Perera_Almeria2014Carlos Crivell.- Perera fue el triunfador de la tercera de Feria, Le dieron dos orejas de un manso de carretas después de una buena faena pero al que mató muy mal, escuchó un aviso antes de matar y no había toreado de capote. El Juli, poco brillante y muy bien Hermoso de Mendoza.

Plaza de toros de Almería, 29 de agosto de 2014. 3ª de Feria. Casi tres cuartos de plaza. Dos toros para rejones de San Mateo, despuntados, bien presentados y de buen juego, y cuatro de Charro de Llen, desiguales de presencia – el 1º muy chico y con pitones muy deficientes -, mientras el resto fue de buena presentación, justos de casta, nobles y en general sin fondo. El 6º, manso descarado y noble.

Hermoso de Mendoza, saludos y una oreja.

El Juli, de verde botella y oro, estocada trasera (una oreja). En el quinto, dos pinchazos y media atravesada (saludos).

Miguel Ángel Perera, de berenjena y oro, estocada (una oreja). En sexto, estocada baja (dos orejas tras un aviso).  Salió a hombros por la Puerta Grande.

Con Hermoso por delante en otra de las corridas extraordinarias organizadas este año con este genial rejoneador, la corrida se saldó con un balance de menos entidad de lo esperado. El caballero pagó el lugar ingrato de abrir plaza y se quedó sin trofeo después de una labor clásica y depurada sobre Disparate y Habanero.

A la salida del segundo, el buen aficionado sufrió una ligera decepción al comprobar que el de Charro no tenía ni trapío ni pitones. Y esto se cuenta con una cierta decepción. No hay en al actualidad una persecución muy rígida sobre los pitones, pero todo tiene un límite. Y si el toro estaba intacto, era evidente que no lo parecía. Ya saben lo de la mujer del César.

La lidia de ese primer toro fue un simulacro completo, parado precozmente en la muleta, a pesar de que el tercio de varas no existió. El Juli, ante semejante astado, estuvo a sus anchas en tandas con la derecha, una más por la izquierda, los circulares invertidos y el arrimón. La oreja era improcedente, incluso no había ni petición mayoritaria.

Por fortuna, la corrida cambió a partir del tercero, un toro mejor presentado, aunque también sin necesidad de picador. Miguel Ángel Perera anduvo sobrado, torero e inteligente. Mientras el de Charro aguantó, Perera toreó a su antojo con largura, temple y ligazón. Sigue en su buen momento. Lo mató muy bien y paseó una oreja que, comparada con la de El Juli, era como la noche y el día.

El cuarto fue para rejones. Otra lección de toreo a caballo del navarro con templanza ante un buen toro de San Mateo. Salió al ruedo Chenel y estuvo cumbre a dos pistas. En sus correrías cerca de las tablas pudo dibujar ese recorte por dentro que se ha dado en llamar ‘hermosina’. Una faena medida que remató con un par a dos manos sobre Pirata. Aunque mató al segundo rejón, paseó una oreja. Al final, escaso bagaje para un rejoneo tan bueno.

El quinto, segundo del lote de El Juli, estaba mejor presentado que el primero de su lote, algo nada difícil. Ese primer toro de lidia ordinaria es un lunar negro en esta feria. El toro embistió en tantas por ambos pitones algo rápidas, muy dominadoras, siempre poderosas, que no tuvieron el remate adecuado con la espada. El Juli parecía enfadado, se supone que consigo mismo.

El sexto salió de manso. De nuevo se vivió el triste espectáculo de la protesta popular ante un toro simplemente manso. Es una posibilidad que siempre puede ocurrir. Este sexto se movió con pereza en los primeros tercios. El tendido rugía enfadado, se supone que exigía la devolución del toro. El desconocimiento de los elementales principios del toreo es tan profundo que se asisten a situaciones desagradables como las de la protesta airada de un manso.

Perera sabía muy bien lo que se traía entre manos y lo brindó a la plaza, a pesar de las discrepancias de muchos de los presentes. El toro, manso, era noble y comenzó a embestir en la muleta dominadora del extremeño. Era el típico manso noble que engaña a quienes no están versados en la materia, lo que es muy habitual en nuestras plazas sin ninguna educación taurina. Dibujó tandas sobre ambas manos con pases muy largos por abajo; el toro se quiso ir a tablas, pero lo recogió para desengañarlo y pegarlo ya para siempre en su muleta. En una labor muy larga, acabó con el muletazo de Bernadó. Sonó un aviso sin entrar a matar, lo que hizo de forma defectuosa. La espada cayó baja, pero el señor del palco le concedió las dos orejas a un tiempo. Demostró que no está capacitado para subir al palco. Se creyó el más listo de la clase. Por la mañana había permitido la lidia del indecoroso toro segundo. Con una oreja hubiera bastado, pero ahí quedó la tarde de Perera en su año más feliz.

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