Gastón Ramírez Cuevas.- Erales: cuatro de El Vergel. Chicos pero con pitones. Los dos primeros no podían ni con su alma. El tercero se dejó torear y el que cerró plaza desarrolló sentido.

Toreros: Mariano Sescosse, despachó a su enemigo de dos pinchazos y casi media caída: vuelta al ruedo.
José María Pastor, entera trasera y tendida, y cinco golpes de descabello: vuelta al ruedo.
Héctor Gabriel, mató de dos pinchazos y casi media trasera: vuelta tras aviso.
Andrés Lagravère, más de cinco pinchazos y media estocada: palmas.

Después de dos festejos triunfales los sábados anteriores, era mucho pedir que hoy la suerte volviese a acompañar a los toreros y a la afición.

La cosa pintaba mal desde que al entrar a la plaza nos topamos con un tablao en el ruedo: ¡la empresa y el gobierno de Zacatecas nos tendieron una emboscada en forma! Sí señor, tuvimos que aguantar a un nutrido grupo de falsos gitanos durante media hora. A mí me gusta el flamenco como al que más, pero no antes de un festejo taurino y no interpretado por gente entusiasta pero sin la más mínima idea.
Luego salió el primero de El Vergel, un bicho que rodó por la arena desde antes de la vara. Mariano Sescosse se justificó muleteando a media altura con temple y aguante. Remató el trasteo con ajustadas joselillinas y luego mató mal. La posibilidad de cortar una oreja se esfumó ya que el gustado numerito de los estoques traicioneros había comenzado. El joven zacatecano se dio la vuelta al ruedo un poco a la torera, es decir, sin que la gente lo obligara.

Luego vimos a José María, el hijo del matador César Pastor. El muchacho de Aguascalientes nos dejó maravillados por su sitio, su sobriedad y su clase. Recibió al de El Vergel con dos elegantísimas medias largas cambiadas de rodillas. Después se gustó lanceando a la verónica y quitó por gaoneras largas y templadas, reminiscentes del Ave de las Tempestades, algo que casi nadie logra hoy en día. Puso los palos con acierto, sobresaliendo el tercer par, que fue de poder a poder.

Con la muleta nos regaló enormes tandas de derechazos rematadas con preciosos forzados de pecho. José María es la verticalidad absoluta, algo que se agradece mucho en esta época de tauromaquias retorcidas y compases demasiado abiertos. El reposo, el sello y la clase del joven coleta nos dejaron atónitos. Lástima que también le traicionó la toledana. Si no, creo que la gente hubiera pedido las dos orejas con fuerza. La vuelta al anillo fue más que merecida.

Héctor Gabriel Aquino Ferrer no las tuvo hoy todas consigo. El tercer cornúpeta fue el que más aguantó y más se dejó, pero puso al muchacho poblano en aprietos tanto con el capotillo como con los rehiletes.
La cosa remontó el vuelo cuando Héctor tomó la muleta. A base de arrimarse y completar los pases, el nieto de El Teniente puso al respetable al rojo vivo. Su abuelo le arrojó el legendario sombrero negro de charro y con éste en la zurda el carismático alumno de El Zapata le pegó al castaño espléndidos derechazos. Las manoletinas finales no tuvieron desperdicio. Pero a la hora de la verdad esta vez no hubo suerte. Después de un par pinchazos, un aviso y de una media que bastó, Héctor lloraba de rabia y no quería ni salir al tercio, pero el público de Arroyo, que es de los mejores del mundo, le obligó a dar una clamorosa vuelta al ruedo.

Andrés Lagravère “El Galo”, sorteó al más complicado del encierro. El toro era débil, se quedaba corto y buscaba. El joven yucateco se lució en el tercer par de banderillas, asomándose al balcón como los buenos. Lástima que le faltó firmeza en la faena de muleta. A pesar de algunos naturales a pies juntos y de ciertos derechazos de buena factura pero aislados, Andrés no llegó a encontrarle la cuadratura al círculo. Los aceros traicioneros, el leitmotiv de la tarde, volvieron a hacerse presentes y después de muchas fatigas y un bocinazo la gente sólo le tributó tibias palmas.

En suma, no fue un festejo memorable salvo por el milagro del toreo seco y finísimo de Pastor. Ya lo dice el refrán: Hay veces que nada el pato, y hay veces que ni agua bebe. Esperemos que los señores Arroyo repitan el próximo sábado a José María, una de las revelaciones de la temporada.

Foto: Héctor Gabril Aquino remata con el de pecho