Aguado. En la clase práctica se desbordaron todas las previsiones. La clarividencia y la sabiduría torera del becerrista Marco Pérez provocó un terremoto en la plaza, donde a la capacidad del joven salmantino se unió la sensibilidad extrema del público, lo que junto al descontrol del palco provocó la concesión de un rabo. Desde el punto de vista emocional, este detalle del rabo no tiene mucha trascendencia. En lo taurino, es un disparate porque no se puede conceder ese trofeo cuando se mata de un espadazo contrario en los bajos y un descabello. Al presidente lo salva el impacto que produjo el chaval salmantino, que emocionó a la plaza y la llevó al delirio incontrolado. Se puede entender esta situación ante la solvencia y la apariencia de fragilidad de Marco Pérez, en quien el que más o el que menos estaba viendo a su hijo, su nieto o su hermano pequeño. En un análisis frío, admitiendo y dejando por sentada la buena labor del joven, lo del rabo es un extravagancia sin sentido, igual que la Puerta del Príncipe.

La faena de Pablo Aguado al toro de Talavante fue una delicia. Ya en los lances de capa, el toro se abrió con temple. Pablo lo lució en verónicas en dos fases de suavidad extrema. La faena fue un prodigio de buen gusto. Se lo brindó a Antonio Espartaco. Tras un comienzo torero y elegante, se la echó a la izquierda para torear a compás con la cintura, para seguir con la derecha con elegancia. Otra vez se la puso con la zurda para cuajar una tanda sensacional con mucho temple, el cuerpo relajado, el mando a tope. Acabó, fue una faena corta y medida, con naturales de frente, Un pinchazo precedió a la estocada definitiva. Era un festival y cortó las dos orejas.

Diego Urdiales estuvo sereno y torero con un toro flojo de Espartaco. Manzanares toreó a gusto por ambos pitones a un noble astado de Daniel Ruiz. A Daniel Luque le dio solo para dos tandas el desfondado toro de Victoriano del Río. Juan Ortega se estrelló con un manso de Garcigrande.

El novillero Diego Bastos dejó una buena imagen ante un novillo con poco fuelle de Núñez de Tarifa. Le dio buenos pases cuando metió la cara y se mostró firme en cercanías.

Cuando murió el novillo, todos los actuantes en el festival se despidieron del palco, aunque en lugar de marcharse de la plaza volvieron al callejón. Por los altavoces se anunció que el alumno de la Escuela de Salamanca lidiaría en clase práctica un añojo.

Marco Pérez tiene quince años, su figura es menuda, su actitud es la un torero hecho y derecho. Se fue a portagayola y lanceó con arrestos al de Jandilla. La plaza estaba conmocionada al ver a un niño delante del añojo. La banda se unió a la fiesta con sus sones tras el saludo capotero de Marco.

El de Jandilla fue muy bueno por bravo y noble. Marco Pérez cuajó una labor sensacional con muletazos llenos de buen gusto, perfecta colocación mucho temple, inteligencia preclara para solventar todos los problemas, ligazón absoluta, buen gusto y una imagen de dominio y seguridad completa. El chaval estaba muy bien al tiempo que la plaza enloquecía con gritos de torero, torero. A partir de ahí, una estocada contraria muy baja y un descabello. La plaza pedía trofeos, pero el palco sacó tres pañuelos blancos, es decir, el rabo. El último de matador de toros fue para Ruiz Miguel. El último, lo consiguió el rejoneador Hermoso de Mendoza en 1999. Se puede entender la conmoción y reacción de una plaza rendida ante un niño prodigio, pero lo del palco ya es otra cosa. En lugar de poner orden, tal vez atemorizado por la tremenda explosión popular, cumplió con su sueño de conceder un rabo.

Todo lo comentado no puede tratar de minusvalorar el prodigio de Marco Pérez, un verdadero fenómeno que tiene una inteligencia privilegiada. Pero para cortar un rabo hay que matar bien los toros.

Plaza de toros de Sevilla, 12 de octubre de 2022. Festival taurino y Clase práctica a beneficio de la Hermandad del Gran Poder. No hay billetes. Por orden de salida, reses de Espartaco, Daniel Ruiz, Victoriano del Río, Garcigrande, Talavante, Núñez de Tarifa y un añojo de Jandilla.

Diego Urdiales: saludos.

José María Manzanares: una oreja.

Daniel Luque: saludos.

Juan Ortega: Saludos.

Pablo Aguado: dos orejas.

Diego Bastos: una oreja.

Clase práctica: Marco Pérez: dos orejas y rabo.

La plaza estaba adornada con mantones de Manila, flores y banderolas con la enseña nacional. Saludó en banderillas Alberto Zayas. A caballo, Juan de Dios Quinta. Se interpretó el Himno Nacional tas el paseíllo. El becerrista Marco Pérez salió por la Puerta del Príncipe.     

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