El sevillano Martín Núñez fue el mejor librado en la novillada sevillana por su actitud con dosis de arte , valor y entrega. El fallo con el descabello le privó de cortar orejas. Labastida y Jiménez Fortes no aprovecharon a los del Conde, buenos salvo el sexto.

Conde de la Maza / Martín Núñez, .Fernando Labastida y Jiménez Fortes

Seis novillos del conde de la Maza, bien presentados y de buen juego en general, salvo el muy complicado sexto. Blando y noble el primero; manejables, segundo y tercero; distraído y noble, el cuarto; soso, el quinto.

Martín Núñez: estocada y dos descabellos (vuelta) y media tendida y seis descabellos (vuelta tras aviso).
Fernando Labastida: dos pinchazos (silencio) y pinchazo y estocada caída (silencio).
Jiménez Fortes: seis pinchazos, tendida, media y descabello (palmas tras dos avisos) y pinchazo y estocada (silencio).

Plaza de la Real Maestranza, 13 de septiembre de 2009. Un cuarto de plaza. Excelente el picador Francisco José Quinta en el cuarto. Bien, Santi Acevedo en la lidia.

Carlos Crivell.- Sevilla

El mismo día del año 1992, 13 de septiembre, con la misma ganadería, fallecía Ramón Soto Vargas en la enfermería de la plaza de la Maestranza. A los 17 años no hubo ningún recuerdo oficial. Parece mentida que se vayan perdiendo las eternas costumbres que siempre adornaron al toreo.

La novillada del Conde de la Maza fue diferente a la de años anteriores. Los novillos, de presentación sobrada, exhibieron bondad en general, salvo el sexto, y sólo faltó que la terna anunciada hubiera tenido algo de oficio para extraer el jugo de sus embestidas. Es un milagro que Martín Núñez, que se vestía de torero un año después de debutar en la plaza sevillana, fuera capaz de resolver con acierto la papeleta. También es un milagro que los debutantes Labastida y Jiménez Fortes salieran por su pie del coso maestrante.

Martín Núñez dejó la huella de su buen concepto del toreo en los dos novillos, aunque también le echó arrestos a la tarde para buscarle las vueltas a sus oponentes para justificarse. El primero, muy justo de fuerzas, le permitió expresarse en su buen aire de torero de arte, ya con el capote, ya con la muleta. Algunos de pecho fueron auténticos monumentos toreros. Fue una pena que se precipitara con el verduguillo.

Con el cuarto, Martín Núñez fue un torero con fe, porque así se puede considerar su labor tenaz, porfiona y entregada ante un animal con nobleza pero que llevaba la cara alta y al que había de llevarlo tapado para que no saliera suelto. Así las cosas, en una faena elaborada con ganas, dibujó algunos naturales hondos de bello trazo. Fue un artista trocado en valiente. No mató bien, sobre todo por el fallo con el descabello. Por ese motivo, la vuelta al ruedo estuvo de más. Con seis descabellos no debe darse una vuelta al ruedo en Sevilla. Otra cosa es que estuvo muy bien después de un año esperando para ponerse el traje torero.

El mexicano Fernando Labastida casi pasó desapercibido. No acertó a llevar la embestida del segundo, novillo rajadito pero posible, y se perdió en muchos pases irrelevantes, salvo una tanda con la derecha más arrebatada, la única que dejó ver un chaval con algunas ganas. La historia se repitió con el quinto, animal más soso, que no le permitió expresar las supuestas condiciones que debe tener para haberse presentado en la Maestranza.

El malagueño Jiménez Fortes estuvo muy valiente con el tercero, pero también equivocó la lidia del animal, que podía haber sido de mejores logros. El chaval se preocupó sólo de ponerse muy cerca, naturalmente ahogando al novillo. Ese encimismo y la obsesión por los circulares nos mostraron un torero valiente, animoso, pero que debe siempre intentar torear, algo que en Málaga supimos que sabe hacer bien. Un quite a ese tercero a la verónica fue el ejemplo de ello. Sufrió achuchones variados y con la espada no tiene ni idea de cómo debe hacerse la suerte. El sexto fue muy malo. Ese novillo fue el más complicado del encierro del Conde. Bastante hizo con andar voluntarioso.