Rafael Cerro fue el ganador del ciclo de novilladas de promoción de la Maestranza, además de resultar el triunfador de la final celebrada con una buena asistencia de público. 

Plaza de toros de Sevilla, 29 de julio. Seis erales de Carlos Núñez, correctos de presentación y de juego variado. En general desarrollaron problemas. Se dejaron más el cuarto y el sexto. Final de las novilladas de promoción. Más de media plaza. Rafael Cerro salió a hombros.

Fernando Adrián, de caña y oro, saludos y una oreja tras aviso.
Borja Álvarez, de canela y oro, silencio tras aviso y silencio tras aviso.
Rafael Cerro, de caldera y seda blanca, saludos tras aviso y dos orejas.

Carlos Crivell.- Sevilla

El novillero Rafael Cerro, extremeño, ganó el ciclo de novilladas de julio de la Real Maestranza. Lo hizo con justicia y con el soporte de un toreo que se fundamenta en el dominio por abajo, ligando los pases de manera perfecta y con la frescura suficiente para rematar con gusto las tandas, bien en excelsos pases de pecho, bien en adornos preciosistas.

Cerro sorteó un manso integral en primer lugar. Como ya ocurriera en la novillada anterior, volvió a torear con el capote a la verónica con buen juego de brazos. Es una lástima que en los quites se empeñara en instrumentar lances trapaceros como las tafalleras. Debe ser lo que enseñan en las escuelas. Al manso tercero, que brindó a Ortega Cano, lo persiguió y logró robarle pases de buena factura, siempre por abajo. Fue la demostración de la enterga con la que afrontó esta novillada.

El sexto se dejó más y Cerro puso de manifiesto las cualidades de su tauromaquia. De nuevo brilló con el capote, especialmente con media eterna y acompasada. El cenit fue una tanda al final con la izquierda de cuatro pases perfectos de temple, ligazón y profundidad. La plaza crujió y despertó ante la plenitud del toreo eterno. Antes, su faena se llenó de muletazos buenos con ese concepto de toreo ligado por los bajos. Con la tanda final al natural se llevó la noche y ganó el premio. La espada cayó baja, la masa seguidora de Cerro apretó al palco y las dos orejas fueron un exceso, lo que no puede empañar ni un ápice la calidad de este aprendiz de torero que apunta muy alto.

El segundo en cuestión fue el madrileño Fernando Adrián, tal vez el de más recorrido de la terna, muy seguro en el manejo de los engaños y dotado de buenos fundamentos. El primero de la noche fue manso, brusco y rajado. Adrián mostró oficio y solvencia en una faena larga cerca de las tablas.

Mejoró con el cuarto, novillo que fue a mejor porque Adrián acertó a templarlo, sobre todo al final en tandas con la izquierda con mando. Puso banderillas en sus dos novillos con ganas y discretos resultados, y su noche tuvo la culminación de algunos naturales de trazo elegante. Mató pronto y paseó una oreja.

El alicantino Borja Álvarez se llevó dos novillos muy deslucidos. El segundo le tropezó muchas veces la muleta en la labor de difícil acoplamiento por la brusquedad del novillo de Núñez. El quinto fue un animal descompuesto que tampoco ayudó a Borja, al que sólo le quedó poner voluntad sin acierto. Tampoco la espada fue certera en sus manos.

El jurado designó a Rafael Cerro como triunfador; segundo, Fernando Adrián, y tercero, Borja Álvarez.

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