Alvaro del MoralÁlvaro R. del Moral.– De la reducción del metraje del espectáculo. Dejaremos hoy a un lado la presión política y la marea abolicionista. Es hora de centrarnos en la batería de asuntos internos que amenazan el futuro del espectáculo y uno de ellos -y no es baladí- es la progresiva ampliación del metraje y los tiempos de la lidia hasta más allá de lo soportable. Una recentísima reunión celebrada en Madrid ha puesto el tema de actualidad. Diversos colectivos profesionales, gubernativos y de aficionados han consensuado una serie de medidas más o menos exóticas que pretenden dinamizar el espectáculo. Nos interesa una de ellas para hablar en clave exclusivamente sevillana aunque el asunto es extrapolable a cualquier plaza de toros y debe servir a los equipos presidenciales, a los matadores y cuadrillas a poner pie en pared.

Parsimonia y tiempo muerto en el Baratillo. Lo hablado en Madrid nos sirve para señalar de una forma especial plaza de la Maestranza, que ha ido viendo como se alargaban los festejos en los últimos años en una apoteosis de los tiempos muertos que sólo sirve para minar el espectáculo. Rara es la corrida que no alcanza -o rebasa ampliamente- las dos horas y media de duración. El eterno paseo de los caballos de picar hasta situarse en la contraquerencia; la parsimonia en sacar pañuelos, ordenar cambios de tercio o rastrillar el ruedo; la abusiva colocación de los toros en el burladero del cuatro como un tiempo aceptado de la lidia; la glorificación de la faena de diez minutos sea buena, regular o simplemente mala; la creciente deriva de los hombres de luces para ir a dos por hora a la cara de los toros; los falsos quites a toro parado por los peones en los medios con interminable preparación que sólo ha sabido revocar Antonio Ferrera mirando al mejor pasado. Podríamos seguir enumerando muchas de esas taras que han convertido las corridas menos afortunadas en un suplicio insoportable que se agrava con la incomodidad de una plaza histórica difícilmente adaptable a las comodidades de hoy en día.

Cambios necesarios. Si en Madrid se han puesto manos a la obra… ¿por qué no en Sevilla? El caballo de turno puede y debe salir por la puerta de arrastre. Hasta las vueltas al ruedo, convertidas por el más humilde de los novilleros en la cabalgata de las walkirias, deben recuperar las carreritas presurosas de antaño. El espectáculo taurino -sobre todo en ausencia de brillantez- debe ser dinámico; hasta trepidante. Daremos un dato que marca lo que va del ayer al hoy: Paco Camino se encerró en la Beneficiencia madrileña de 1970 con seis toros -que al final fueron siete- a los que cortó ocho orejas. Lo hizo en hora y tres cuartos. Eso es.

Publicado en el Correo de Andalucía el día 28 de julio de 2015