n 73_ARJ4751Juan Manuel Pérez Alarcón.- Cuando sale el toro con su tipo, con su morfología zootécnica, con bravura, y con esa casta que lo hace diferente, el público se divierte y disfruta. Y eso pasó en la 11ª de abono, en la que la ganadería de Victorino Martín ha lidiado un encierro exigente, con muchas teclas que cortar, y por eso la gente no les ha importado que el festejo durase dos horas y media, y que algunos pensaran en un determinado partido de fútbol. Eso se llama interés, y cuando hay casta hay sentimiento, y cuando hay toreros dispuestos hay compromiso, y cuando hay toros con clase hay premios, como el que se le dio a «Mecanizado», cuarto de la tarde, lidiado de forma magistral por Ferrera. Buen toro que reabre la ilusión en Sevilla. Sin ese animal fiero y bravo no ha fiesta. Ayer la hubo. Emhorabuena a todos, y a esos 3/4 de plaza que ayer presenciaron un interesante festejo.
Antonio Ferrera pechó con un primer toro, serio de presentación, que embestía dormido en los primeros tercios. Toro noble que no terminaba de entregarse del todo. Discreto tercio de banderillas compartido con Escribano. En la muleta la falta de emoción y transmisión fue la nota predominante, con un pitón izquierdo que planteaba dificultades.
Con el ensillado cuarto, de bella lámina, tuvo pelea de bravo en el caballo, y puso el interés en ese tercio aunque en las dos veces salió suelto del encuentro. Su mejor virtud la fijeza. Vibrante tercio de banderillas que dio paso a una excelente carta de presentación del toro «mecanizado» en la muleta. Faena ralentizada con la mano derecha, con series candenciosas y ligadas que tuvieron sentimiento y emoción. Toro que humillaba con nobleza y haciendo el avión con esa embestida del Victorino clásica. Ferrera lo entendió y le dio distancia y sitio y las pausas necesarias que el toro necesitaba. Y tras varias series la boca del toro cerrada. Cuando existe raza y casta en un toro se nota. Con la izquierda el toro era diferente, pero Ferrera también lo intentó. Siguió al natural y lo bordó. Ya la plaza pedía cosas que has días era impensable y el secreto es por que había un toro y un torero. El epílogo fue memorable con muletazos sentidos por bajó por ambos pitones con mucha naturalidad y empaque. La plaza volvía a ilusionarse con la fiesta. Y Sevilla con los toros. Lástima que no matara al toro. La vuelta al ruedo, con matices, un clamor popular que fue concedida y la justa vuelta a Ferrera por una gran obra al toro «mecanizado».
Manuel Jesús «El Cid» con su segundo no se acopló con el capote de salida con un toro que salió con mucho nervio. Luego en el caballo se atemperó un poco. En la muleta nunca llego a embestir en línea recta y tampoco el torero se confió con el. Pases sueltos pero sin continuidad.
Con el quinto, otro bravo toro con fijeza en el caballo, tuvo brusquedades tras el tercio de banderillas, y todo por una pésima lidia de su cuadrilla. Descompuesta la embestida el de Salteras brindó al público una faena que no tuvo intensidad y contenido. Faena acelerada y con desajustes con la derecha que no terminaron de enganchar al público. Con la izquierda al toro le costaba y tampoco el torero estaba para apostar. Todo término apagándose. Mal con la espada y toro ovacionando en el arrastre.
Manuel Escribano anduvo decidido con el capote en la que enjaretó varios lances a la Verónica. El tercio de banderillas fue menos a más destacando un tercer par en las tablas. En la muleta el toro trasmitió emoción y el de Gerena, con mayor y menor intensidad y acople, planteó una faena firme y poderosa con la mano derecha, ante un animal que se quedaba corto y tenía muchas teclas que cortar. El mejor pitón era el izquierdo y cuando lo entendió lo mejor vino con dos muletazos de impecable ejecución. Tras una estocada extraordinaria y muerte fulminante, y ante una petición no mayoritaria se le concedió una oreja.
Con el último, un toro reservón y que medía mucho en el capote, Escribano estuvo voluntarioso en banderillas, destacando el tercer par, pegado a tablas, y que por su peligro resulto impactante.  Tercio efectista. En la muleta costaba plantearle batalla ante una animal que le costaba seguir los engaños con prontitud, y el torero sevillano tiró de épica para pegarse un arrimón y sacar lo poco que tenía el animal. Una «alimaña», con la boca cerrada, y un torero dispuesto. Tampoco la gente se aburre con esa lidia y esa disposición.
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