Gastón Ramírez Cuevas.-  Novillos: seis de Magdalena González, correctos de presentación y desiguales en cuanto al juego. Al tercero se le dio arrastre lento por su calidad y bravura.
Novilleros: Angelino de Arriaga, oreja en el primero y otra en el cuarto.
Antonio Galindo, ovación y silencio tras aviso.
Óscar Amador, dos orejas del tercero y palmas en el que cerró plaza.

Tlaxcala, México, domingo 31 de octubre del 2010
Primera novillada de feria de la Plaza de toros Jorge “El Ranchero” Aguilar

El festejo comenzó con una nota muy triste, se le tributó un minuto de aplausos a Gabriel Aguilar Muñoz, hijo de Jorge “El Ranchero” Aguilar, quien falleció de un ataque cardíaco pocas horas antes del paseíllo. Descanse en paz.

El cartel para esta tarde no podía ser más atractivo: toros y toreros de Tlaxcala para Tlaxcala. Había gran expectación por ver a los tres coletas. A Angelino porque viene de una dura y triunfal campaña europea, y a Galindo y Amador por sus éxitos en la plaza capitalina de los señores Arroyo.

Joaquín Angelino, el hijo del popular “Pulques”, y hermano del matador José Luis Angelino, estuvo en torero toda la tarde. En el que abrió plaza, un novillo un poco débil y que siempre salió de los engaños con la cara alta, el muchacho de Apizaco primero se gustó toreando a la verónica con elegancia y ritmo. Con la muleta destacaron un par de tandas por el pitón izquierdo y los muletazos de trinchera, muy al estilo del gran Pana. Mató al primer viaje y le fue concedido un apéndice.

En el cuarto, un animal rajado y bastante deslucido, Angelino de Arriaga porfió y se arrimó con oficio en una faena que brindó al Brujo de Apizaco, El Pana. Volvió a matar con eficacia y le fue otorgada otra oreja.

A Antonio Galindo le tocó el peor lote del encierro. El segundo de la tarde fue un bicho totalmente falto de raza. Toño aguantó lo indecible y emocionó al respetable cuajando muletazos largos y templados cuando el torito, que embestía paso a paso humillando a regañadientes, lo permitió. De no haberse puesto pesado con el estoque de seguro hubiera sido premiado con una oreja.

Más espantoso fue el quinto, un cornúpeta que huía como un conejo por todo el redondel. Galindo trató de plantarle cara y meterlo en la muleta, pero fue imposible. Lástima que la joven revelación de Apizaco se desesperó y volvió a fallar con la espada. Un día a Toño le sonreirá la fortuna en los sorteos y deslumbrará a propios y extraños.

El tercer espada, Óscar Amador, un torero que es puro corazón y arrojo, puso la plaza de cabeza con el tercero de la tarde. El de Magdalena González fue alegre, emotivo, fuerte y bravo, uno de esos toros que puede poner en evidencia al más pintado.

Pero Óscar, pese a que se ha vestido de luces menos de una decena de veces, demostró que es un torero de los pies a la cabeza. Señalaremos que se presentó a torear –al igual que el día de ayer en Arroyo- con la reciente cornada en la pantorrilla derecha abierta, pero ¿qué es el dolor cuando se quiere llegar a ser figura? Nada.
Los mejores momentos de su labor ante el excelente novillo “Gambucino” (¡sic!), fueron numerosísimos. Primero lanceó a la verónica primorosamente. Luego quitó por saltilleras que pusieron a la gente de pie, e inició su faena de muleta con dos cambiados por la espalda que hubieran puesto verde de envidia a Castella. Las tandas de naturales no tuvieron desperdicio, y los remates y adornos, sobre todo un muletazo de trincherilla digno de un cartel de Ruano Llopis, fueron colosales.

Se perfiló en la cuna y mató de gran estocada al encuentro, suerte que se ha convertido en el sello de la casa. Las dos orejas fueron pedidas con gran fuerza por el público de la tierra de Dios y de María Santísima, y justamente concedidas por el juez de plaza.

En el que cerró plaza, un novillo mirón, peligroso y totalmente agarrado al piso, el torero de Muñoz, Tlaxcala, estuvo más valiente que Fabrilo y El Espartero juntos. Quitó por gaoneras y fue feamente perseguido por el bicho, que no era nada bobo. Para demostrar de qué están hechos los toreros machos, Amador volvió a echarse el capote a la espalda y se pasó al astado por la faja en sensacionales lances de frente por detrás.  Con la muleta Óscar hizo todo lo humanamente posible por sacarle una embestida al taimado animal, pero fue en vano. Remató su labor con unas manoletinas tomasistas y pese a su entrega con la toledana el de Magdalena González vendió cara su vida, obligando al muchacho a utilizar el descabello, algo inusitado en él.

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