Corrida del Corpus en Sevilla sin datos de mayor interés. Se salvó Cesar Jiménez por su oficio y mejor disposición. La corrida de Segovia, sin raza. El mejor, el primero, no fue aprovechado por Abellán. Bautista, bien con el capote

Carmen Segovia / Miguel Abellán, Juan Bautista y César Jiménez

Plaza de toros de Sevilla. Corrida del Corpus. Media plaza. Seis toros de Carmen Segovia de presencia desigual. Primero y segundo, terciados. Muy noble, el primero; mansos y bruscos, tercero y cuarto. Descastados, tercero, quinto y sexto. Saludaron en banderillas Curro Robles y Pablo Delgado.
Miguel Abellán, blanco y plata, pinchazo y estocada (saludos). En el cuarto, estocada tendida y travesada (silencio).
Juan Bautista, canela y oro, pinchazo hondo y dos descabellos (silencio). En el quinto, media estocada (silencio).
César Jiménez, celeste y plata, media estocada y tres descabellos (silencio tras aviso). En el sexto, estocada atravesada y descabello (palmas de despedida)

Carlos Crivell.- Sevilla

La ciudad vivió ilusionada la maravillosa mañana del Corpus, en las calles se podía ver que los sevillanos esperan que, alejados los fantasmas, esta nueva etapa sea más brillante para la Sevilla de siempre. En esta fecha sólo cabe que la corrida de toros vuelva por sus fueros, como las de los años cuarenta y cincuenta, cuando en el día del Corpus la Maestranza era escenario de grandes acontecimientos.

Fue una corrida de toros sin clase y toreros simplemente voluntariosos. El encierro de Carmen Segovia, con algunos toros anovillados, no tuvo raza. Algunos fueron mansos, otros bruscos, la mayoría de escasa duración. Aún así, de una terna con oficio contrastado se podía haber esperado un mayor rendimiento.

César Jiménez fue el torero de mayor claridad de ideas del festejo. A la prenda mansa que sorteó en primer lugar, que siempre se quiso marchar a las tablas, lo fijó en los pases del saludo con al rodilla en tierra, para seguir con la izquierda en una faena meritoria. No pudo enjaretar pases brillantes; sobresalió su buen estilo lidiador. Jiménez estuvo muy por encima del manso de Segovia.

Con el sexto volvió a demostrar que ya queda lejos el torero alocado de antaño. Con firmeza, toreó con la derecha dejando la franela colocada a un toro sin ganas. Jiménez lo puso todo por el izquierdo, aunque ya la ligazón era imposible por las carencias de un toro cada vez más apagado. Algunos naturales tuvieron un trazo excelente. Así fue muriendo la tarde. El de Fuenlabrada se justificó de sobras.

El toro de mayor calidad de la tarde fue el abrió plaza, res terciada que desarrolló gran bondad en la muleta. Abellán anduvo pulcro y suficiente en una albor si hondura ni ligazón. Los muletazos surgieron de uno en uno sin que la fibra de la emoción se percatara. En palabras más toreras, que se le fue el toro.

El cuarto fue otra cosa. Animal de cara alta y embestidas incómodas con el que el madrileño cumplió el expediente sin mayor relieve.

Lo mejor de Bautista fueron los lances del saludo a ambos astados. Los capotazos al segundo, más livianos, fueron pintureras. En el cuarto meció el capote en lances de buen corte. El segundo de la suelta tuvo una tanda, la primera, en la que Bautista corrió la mano con templanza. El animal se vino a menos, se acobardó en su falta de casta, y todo se fue diluyendo. Bautista, siempre de las rayas hacia dentro, no pudo ligar más muletazos.

Tampoco se dejó con claridad el quinto. Fue un toro con problemas, la cara alta, cierto gazapeo, pero se podría haber esperado otra actitud más entregada del francés, que, amparado en un corte elegante y una tremenda frialdad, apenas pasó la raya que delimita una tarde positiva.

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