Roca Rey_Sevilla

Roca Rey con la derecha (Foto: Álvaro Pastor Torres)

Carlos Crivell.– Novillada en el día del Corpus en Sevilla. Un festejo lleno de emociones de principio a fin, aunque con un excesivo número de trofeos, aunque es cierto que los chavales se entregaron en pos del triunfo. El que tiene más mimbres es Roca Rey, valiente y templado, que cortó una oreja a cada novillo. Clásico el llamado Filiberto y con una estampa poco conocida por el arrebato y la épica Pablo Aguado.

Plaza de la Real Maestranza, 4 de junio de 2015. Novillada del Corpus. Menos de media plaza. Seis novillos de Villamarta, muy desiguales de presencia – una escalera – con alguno chico, el 4ª, y otros muy fuertes, el 6º. Escaso juego con problemas derivados de la falta de fuerzas y mansedumbre. Mejores 4º y 5º. Saludaron en banderillas Manuel Odero y Roberto Ortega.

Filiberto, de salmón y oro, estocada (saludos). En el cuarto, estocada trasera (una oreja).
Roca Rey, de canela y oro, estocada corta (una oreja). En el quinto, pinchazo y estocada (una oreja).
Pablo Aguado, de rioja y oro, pinchazo y estocada tendida (saludos). En el sexto, estocada contraria (una oreja).

La novillada era prometedora y se cumplieron las expectativas. Solo falló el juego de los novillos de Villamarta, una escalera y de mal juego en general. Si la novillada hubiera tenido algo de calidad la tarde podía haber sido sonada. Los tres novilleros salieron a por todas conscientes de que estaban en Sevilla. Y se justificaron de sobras. Se encontraron un público generoso, a una música desconocida por su extrema facilidad para animar la tarde y un palco benevolente, pero estos detalles no deben quitarles méritos a tres jóvenes que se entregaron en busca del triunfo.

Filiberto, novillero murciano, sabe torear, realiza un toreo clásico con los añadidos del toreo de nuestros días y dejó una grata impresión en su debut sevillano. El que abrió plaza sufrió un duro castigo en un mal puyazo y llegó sin vida al final. El de Calasparra intentó templar la embestida en una labor que no remontó. Lo mejor, la estocada.
El cuarto fue tan chico como noble. Ahora demostró que su estilo es el de un torero clásico, ya en las tandas de la derecha del comienzo, como en algunos naturales de muy buen corte ya al final del su faena. Remató con los consabidos circulares y el toreo de cercanías tan frecuente en la tauromaquia moderna. Cortó una oreja muy generosa.

La presentación del peruano Roca Rey en Sevilla fue triunfal. Desde que se abrió de capa en el quite al primero de la tarde dejó su impronta de torero templado y valiente. En todo momento intervino en quites con mayor o menor fortuna, pero en sus dos faena imperó la templanza y la quietud. La faena al segundo, novillo parado, fue de entrega absoluta. Si además la música suena con generosidad, todo se puso a su favor para cortar la primera oreja de la tarde.

El triunfo serio y contundente llegó en el quinto, novillo más encastado y que necesitaba mucho valor y una muleta muy poderosa para que no llegaran los enganchones. Roca Rey hizo sonar a la banda en el saludo de la faena con muletazos valiente de rodillas. Las tandas con la diestra fueron muy vistosas por la firmeza del torero, siempre con el temple por bandera. Llegó un desarme ya la reacción engallada del peruano para rematar con la izquierda y con unas luquesinas muy valientes. Al matar sufrió un pitonazo en la zona inguinal. Estaba herido pero aguantó hasta que murió el de Villamarta. Cortó la oreja de más fundamento de la tarde.

Pablo Aguado no puso lucirse en el primero de su lote. Había toreado con gusto a la verónica al recibirlo. Le costó templar a un novillo de poca clase. A pesar de ello, por allí quedaron algunos muletazos sueltos de trazo muy hermoso.

Cuando salió el sexto, sus compañeros ya habían tocado pelo. Aguado salió a por todas. En el centro del ruedo le dio dos faroles de rodillas y al levantarse el novillo lo arrolló de forma impresionante. Menuda paliza. Se levantó y de nuevo toreo por faroles de rodillas, lances a la verónica y chicuelinas. Un alboroto con música de fondo. Todo fue de arrebato. El galleo por los lances de Chicuelo llegaron al tendido. La emoción subió de tono con la cogida, sin consecuencias, del banderillero Paco Cervantes. El novillo fue una prenda bruta y desagradecida. Pablo, quizás atolondrado, llegó a tropellar la razón y a todo lo que se puso por delante. Allí quedó un recital de casta torera en una versión que no es la uno espera de este torero, pero ya se sabe que si el toro no embiste el que debe hacerlo es el torero, más si es un novillero. Lo dejó todo en una faena vibrante, nunca perfecta por las circunstancias, pero de tremenda emoción y nueva cogida sin consecuencias. La paliza fue de campeonato. Se tiró a matar de verdad y se llevó una oreja ganada con sangre, sudor y lágrimas. Buen colofón para una novillada muy interesante con tres chavales por encima de una novillada que no regaló nada.

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