Carlos Crivell.- En la segunda de promoción el triunfo fue para el onubense Emilio Silvera que aprovechó el mejor lote para cortar una oreja y dejar una grata impresión. Con los erales menos gratos, detalles de Carlos Llandrés y oficio en el murciano Fran Ferrer.
Plaza de toros de la Real Maestranza, 16 de julio de 2015. 2º festejo de promoción. Dos tercios de plaza. Seis erales de Villamarta, correctos de presentación y de buen juego. Los mejores, primero, cuarto y sexto.
Emilio Silvera, de la Escuela Taurina de Sevilla, de verde y oro, estocada trasera (vuelta al ruedo). En el cuarto, estocada que asoma y estocada baja y trasera (una oreja).
Carlos Llandrés, de Sevilla, de turquesa y oro, pinchazo, estocada y cinco descabellos (silencio tras aviso). En el quinto, estocada delantera (vuelta al ruedo).
Fran Ferrer, de la Escuela Taurina de Murcia, de tabaco y oro, estocada delantera (silencio). En el sexto, dos pinchazos y estocada (palmas).
Subió el ambiente en el coso sevillano para la segunda de promoción. Mucha gente joven en tendido. Sería bueno que esta juventud se haga aficionada a los toros, aunque muchas veces parece que el objetivo principal des tas nocturnas es comer en el tendido. El otro objetivo es animar a su torero preferido. El que lleva más seguidores tiene mucho ganado.
Los erales de Villamarta fueron buenos para este segundo examen. Con variedad de comportamientos, los erales lucieron las hechuras y capas propias del encaste. Tres novillos buenos, primero, cuarto y sexto, lograron que la nota fuera notable. Los otros fueron más exigentes por la falta de fuerzas.
El triunfo final fue para el onubense Emilio Silvera, alumno de la Escuela de Sevilla, que dejó la muestra de un buen concepto torero frente al mejor lote de la noche. Toreó bien a la verónica al primero. Cargó la suerte y ganó terreno en cada lance con una clase llamativa. El novillo tenía mucha calidad y las fuerzas justas. Silvera, que brindó a su padre, toreó por ambos pitones con limpieza aunque algo despegado. La flojedad del de Villamarta le impidió la continuidad a su faena, que concluyó con unos hermosos ayudados a media altura.
El triunfo llegó en el cuarto. Ahora se embraguetó más y conjuntó buenas tandas de toreo con mayor expresión para lograr la conexión con el tendido. El toreo con la derecha fue más rotundo, tiró de populismo con un desplante con el feo detalle de tirar la muleta, para seguir con buenos muletazos y manoletinas como postre. El público no tuvo en cuenta un espadazo muy feo que hizo guardia y le premió con una oreja con la que vio premiada su buena actuación global.
El sevillano Carlos Llandrés tropezó con el lote menos grato. Su estilo es muy clásico, quiere torear con arreglo a los cánones más ortodoxos y ello no fue fácil con reses rebrincadas y que salían de los muletazos soltando la cara. El sevillano, que a veces tiene un codilleo muy expresivo, fue desarmado varias veces. El quinto le permitió realizar un quite por chicuelinas de calidad. La faena fue de toreo suave y templado, siempre por abajo, con más pases por la derecha que por la izquierda. El novillo acabó muy reservón y rajado. Llandrés tiene una base torera muy buena, se le nota todavía poco rodado, pero no hay que perderlo de vista.
El murciano Fran Ferrer tiene oficio y buenas maneras. El tercero fue muy complicado. El chaval sorteó mil cabezazos en una labor muy voluntariosa. El sexto fue bueno y ahora apareció un torero experto y reposado. Lo recibió con dos largas cambiadas y logró una faena con tandas templadas algo rapidillas. El eco mayor lo alcanzó en los circulares donde puso de manifiesto un toque muy sutil y técnico. Se llevó una voltereta final y acabó con adornos antes de fallar con la espada.