Peris2Luis Carlos Peris.- MISMAMENTE parecía que estábamos en el patio del colegio. El ruedo de la Maestranza, ese círculo irregular que ha sido como el patio de la casa de muy pocos elegidos, se mostraba como un espacio abierto al divertimento y al conocimiento de un rito tan serio como el del toreo. La policromía de capotes y albero se trufaba con la colorista indumentaria de un puñado de chavales ilusionados y juguetones a un tiempo. Si el primer día fueron estudiantes, ayer ya pudo entrar cualquiera en ese juego incruento como es el toreo de salón que tanto invita a soñar despierto. Ideando verónicas de alhelí y naturales al viento de la esperanza, eso de verse junto a la boca de riego, en el corazón del primer templo a Tauro, debe desbocar los sentimientos y disparatar las sensaciones. Bonita forma de alimentar la pasión por una representación en la que se muere de verdad.

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