Álvaro Pastor.- Novillada larga con sustos y una cornada al debutante Rodríguez. En Sevilla, con mucho calor y poca gente, la novillera Sandra Moscoso salvó airosa el compromiso.

Macandro / Moscoso, Rodríguez y González
Seis novillos de Antonio Rubio “Macandro”, bien presentados, algunos muy astifinos, desiguales de hechuras y muy castigados en varas. Manejables 1º y 4º, mansos 2º, 3º y 6º, aplomado y bajo de raza el 5º.


Sandra Moscoso, pinchazo hondo tendido, y casi entera baja y perpendicular (silencio); dos pinchazos y estocada (petición tras aviso y saludos), y siete pinchazos, estocada pescuecera y caída que escupe y casi entera delantera (silencio)
Juan Mari Rodríguez, estocada atravesada que asoma más de una cuarta y dos pinchazos (cogido), remata Moscoso de un descabello.
Ignacio González, estocada atravesada que hace guardia y dos descabellos (silencio tras aviso), y tres pinchazos (silencio)
Plaza de la Real Maestranza. 26º festejo de abono. Novillada con picadores. Algo menos de media entrada en tarde calurosa con molestas rachas de viento. Destacaron Juan J. Domínguez en la lidia, Manuel Rodríguez con las banderillas y Ramón Núñez a caballo. Juan Mari Rodríguez fue asistido de una herida inciso-contusa en borde lateral izquierdo de ano que por fuera del esfínter externo anal se dirige hacia cara posterior de muslo en una extensión de 10 cm. saliendo por dicha cara posterior. No hay herida ascendente, se le practica sondaje uretral siendo la orina totalmente normal. Se hace tacto rectal sin apreciar ninguna lesión en recto. Al dejar al descubierto un nódulo hemorroidal, se realiza extirpación del mismo con sutura en su base y limpieza con suero de la herida. Extirpación de bordes de piel contundidos y drenajes de Penrosse. Pronóstico menos grave.

Álvaro Pastor.- Sevilla

Más de dos horas y media de festejo dan para mucho: una cogida, varios sustos, muchos puyazos en la solanera, algunos avisos, un par de espadas asomando por el costillar, unas cuadrillas a pie por lo general desafortunadas, chorreones de temple en la muleta de un cordobés o firmeza en una novillera asentada. Y también, claro, para aburrirse un tanto.

Los que peinan más canas que el arriba firmante aseguraban que no había que hacerle la prueba del ADN al debutante Juan Mari Rodríguez para asegurar que era hijo del matador de toros coriano Manolo Rodríguez; los andares, el tipo y hasta los gestos delataban la filiación. El novillero, verde como el traje, estuvo más inhibido de lo deseable en los dos primeros tercios tras un breve saludo de capa al que hizo segundo, lo que permitió al peón Juan J. Domínguez demostrar su habilidad lidiadora ante un manso de libro. La faena, dedicada al padre que entrebarreras no dejaba de dar consejos, no alcanzó la brillantez deseada pues no se produjo la conjunción planetaria favorable que necesitan los toreros de este corte, y las tandas, muy limitadas en número de pases, no pasaron de discretas ante un feo e incierto novillo que cada vez se quedaba más corto. Aún así, un par de naturales fueron aplaudidos por el paisanaje. Al tercer envite con la espada fue cogido de fea manera y pasó a la enfermería en brazos de las asistencias.

Sandra Moscoso, como directora de lidia, tuvo que pasaportar de un descabello al utrero que había calado al sevillano, y matar de cabo a rabo otros tres novillos-toros (más lo segundo que lo primero) de Macandro. Salió airosa la jerezana, aunque en apenas media hora pasó de poder cortar una oreja a perdonársele el segundo aviso tras ponerse muy premiosa con los aceros en el que cerraba plaza. Curiosamente no le sacó todo el partido al noble primero, y en cambio se acabó gustando con la izquierda en el cuarto -un tío que casi la igualaba en altura-, por lo que sonó la música en su honor. También con la diestra había firmado en ese mismo ejemplar unos redondos largos aunque no muy asentados. Se empeñó en matar en la suerte contraria y no acertó, en cambio cuando le dio los adentros al serio ejemplar le metió la espada con soltura. Al último, otro serio contrincante muy castigado en varas por el veterano Antonio Flor, poco le pudo sacar.

El cordobés Ignacio González no pudo repetir el éxito de la semana pasada. Su toreo, bastante ayuno de técnica pero muy adobado de temple, tiene mucho de “déjà vu”, y no sólo porque repitiera terno rosa y oro, sino porque las faenas fueron casi un calco del domingo anterior, solo que con astados menos colaboradores: mucha decisión y distancia al principio, con tandas más o menos rematadas, para acabar con un toreo de extrema cercanía –lo demande o no el animal-, vistosos cambios de manos y circulares por la espalda. En ambos se pasó de faena, debe saber que cuando el novillo pide la muerte hay que dársela. Como en una semana no se aprende a matar tampoco estuvo fino con los aceros.

Foto: Álvaro Pastor

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