El Cid cuajó un buen toro de Joselito en el cierre de Almería. Sin embarrgo, falló con la espada y se las cortó al quinto fue labor menor. Sus compañeros, El Cordobés y El Fandi, bullabgueros.

Cuatro toros de García Jiménez y dos, primero y segundo, de La Reina, correctos de presentación y juego variado. De los de La Reina, bueno el primero y encastado el segundo, un gran toro. Los de García Jiménez, más descastados y de menos juego.

El Cordobés: pinchazo y media estocada (saludos) y estocada muy tendida y descabello (una oreja).
El Cid: pinchazo, trasera y tendida y dos descabellos (saludos tras aviso) y estocada (dos orejas).
El Fandi: estocada tendida (una oreja) y cuatro pinchazos y media (saludos).

Plaza de Almería, 7ª de Feria. Más de tres cuartos de plaza.

Carlos Crivell.- Almería

Corridas como la de ayer en Almería demuestran que algo no marcha en la Fiesta. Y no marcha porque lo que cerró un ciclo supuestamente serio fue un espectáculo rayando en la chabacanería, que sólo porque se saltaron toros al ruedo merece el respeto de todos. El público gozó con las astracanadas que algunos espadas realizaron sobre el albero. En esta Feria se ha introducido el festejo de rejones. Dicen que debería sacarse del abono; en absoluto, lo que debería sacarse del abono son este tipo de corridas donde la gente acude descontrolada y donde se supone que el aficionado serio pasa vergüenza ajena. Por cierto, ¿dónde estaban ayer los aficionados?

Pero como existe Dios, hasta en festejos tan penosos surge el momento cumbre y en la corrida final saltó un buen toro que tuvo la suerte de encontrarse con un buen torero. El toro era de Joselito, con el hierro de La Reina, y el torero, El Cid. Dicen que está en horas bajas. Si horas bajas es torear de capa a la verónica ganando terreno con pureza, como hizo en sus dos toros, buenas horas son las de Manuel Jesús.

El toro sangró mucho en un puyazo algo trasero. No importó. El animal tenía motor y se movió con prontitud, fijeza y largura. Además, encontró una muleta segura y templada que le hizo sencillamente el toreo. Fue una faena basada en la derecha, siempre con mando y temple, en pases de muy largo trazo perfectamente ligados. Así, seis tandas por una sola con la izquierda, pero en un tono de toreo bueno, de trazo impecable, muy cercano al mejor Cid. Era de dos orejas, pero reapareció el torero de los pinchazos y todo se esfumó.

En el quinto algunos se preguntaban qué hacía un matador como el de Salteras en este cartel. El torero tropezó con uno vulgar de García Jiménez, siempre con la cara alta, al que le hizo una faena bullanguera. Le dio muchos pases, algunos buenos, intentó animar al conclave almeriense y el hombre se tapó con mucho esfuerzo y altas dosis de voluntad. Todo muy lejos de su gran faena malograda con la espada en el toro anterior. A éste lo mató con la izquierda a la primera y le dieron dos orejas. El primer sorprendido debió ser el propio torero. El presidente, de comparsa, como ha estado toda Feria.

El resto de la corrida es la historia de una pesadilla taurina. Con el debido respeto, El Cordobés pasó por Almería sin realizar ni un solo acto que pueda ser considerado de torero serio. Para ser exactos, unos lances correctos al primero, así como una tanda de derechazos a ese mismo astado tuvieron cierto estilo. Después, abundancia de toreo rápido, molinetes a destajo, mucho quitarse de la cara, en fin, un concierto de toreo al revés.

Esa faena al primero tuvo algunas cosas. En el cuarto, después de la merienda, vino el no va más. El toro se quedó corto, no era bueno, así que Manolo Díaz hizo una labor de muchos pases destartalados, sin ritmo ni cadencia, enganchones, carreras variadas y saltos de rana y cabezazos al animal. Un número detestable que recibió la plaza como algo excelso. Y naturalmente le dieron una oreja tan trapacera como la misma faena.

El Fandi tiene su público. Eso está bien. Al tercero ni lo picó. Se partió la vara y no sangre le hizo el piquero. El toro, manso, no fue muy fácil. El de Granada, después de sus pares a toro muy pasado, hizo una faena de pases corrientes, incompletos, con movimientos permanentes de las zapatillas, corriendo entre pases, en fin, un desastre. Nada le importó a la masa incontrolada que le premió con una oreja indescriptible.

Con la fiesta por todo lo alto en los tendidos, El Fandi puso sus banderillas en el sexto. Como si pusiera los palos El Vito – que ni tomó la alternativa pero fue un rehiletero glorioso – le pidieron cuatro pares y le gritaban ¡torero, torero! A veces, parece que El Fandi se cree los gritos de sus admiradores. La faena (?) fue una sucesión de pases vertiginosos sin ninguna calidad, sin ajuste, una labor que si la hace otro torero y lo mandan al paro. La juerga del tendido lo aclamó todo sin criterio. A esas alturas, Fandila pensaría que para qué torear bien si con sus trapazos se lo cantan como si fuera Juan Belmonte. Los pinchazos frenaron la euforia. Y así acabó la Feria. Al menos, nos quedó en la retina una gran faena de El Cid, precisamente en la que no cortó ningún trofeo, un gran toro de Joselito.

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