Jesús Sánchez Ortiz.- "Para mí es un orgullo ser español y taurino”. Con estas palabras dejaba claras mis ideas en las declaraciones al programa de TVE “Comando actualidad” cuando, esta pasada feria de Sevilla, tuve la ocasión de participar en el mismo junto con mi hija Marta.

El ataque de los catalanes a los toros es sólo por intereses políticos y por llamarse “fiesta nacional”, a ellos todo lo nacional le repele, de ahí su gloriosa campaña para prohibir los toros en todo su territorio. Ellos se lo pierden; lo lastimoso es que en la región catalana existen también muy buenos aficionados que tendrán que emigrar al país vecino, Francia, para ver toros. Estos sí que nos llevan ventaja.

A nadie se le obliga a ir a los toros, igualmente que a otro tipo de espectáculos, digamos futbol, conciertos de música, etc. etc.  La “fiesta nacional” o “los toros” como quieran los lectores, es cosa de tradición de un país milenario y si no, lean o escuchen el magnífico pregón taurino de Sevilla de este año, cantado por un francés, Francis Wolff, que no dejo títeres con cabeza. ¡Qué calidad y cantidad en defensa de la fiesta!

Precisamente este francés, Francis Wolff, acaba de escribir un libro donde se dan 50 razones para defender la corrida de toros y, como curiosidad, decía en su pregón: ”se me ha olvidado la más importante, señores, vamos a los toros porque nos gusta y porque nos da la gana”, ¿se han enterado?, porque nos da la real gana.
Con ello vengo a defender una vez más la fiesta nacional, lo taurino, los toros, lo que quieran; pero yo soy aficionado y llevo a los toros a mis hijas, primero a la mayor que fue a los toros desde pequeñita y hoy día también llevo a sus dos hermanas para que vayan eligiendo y, si les gusta, que sigan y el día de mañana sean buenas aficionadas.

Los cristianos llevamos a nuestros hijos al bautismo sin su consentimiento cuando son pequeños, luego si ellos quieren ser ateos que hagan lo que quieran. Igualmente hago con mis hijas, yo las llevo a los toros, que luego no les gusta, pues que dejen de ir. Sé de alguna que otra familia que no bautizaron a sus hijos y luego fue un trauma para los pequeños por no poder hacer su primera comunión como los demás y acarrear problemas a sus padres, sin necesidad.
Ya saben, español y taurino, “un orgullo” y esta tarde llevaré a mis hijas pequeñas a los toros en mi pueblo, Osuna, que sepan lo que les gusta o no, el día de mañana ellas decidirán.

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