Gotas de buen toreo de Manzanares y una pobre corrida de Buenavista fueron lo más llamativo dela segunda de Algeciras, donde El Fandi cordtó dos orejas sin valor ninguno,

Seis toros de Buenavista, de presentación desigual, primero, tercero y quinto, chicos, de muy escaso juego por su falta de fuerzas y casta. Fue un lote de toros de pobre juego.

El Juli: pinchazo y atravesada (silencio) y tres pinchazos y estocada (palmas).
El Fandi: pinchazo y estocada (una oreja) y pinchazo y estocada (una oreja)
José María Manzanares: estocada contraria (una oreja) y pinchazo hondo y descabello (saludos tras aviso).

Plaza de Algeciras, 2ª de Feria. Más de media plaza. El Fandi salió a hombros.

Carlos Crivell.- Algeciras

En el argot taurino, cuando a una corrida les cortan las orejas, se dice que ha servido. Es una penosa forma de hablar, porque la calidad de un toro no puede medirse por las orejas, menos en estos tiempos en los que algunos públicos sólo son felices si hay trofeos. Se puede entender que así ocurra en algunas plazas de menor importancia, pero la ilusión por las orejas que hay en esta plaza de Algeciras, plaza de mucha importancia, es absolutamente inconcebible y una prueba de la degradación actual del toreo.

La de Buenavista fue una corrida lamentable, aunque estará feliz la ganadera porque se les cortaron varias orejas. Otra cosa es cómo se han cortado las orejas. Todos los astados fueron descastados, sin fuerzas, carentes de vitalidad, como si salieran adormecidos de toriles. Este género es la perdición de la Fiesta, porque lo que hacen los espadas no tiene ninguna importancia.

El Fandi le cortó una oreja a cada toro por dos labores muy por debajo de su estilo reconocido. Probablemente, el granadino fue el primer sorprendido por la generosidad del público. Toreó con variedad y escasa clase con el capote. Con las banderillas reyó en la mayor de las vulgaridades, clavando de lejos, trasero e incluso con fallos al pasar. Gracias a los pares al violín pudo resolver la papeleta.

De sus dos faenas, la del segundo fue mejor, simplemente porque había algo que torear, Ese segundo de Beunavista, flojito y rodando por el albero al principio, que pasó por el tercio de varas sin ser picados, le permitió dar muchos pases de factura variada, en general mediocres, que al final fue un carrusel de molinetes, rodillazos y otros artilugios.

La faena del quinto es casi imposible de contar; quizás porque no hubo faena como tal, sino una sucesión de pases rápidos, vulgares y sin ligazón. Estuvo el diestro una eternidad por los alrededores de una especie que se movía con dificultad. A veces, no pasaba el de Buenavista, era El Fandi quien al moverse completaba los muletazos. No importó ni un pinchazo previo a la estocada para recibir una oreja sin ningún valor.

El Juli mató dos toros, por decir algo, estuvo muy mal y se marchó del coso, se supone que con el permiso de sus compañeros y de la autoridad. Los animales fueron muy malos, pero la imagen del matador fue espantosa. Debía tener prisa por marcharse. Así, mejor no venir a Algeciras.

La afición pudo disfrutar con Manzanares que dibujó el mejor toreo de la tarde. Estuvo bien con el tercero, otro animal flojito, sobre todo en una tanda cumbre con la derecha cargando la suerte y con ese regusto propio de su tauromaquia. Hubo intermitencias, pero quedó el buen sabor de boca de su toreo elegante.

Todo quedó superado en el sexto, el único toro que aguantó una faena medio completa. Manzanares se relajó, tiró del animal con temple y cadencia, lo llevó con ese mimo que separa el toreo vulgar del excelso, siempre hacia adentro, para componer una labor muy estética. Esa sí era faena de oreja, pero ahora el entendido respetable algecireño no la pidió porque pinchó en la suerte suprema.

El Fandi se fue a hombros. Sólo algunos le tocaron las palmas. Se entregó, cierto, pero su labor fue un cúmulo de vulgaridades.

 

 

 

 

 

 

 

 

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