Carlos Crivell.- Delgado cortó una oreja meritoria a uno de los dos toros manejables de la imponente corrida en escalera de Las Ramblas. Entre mansos y toros pasados de edad, el quinto tuvo diez arrancadas buenas y el muy viejo sexto sacó casta. Delgado demostró sitio y buen concepto. Nazaré no tuvo opciones y Esaú no acertó a cuajar al vibrante sexto, aunque su labor gustó y el fallo con la espada le quitó un posible trofeo. Fin de temporada con la esperanza de dos toros y Miguel Ángel Delgado aprovechando su oportunidad..
Plaza de toros de la Real Maestranza, 12 de octubre de 2015. Un tercio de plaza. Corrida a beneficio de la Cruz Roja. Seis toros de Las Ramblas, bien presentados aunque muy disparejos. Primero, quinto y sexto, cinqueños. De juego pobre por mansos y descastados, excepto quinto y sexto. Peligroso, el 2ª; el 5ª noble aunque rajado al final; emotivo por encastado, el 6º, de casi seis años. Saludaron en banderillas Rafael Ruiz y Fernando Sánchez en el 2º. Buenos pares de Curro Robles. Lidia excelente de Joselito Ballesteros y Miguel Ángel Sánchez
Antonio Nazaré, de blanco y oro. Estocada tendida (silencio). En el cuarto, dos pinchazos y estocada desprendida (silencio).
Miguel Ángel Delgado, de lila y oro. Estocada caída (saludos). En el quinto, estocada (una oreja).
Esaú Fernández, de azul marino y oro. Estocada caída y atravesada y dos descabellos (silencio). En el sexto, pinchazo, media estocada y descabellos (saludos).
La temporada acabó en Sevilla con un cartel de oportunidades con tres toreros sevillanos y una corrida de Las Ramblas. Seis toros grandes y aparatosos, tres de ellos cinqueños largos, uno de ellos – el sexto- a falta de dos meses para los seis. Es decir, un lote muy desigual donde abundó la mansedumbre y la falta de casta, aunque hubo dos toros que tuvieron mejor nota, el quinto y el sexto, ambos ya con cinco años y que por su aspecto podían presagiar su mejor condición. Los toros primero y tercero eran muy bastos de hechuras. No había mucho de Salvador Domecq, de donde proceden los de Las Ramblas, en todo caso tenían ramalazos del Marqués de Domecq, como lo atestiguaban sus anchas sienes y cornamentas desarrolladas. Embistieron el quinto, que acabó de manso, y el sexto, un toro muy emocionante y encastado, que por su comportamiento salvó el encierro del ganadero albaceteño. Dentro de su aparatosidad y peso exagerado, estos dos toros tenían más largura de cuello. No falló este detalle. La lidia de estos dos toros quinto y sexto le dio contenido a un festejo que fue deslizándose por la atonía y el aburrimiento justo hasta los dos que remataron un año de escaso contenido en plaza de toros de Sevilla.
Miguel Ángel Delgado, que se había tropezado con un animal imposible en primero lugar y con el que no pudo más que sortear gañafones de pésimo estilo, dejó crudo al quinto, toro que derribó en las dos varas al permitir el picador que el animal atacara a la cabalgadura por los pechos. Parecía poco picado, pero fue buen material para un torero muy decidido, templado y solvente. En banderillas, Fernando Sánchez colocó dos pares de categoría, el segundo sensacional, animando al de Las Ramblas al grito de ‘vamos toro, que estamos en Sevilla’.
Delgado se lo brindó a El Cid y lo citó desde los medios con la izquierda. Con el temple por bandera, los muletazos surgieron limpios y completos. La ligazón brilló al encadenar los de pecho forzados de manera preciosa. Por la derecha se afianzó su labor tras sacarse el toro en uno por la espada muy original. El toro perdió ritmo y ganó en mansedumbre y así llegó una voltereta que puso el punto final a la faena. El toro se arrinconó en las tablas y Delgado estuvo siempre seguro. Lo mató y la oreja cayó bajo por su peso.
El otro toro fue el sexto, de cinco años y diez meses, que dentro de su anatomía aparatosa y sus astas cornivueltas, tenía cuello para humillar. Además, el toro tenía motor y emoción. Se entregó en la primera vara y se escapó en la segunda, pero exhibió prontitud, fijeza asó como humillación. También tuvo algo de pegajosidad, pero era un detalle menor al lado de sus virtudes. Esaú Fernández le dio cinco tandas, dos con la derecha, dos con la izquierda y otra más con la diestra. Hubo vibración y disposición, la emoción se apoderó de la plaza como siempre ocurre cuando un toro embiste por abajo y repite con celo. El ambiente le fue propicio al de Camas, que pudo cortar la oreja pero de nuevo se le mostró esquiva la espada. El toro fue muy vistoso y se fue con las orejas al desolladero.
La actuación de Nazaré tuvo como nota alta un buen quite por chicuelinas al sexto. Antes, el que abrió plaza no le permitió más que dar muletazos sin color a un toro muy descastado, basto de hechuras y carente del menor atisbo de calidad. El enorme cuarto, con dos velas pavorosas, lo desarmó a las primeras de cambio. Desparramó la vista y se paró. Nazaré apareció desanimado y no era para menos.
El otro toro de feas hechuras fue el tercero, manso, que no se desplazó en ninguna de sus arrancadas. Esaú se lo brindó a los toreros de Camas presentes en la plaza. Allí salieron Antonio Chacón, Antonio Cobos, El Almendro, Javier Andana y el picador Lolo Espinosa. Buen detalle. El toro fue una prenda. Cuando acabó con su vida, unos chavales sacaron una pancarta donde se leía: ‘Jóvenes ecologistas taurinos’. Fueron muy aplaudidos. En los corrales le quedaba el sexto, que tenía mucho que torear. Fue el toro que firmó el fin del año en Sevilla. Es una esperanza que el último toro haya tenido tantas virtudes.