Antonio_Medina_Sevilla7Carlos Crivell.- Las novilladas de verano en busca de nuevos valores son un encuentro distendido y alegre, donde las exigencias se aminoran para que el ambiente sea agradable, donde se permite que los asistentes acudan a pasar una noche en los tendidos de manera relajada, en las que la música puede atacar los pasodobles en cada novillo sin que sea preciso que el torero esté bordando el toreo; las licencias cambian, el juicio debe ser menos estricto. Se trata de encontrar las virtudes de los noveles; son novilladas para la sorpresa de encontrar un chaval que tiene cosas buenas.

Todo ello, naturalmente, sin dejar a un lado el análisis de otros detalles que pueden ser definitivos para el futuro de quienes optan, de momento, por ser toreros. En la primera novillada de este año, hubo dos fallos de consideración. De entrada, a la empresa hay que recordarle que debe ser muy rigurosa en la elección de los novilleros que se anuncian. Posiblemente bastaría con que algunos representantes de la empresa asistieran a un tentadero con los candidatos para hacer una selección que evite que lleguen chavales carentes de los mimbres precisos para esta profesión.

De otro lado, es fundamental ponerlos delante de erales con posibilidades, que con más o menos casta, al menos se muevan con cierta clase en sus arrancadas. Vale este comentario para dejar claro que en la novillada primera del ciclo se soltó en la Maestranza un lote se seis reses con la divisa de Aguadulce de infumable comportamiento, sobre todo por su nula calidad y su genio malo, lo que convirtió la noche en un correcalles de cogidas y achuchones, sustos por doquier, que no es lo que se pretende en estos festejos de promoción.

La de Aguadulce, bien presentada, algunos como el sexto en exceso, desarrolló todas las cualidades negativas del toro de lidia. Sin fijeza, recitándolos viajes, arrollando más que embistiendo, tirando gañafones a diestro y siniestro, buscando siempre el bulto, la novillada Aguadulce se cargó por completo la novillada sevillana.
A los que vienen, principiantes, se les supone en tiempo de aprendizaje. Dicho queda que hay que seleccionar con esmero para que alcancen el mínimo necesario para este compromiso.

Antonio Medina, sevillano afincado en Zafra, adscrito a la Escuela de Badajoz, fue quien demostró mejores cualidades para torear en la Maestranza. Tiene un repertorio variado con el capote, no anda mal con la izquierda, por donde templó de forma llamativa al tercero, y es un valiente alocado, porque no se puede interpretar de otra forma sus arrebatos sin medida en los que fue revolcado es diversas ocasiones. Sin embargo, a uno que empieza hay que exigirle que no se deje nada en el hotel, que fue lo que puso en práctica Medina con una entrega absoluta.

Es un novillero moderno. Es decir, que abusa de tafalleras, gaoneras, saltilleras, faroles y del toreo de rodillas. Con el toreo de rodillas se pasa. Con lo difícil que es torear bien de pie, es absurdo pretender hacerlo con clase con las rodillas sobre el albero. Como demostración de pundonor, se admite. Pero no debe olvidarse que a un torero se le mide por lo que hace con los pies sobre la tierra. Al margen de ello, Medina, como buen alumno de la Escuela de Badajoz, dejó una grata impresión. El sexto fue un marrajo que lo cogió varias veces. Con la cara llena de moratones, Medina volvió a ponerse en el sitio. Este valor fue premiado con una oreja. El público, a esas alturas de la noche, estaba deseando conceder un trofeo.

El Jareño pechó con un regalo imposible en primer lugar. Su limitado oficio y su arrojo medido le impidieron cualquier lucimiento. Fue cogido por la prenda que sorteó, casi imposible. Con el cuarto toreó de manera estimable con el capote. En la muleta logró algún muletazo completo ante un eral que se quedó en la mitad del pase. En su contra, que ni entró en el quite del sexto, algo que le correspondía y le dejó en evidencia.

Fernando del Rocío, antes Fernando Sánchez Bermejo, tampoco pasó la raya que se les debe exigir a los que comienzan. Dentro de lo mala que fue la novillada, el segundo medio se dejó torear por la derecha. No se templó nunca el chaval. Se fue a portagayola en el quinto. Ahora quiso buscar el triunfo, pero fue cogido varias veces por un animal bruto y sin clase.

En definitiva, un lote pésimo, dos chavales cogidos con alfileres y uno más preparado que se llevó una oreja de consolación. Esperemos que lo que venga sea mejor.

Plaza de toros de Sevilla, 7 de julio de 2016. Más de media plaza. 1ª novillada de promoción. Seis erales de Aguadulce, bien presentados y de muy mal juego por exceso de genio y carencia de clase. Minuto de silencio en memoria de El Vito.
El Jareño, de grana y oro, estocada caída y cuatro descabellos (silencio tras aviso). En el cuarto, pinchazo y media (silencio).
Fernando del Rocío, de rosa y oro, dos pinchazos y estocada (silencio tras aviso). En el quinto, tres pinchazos y un descabello (silencio tras aviso).
Antonio Medina, de azul y oro, dos pinchazos, estocada trasera y tres descabellos (saludos tras dos avisos). En el sexto, estocada corta (una oreja).

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