Salvador Cortés le cortó las dos orejas al sexto, un toro bien lidiado de principio a fin. Fue lo mejor de una corrida marcada por reses descastadas de Martín Lorca. Padilla y Uceda dejaron detalles, como una estocada del madrileño y las banderillas del gaditano.

Martín Lorca / Juan José Padilla, Uceda Leal y Salvador Cortés

Plaza de toros de Sevilla, 3 de junio. Corrida del Corpus. Más de media plaza. Seis toros de Martín Lorca, el tercero lidiado como sobrero, bien presentados, flojos y descastados, que dieron mal juego excepto el sexto, noble y repetidor. Destacaron a caballo Diego Ochoa y Agustín Romero. Saludaron Luis y Pedro Mariscal que escucharon música.

Juan José Padilla, de verde botella y oro, pinchazo y descabello (silencio). En el cuarto, estocada (saludos).
Uceda Leal, de frambuesa y oro, estocada (saludos). En el quinto, pinchazo y estocada caída (silencio).
Salvador Cortés, de grana y oro, estocada corta atravesada y descabello (silencio). En el sexto, estocada (dos orejas).

Carlos Crivell.- Sevilla

Se escapaba la tarde por la pendiente del aburrimiento, el público se sacudía en los tendidos sin nada que llevarse a la retina, cuando la paciencia tuvo su recompensa con la lidia del sexto toro de Martín Lorca. Los comienzos no fueron esperanzadores. Se presagiaba otro toro de poca casta, medias arrancadas y remiso en las embestidas. Pero el toro recibió un trato señorial por parte de la cuadrilla de Salvador Cortés, de tal forma que el animal sacó de sus adentros lo bueno que temía y embistió a la muleta de un seguro y poderoso Salvador Cortés.

Picó de forma admirable Agustín Romero, que aguantó en la primera vara que cayó en su sitio y dosificó en la segunda. El tercio de banderillas fue memorable. Luis Mariscal rememoró sus triunfos en la Feria con dos pares de poder a poder soberbios. La música sonó en honor del mayor de los hermanos y del primo pequeño, Pedro. Juan José Domínguez ahorró capotazos con buen criterio. Era un compendio de la lidia perfecta.

Salvador Cortés le dio sitio al toro y lo embarcó con temple por la derecha. El toro, oh milagro, respondió de bravo y se quería comer la muleta. Tres tandas de tres pases muy templados para fijar las intenciones. En la cuarta llegó la ligazón. El de Martín Lorca había explotado en bueno y Salvador llevó sus embestidas con temple y se quedó para engarzar los pases. Un cambio de mano mostró que el toro tenía un pitón izquierdo de lujo. Salvador lo exprimió en dos tandas perfectas por el lado zurdo, sentidas y largas, rematadas con el pecho. Una faena de relumbrón que fue firmada con una estocada por arriba. Las dos orejas cayeron por su propio peso.

Ese pasaje tan bello de toreo integral por la lidia perfecta de un toro debe guardarse y enseñarse a quien quiera conocer la Fiesta. La mejor propaganda de la Fiesta es ella misma bien hecha. Y esa faena fue una obra hecha con categoría de principio a fin. Una faena así era el mejor contraataque para los que vociferaban en la puerta de la Maestranza al comienzo de la corrida. Nunca lo entenderán, pero es una pena porque se lo pierden.

La corrida tuvo más cosas. Los de Martín Lorca no anduvieron sobrados de casta. Sin embargo, Padilla que pasó de puntillas con el parado primero, se lució con el cuarto con tres pares de banderillas buenos y pudo enjaretar algunos naturales de buen trazo, aunque no tuvo muchas posibilidades, lo mató bien y dejó constancia de su poderío.

Tampoco encontró toro Uceda Leal. El primero de su lote, cinqueño pasado como casi toda la corrida, a penas le permitió una tanda con la derecha muy estimable con el animal entablerado por su mansedumbre. No pudo sacarlo y sólo le quedó matarlo de una enorme estocada que se inscribe entre los mejores momentos de la tarde.

Tampoco el quinto fue bravo ni tuvo movilidad. En las primeras arrancadas fue bruto y luego se paró como toro de Guisando. Así las cosas, cuando se esperaba otra estocada de Uceda, la espada no quiso entrar por su sitio.

Para el recuerdo quedará la lidia maravillosa del sexto, un toro de nombre Indiano que fue lucido por la cuadrilla de Salvador Cortés y al que le cortó dos orejas que valen un imperio. Será cuestión de pensar que a los toros bien tratados se les puede torear mejor que a los maltratados.

Foto: Arjona

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