
Este último evento organizado, de cuya buena voluntad nadie puede dudar, ha mostrado carencias que no se pueden entender con facilidad. No se comprende que para hablar de Chicuelo se cite a tres toreros jóvenes, de los cuales solo uno tiene un estilo que puede asociarse a lo que representó Manuel Jiménez. Y se ha omitido la presencia de algunos compañeros de la información que han trabajado de forma denodada durante el año para honrar al torero. La convocatoria ha sido un éxito, a pesar de estas comparecencias y de estas ausencias. Por lo cual solo me queda felicitar a la organización, aunque estaría bien solicitar que a la hora de elegir participantes se actúe sin prejuicios.
Si estos actos son el estertor del año Chicuelo, vuelvo a insistir en que es verdad que se ha perdido la oportunidad de mostrar al mundo su trascendencia en la historia del toreo. Chicuelo tuvo la mala suerte de nacer en Sevilla. Si su cuna hubiera tenido lugar fuera de ella su dimensión sería inmensamente mayor. Pero aquí navegamos siempre entre dos aguas, el verde y el rojo, y pare usted de contar. Al año le ha faltado un verdadero compromiso institucional para unos actos de altura, bien publicitados, que pusieran al torero en el sitio que muchos pensamos que tiene en la historia. Veremos si con el centenario de la muerte de Gallito mejoran las cosas.