Luque_derecha21-4-15Gastón Ramírez Cuevas.– El público taurino es el ser más noble y optimista que ha dado la creación. Pese a lo ocurrido en las cuatro últimas corridas, La Maestranza casi se llenó para ver si ocurría algún milagro. Pero no, aunque las cosas que hicieron los dos primeros toros parecían prometedoras, el gozo nos duró lo que al pobre la ilusión.

Esto fue lo ocurrido: Finito de Córdoba venia dispuesto a torear y le tocó en suerte un cornúpeto que se lo permitió. El respetable aplaudió con furor tres medias verónicas y unos muletazos de gran señorío. Destacaremos los naturales, un par de tandas de derechazos y los remates de gran inventiva y arte. La música acompañó la faena hasta que el bicho dio de sí, cosa que hizo con rapidez. Los pañuelos no afloraron debido a que el toro no acusó la estocada y Finito tuvo que usar la corta.

Ya cuando la tarde se había precipitado en el abismo de siempre merced al nulo juego de los pupilos de Moisés Fraile, salió el cuarto, un animal inválido que no tuvo un pase.  Lo único que valió la pena fue una gran verónica aislada del torero nacido en Barcelona.

Manzanares está agotando el efectivo afectivo en su cuenta corriente con el aficionado sevillano. Hoy tampoco toreó con ritmo y elegancia. Y para colmo mató mal. Desaprovechó al segundo de la tarde, un socio que no era para lanzar cohetes, pero que se dejaba pegar veinte o treinta buenos muletazos. Algo le está faltando al consentido de Sevilla ¿aguante, completar los muletazos, cogerle la distancia a los toros, mandar? ¡Vaya a saber! Paradójicamente, lo mejor de la labor de José Mari fueron las verónicas de recibo a su primer enemigo. Y lo realmente superlativo fue su cuadrilla, especialmente lo hecho por Curro Javier, quien estuvo cumbre con los palos y el capote.

Manzanares se sintió mal y pasó a la enfermería, por lo tanto no toreó al segundo de su lote en quinto lugar sino en sexto. Para lo que hicieron toro y torero, más le valía haberse quedado al fresco reponiéndose de una deshidratación/infección gástrica ocasionadas por algún carpaccio malaje ingerido la noche anterior.

Luque sorteó en primer lugar a una astado incierto y manso. Lo toreó con porfía y estuvo bien, luciendo hasta en una tanda de luquecinas, pase que consiste en un cambio de manos por la espalda sin el ayudado. Salió al tercio con fuerza.

Nada pudo hacer el parsimonioso torero de Gerena con el infumable segundo de su lote, pues éste bóvido fue más soso y descastado que sus hermanos.

Después de ya cinco tardes en las cuales el toro bravo en general ha brillado por su ausencia, el aficionado que acude religiosamente a La Maestranza se sigue enterando de lo difícil que es estar enamorado de algo –como la Fiesta- que casi siempre va a decepcionarle.

A %d blogueros les gusta esto: