Talavante_AlmeríaCarlos Crivell.- Borrachera de toreo de Talavante en el tercero de la segunda corrida de la Feria de Almería. Un buen toro de Zalduendo y un torero inspirado lograron el milagro del mejor toreo posible. Morante, bien en el primero; Castella, a buen nivel pero sin espada

Plaza de toros de Almería, jueves 27 de agosto de 2015. 2ª de Feria. Tres cuartos de plaza. Seis toros de Zalduendo, desiguales de presencia y juego. Bajó mucho el primero: el resto, bonitos y nada aparatosos. En general, flojos y descastados. Excelente, el tercero, de nobleza excelsa aunque con un punto de mansedumbre, de nombre ‘Mendaz’, nº 119, premiado con la vuelta al ruedo. Nobles, 1º y 2º; descoordinado tras chocar con un burladero, el 4º; noble y soso, el 5º; descastado y flojo, el 6º. Dos buenos pares de Juan José Trujillo al tercero.

Morante de la Puebla, de verde hoja y oro, estocada trasera (una oreja). En el cuarto, dos pinchazos, media estocada y seis descabellos (silencio).

Sebastián Castella, de lila y oro, dos pinchazos y estocada muy trasera (saludos). En el quinto, pinchazo, media estocada y dos descabellos (palmas tras aviso).

Alejandro Talavante, de lila y oro, estocada desprendida (dos orejas); en el sexto, siete pinchazos y estocada trasera (silencio tras aviso). 

La plaza merendó como siempre en el intermedio de la corrida. Buenas son las meriendas de esta plaza. Sin embargo, cuando llegó el momento del ágape, ya estaba el público embiagado de presenciar el toreo bueno. Lo estaba el autor de la obra excelsa, Alejandro Talavante. Toda la plaza había vivido la emoción de un matador en estado de garcia y un toro con clase.

Venía uno de verlo en Málaga con nueve toros sin acabar de romper la tarde, pero lo sucedido en Almería nos viene a poner de manifiesto que lo de Málaga salió mal a pesar de Talavante, que se encuentra en un momento dulce de su trayectoria.

Toda obra taurina necesita un toro. El de Zalduendo se llamó ‘Mendaz’ y fue la piedra de toque ideal para realizar el toreo que pone a todos de acuerdo. De una nobleza excepcional, humilló para oler el albero de la plaza y se abrió en sus embestidas lo justo para que el suave toque de Talavante lo embarcara con mimo para llevarlo prendido hasta donde alcanzaba su brazo torero. A veces, el Zalduendo amagaba con marcharse, pero siempre volvía a buscar la muleta roja del extremeño. Un toro ideal y que recibió los honores póstumos de la vuelta al ruedo.

Talavante lo bordó. Ante semejante animal tenía que estar templado para no forzar su embestida rítmica; tenía que tocar lo justo, nunca en exceso, para no desplazar el camino de la arrancada; debía poner su imaginación a volar para improvisar y ser de nuevo el espada de la fantasía; y tenía que sentirse en cada muletazo para que el toreo tuviera el sello del arte. Todo eso, y algo más, puso Talavante, que dibujó naturales, derechazos, arrucinas, cambios de mano, de pecho, trincherillas… Un curso de toreo bueno que acabó de hinojos toreando al natural con limpieza y arrebato.

Algunos llegaron a pedir el indulto. El mismo matador se percató que no procedía tan premio y no lo buscó. Lo mató con más eficacia que otra cosa y paseó dos orejas, al tiempo que el buen Zalduendo era premiado con la vuelta al ruedo.

El sexto no le dejó completar la tarde. Embistió con mal estilo y nunca por abajo. Talavante solo lo intentó en una faena breve. Con la espada  marró más de lo imaginado. La obra de la tarde había tenido lugar en el tercero.

La corrida de Zalduendo se dejó a medias. Ni fue un dechado de bravura ni de fuerzas. Toros modernos, manejables, que se dejaron en general. Se picaron de forma simbólica, exhbieron poca casta y dejaron claro que, salvando ese tercero, no es así el toro que pide la fiesta.

El primero, escaso de pitones, dejó a Morante torear a ratos. No pudo lucirse con el capote en ninguno, pero en esa faena de muleta al que abrió plaza dejó algunos cuadros para el recuerdo, bien con la derecha, pero sobre todo, en una tanda final de naturales de frente, un recuerdo a Manolo Vázquez, que fue un primor por la forma de citar y de resolver cada muletazo.

Con el cuarto llegó el escándalo. El toro cayó conmocionado antes de que Morante comenzara la faena. Aunque se levantó, el animal estaba muerto. La plaza se levantó en armas pidiendo otro toro, pero no era posible. Una vez más, los cites de los banderilleros en los  burladeros inutilizaban a un toro. Morante lo mató mal y a otra cosa.

Castella pasó por Almería con buen toreo y pésima espada. A ambos astados les pudos cortar orejas, pero con ambos marró con la espada. Se enfrentó a dos toros manejables, justos de fuerzas, nobles pero con poca trnasmisión. Castella estuvo mejor en el segundo en esta fase actual de su tauromaquia con muletazos abriendo el compás para cargar la suerte. Los derechazos fueron muy logrados. Tras el arrimón y los circulares llegaron las manoletinas. Una labor muy compacta, probablemente de dos orejas, que emborronó con el acero.

El quinto no dijo nada en su presencia sobre el ruedo almeriense. Con poca casta, escasas fuerzas y mucha sosería, el francés anduvo solvente en una labor sorda que no rayó a más nivel por las carencias del toro.

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