Finalizó la Feria de Algeciras con un gran triunfo de Alejandro Talavante que cortó tres orejas a los dos mejores toros de Gavira, que en general fueron mansos e impidieron el triunfo de Padilla y Vega.

Plaza de toros de Algeciras, 5ª de Feria. Media plaza. Seis toros de Gavira, justos de presencia, mansos en general. Mejores tercero y sexto. Minuto de silencio por Andrés Ruano, banderillero de La Línea fallecido hace días. Talavante salió a hombros.
Juan José Padilla, nazareno y oro, dos pinchazos y estocada caída (saludos). En el cuarto, estocada (saludos).
Salvador Vega, blanco y oro, dos pinchazos y media atravesada (saludos). En el quinto, media muy baja y delantera (saludos).
Alejandro Talavante, rosa y oro, pinchazo y estocada baja (una oreja). En el sexto, estocada (dos orejas).

Carlos Crivell.- Algeciras

La caída del herido Miguel Ángel Perera fue cubierta, con acierto por Salvador Vega, triunfador en su primera actuación. La tarde se presentó atractiva. Hace ya algunos años que Padilla tomó la alternativa en esta plaza. Su vuelta después del desgraciado percance de Zaragoza era un acontecimiento en la plaza de Las Palomas. Junto a Padilla, uno de los toreros del año: Talavante.

La corrida de Gavira fue mansa en el sentido más amplio de la palabra. Casi todos los toros desarrollaron querencias a las tablas y dificultaron la lidia. La lidia de los mansos no es una asignatura que los toreros modernos, ni tampoco los públicos, tengan aprendidas.

Padilla fue recibido con homenajes y mucho cariño. Se lució con el que abrió plaza con el capote y las banderillas. El animal fue noble y soso. El de Jerez estuvo entregado y simplemente correcto en una labor de mucho toreo con la derecha. La espada le quitó algún premio.

No pudo resarcirse en el cuarto, toro muy manso, al que ni siquiera le puso banderillas. Tras perseguirlo por distintos terrenos, optó por matarlo.
El primero de Salvador Vega fue manso integral. El diestro se lució con el capote, pero en la muleta apenas pudo hacer otra cosa que intentar robarle algunos pases sueltos, de bella factura, pero de imposible unidad y ligazón.

El quinto fue también manso, pero al menos permitió que el malagueño toreara con temple y buen gusto. Estuvo por encima de un animal soso y de escasa vitalidad. Animó el cotarro con arrimones, que no son adecuados en este espada, y circulares. Todo sea por buscar el triunfo a toda costa. Lo mató de una puñalada en los bajos y el palco, con buen criterio, le negó la oreja pedida con alegría.

El primero de Alejandro Talavante fue noble y permitió una faena compacta del extremeño. Su labor tuvo altibajos, al comienzo todo resultó más deshilvanado, pero en una labor paciente logró al final dos tandas con la derecha en las que jugó con los vuelos para lograr pases muy bellos. A partir de ahí apareció el torero de la fantasía. La oreja fue de mérito.

El alboroto llegó en el sexto. Se llevó al centro y toreó a placer con la derecha, llevando al animal pegado a la muleta, ligando de forma perfecta y con sus sorpresas inesperadas como las dosantinas, que emocionaron al personal. Los naturales fueron perfectos por su trazo limpio. El mejor Talavante apareció en Las Palomas y todo el mundo salió feliz por su gran dimensión. Las dos orejas fueron el colofón a su gran tarde.

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