Alvaro del MoralÁlvaro R. del Moral.- Perera revienta la temporada. Llegó, vió y venció. Y lo hizo en las barbas del mariscal de la tropa. Miguel Ángel Perera cortó tres orejas -concedidas con estúpido gesto displicente desde el palco venteño-, abrió la puerta grande de Las Ventas y marcó un nivel que ya se antoja muy difícil de superar en esta misma feria, que ya ha atravesado su ecuador. Pero más allá de todo eso, el gran diestro extremeño reveló un asombroso sentido de la cadencia, el relajo, la expresión y la naturalidad que se sumaron a ese valor, el temple y la quietud, más que contrastados. Perera  ha partido en dos la temporada y ha saltado desde esa extraña reserva en la que no encajaba la altura de su concepto. El valeroso diestro pacense ha sabido planificar perfectamente sus comparecencias madrileñas. Después del  incontestable triunfo con la corrida de Victoriano del Río le espera el duro bocado de los adolfos, tan del gusto del foro. Llegados a este punto, surgen las preguntas: ¿qué hadas se confabularon para no convertirse en primera figura tras su histórica temporada de 2008? ¿Rentabilizará su gran triunfo del pasado viernes en medio de este sistema podrido? Por cierto, cuando un tío está así no le hacen falta alianzas, sea cual sea su naturaleza.  ¿A qué espera para cortar esas incomodas amarras que le atenazan? Sólo una cosa más: la salida a hombros fue un esperpento que nada tiene que ver con el entusiasmo.

Una guerra que ya no es tan fría. Finito, Morante y Talavante  en el en el cartel isidril y máxima expectación en el tendido de piedra y en la ancha grada de la televisión. La ausencia de Manuel Molés en el puesto de comentarista llamó la atención pero no sorprendió a las tribus del toreo. En el patio de caballos se estaban liando el capote dos integrantes del Club de los Cinco y las piezas encajaban. Pero el certificado definitivo del veto que se empezaba a aventar por las redes se firmó sólo un día después. Los tres indignados que quedaban -Juli, Manzanares y Perera- se reunían en el mismo cartel y el veterano comentarista de Canal Plus volvía a brillar por su ausencia dando carta de naturaleza a los rumores. Las razones del veto -dicen que impulsado principalmente por Morante y El Juli- serían harina de un viejo costal que no vamos a aventar ahora. Pero la imagen final que muestra ese antiestético baculazo -con razón o sin ella- sólo ha contribuido a dixtorsionar aún más el turbio espejo en el que se están mirando los cónsules de este G-5 empeñado en encerrar los elefantes en una cacharrería. Se cuenta que circulan recaditos y consignas y algunos de los rifirrafes más sonados han sido publicitados urbi et orbe por el altavoz inmediato de Twitter. Los bandos siguen afilando sables y nadie puede negar que el ambiente taurino se corta con un cuchillo que hiere por igual a todos los estamentos de este planeta renqueante. Lo que sí está claro es que se está forjando una fachada despótica que socava la misma imagen que los toreros pretenden cultivar con entrevistas chupiguais y apariciones en foros de todo tipo. El personal de la calle empieza a impacientarse con tantas historias para no dormir. Y un dato más: el veto sólo ha conseguido victimizar a Manolo Molés. Deberían saberlo después de matar las moscas a cañonazos en Sevilla. Los boomerangs siempre se vuelven en contra.

Otras cosillas de cierto interés. Molés no estuvo para contar el grandioso triunfo de Perera, pero tampoco pudo andar por allí para poner paños calientes en la fracasada comparecencia de Morante, que culminó su único compromiso madrileño despedido con pitos. Por ahí andan las crónicas y los vídeos de ese encierro que parecía escogido para estrellar ilusiones aunque son circunstacias que no son nuevas en la administración del torero. La próxima parada del blues del autobús es el coso de Los Califas de Córdoba. Sobre la montera del artista gravita el peso del único festejo que detenta cierta expectación en una feria que llega precedida de polémica -el último capítulo ha sido la denuncia de Facua por publicidad engañosa- y que se iniciará cargada de incertidumbres. Sólo deseamos que Morante sea capaz de reeditar el milagro del pasado año. Estaremos para contarlo. Pero no nos podemos marchar sin nombrar otros vericuetos de una isidrada que ya habría alumbrado la esperanza de Juan del Álamo, el triunfo de Iván Fandiño o ese espectáculo del fracaso del pasado domingo. A pesar de todo, el larguísimo ciclo madrileño -que está enseñando muchas, muchísimas claras en los tendidos- ha sido noticia en los medios generalistas por ese accidentado festejo que metió en la cama, uno tras otro, a David Mora, Antonio Nazaré y Jiménez Fortes. Los tres se recuperan felizmente de las heridas sufridas y la evolución de Mora, que entró chocado a la enfermería, está sorprendiendo por su celeridad. Nos vamos a centrar en el caso de Fortes, que reaparecía en Madrid después de resultar herido en ese mismo ruedo el Domingo de Ramos. El malagueño acumula una larga lista de cornadas que se antojan evitables. Es sangre sobre sangre que puede malograr un ilusionante proyecto de torero. Por cierto, los que aprovecharon los publicitados percances para vomitar su bilis corrompida a través las redes sólo merecen nuestro desprecio y nuestra repugnancia.

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