Gastón Ramírez Cuevas

Novillos: Cuatro de Sergio Rojas, bien presentados excepto el cuarto. El segundo y el tercero fueron aplaudidos en el arrastre.

Novilleros: Miguel Alejandro, pinchazo hondo, entera desprendida y dos golpes de descabello, palmas. Sufrió una cornada en el muslo derecho.
Luis Ignacio Escobedo, casi media que bastó. Vuelta al ruedo un poco excesiva.
Rodrigo Ochoa, múltiples pinchazos y descabellos para escuchar un aviso y ser ovacionado. Leonel Olguín, dos pinchazos, casi media y una entera en el rincón. Oyó un aviso y fue ovacionado.

Tercera novillada de la temporada de la Plaza de toros Antonio Velázquez del restaurante Arroyo. 31 de julio de 2010.

Ayer hubo un poco de todo en la plaza de los señores Arroyo, como casi siempre. Por lo tanto, el festejo fue entretenido, pero lo que no apareció por ningún lado fue la suerte de matar hecha con eficacia, entrega y oficio. De los diez novilleros que ya han visto acción en lo que va de la campaña, sólo el tlaxcalteca Óscar Amador nos ha demostrado que la suerte suprema no es para él un enigma y eso le valió el cortar la única oreja hasta el momento.

A Miguel Alejandro le tocó el novillo peligroso. Un cornúpeta que no humillaba y tenía sentido. Fue abominablemente picado hasta en tres ocasiones, nunca en las cercanías del morrillo, siempre trasero.

El muchacho guanajuatense le plantó cara por el pitón menos indicado, el izquierdo o zocato, y pagó las consecuencias. El morito le dio coba en dos embestidas y a la tercera le pegó una cornada seca en la pierna derecha. Maltrecho pero valiente, finalizó su labor con muletazos de castigo que fueron entendidos y aplaudidos por la gente. De haber estado fino con el acero…

Vimos a continuación a un joven de Zacatecas, Luis Escobedo, quien gustó al público por su elegancia y actitud. Las verónicas fueron de buen trazo y la media con la que dejó al toro en los medios después del puyazo fue superior. Le tocó en suerte un toro de muy buen estilo, codicioso y alegre. Logró buenos momentos al derechazo, ajustándose y luciendo, y hasta voló espectacularmente al ser prendido sin consecuencias por el bicho. El de Sergio Rojas era un toro que pedía poder y oficio con la muleta, pero Escobedo todavía está bastante verde. Sin embargo, le veríamos gustosos de nuevo. Hay que señalar que el astado ocasionó un tumbo espectacular segándole las patas delanteras al equino, y ahí vimos a Christian Sánchez hacer un quite cambiándose el capotillo a una mano, que nos hizo pensar en las antiguas litografías de Perea para la revista La Lidia.

Le tocó el turno al debutante Rodrigo Ochoa, quien sorteó el novillo más fácil del encierro. Si el anterior embestía con cierta fiereza, éste era noble y colaborador. Hubo muletazos aislados de buena factura por ambos perfiles, templando y estirándose, pero el novillero hidalguense nunca se confió plenamente. Con la toledana estuvo fatal, perfilándose con un innovador estilo. Bueno, eso tiene remedio. La gente, que goza de la escuela mexicana del toreo, le tributó sonora ovación.

Y salió el novillo de Leonel Olguín. Fue éste un ejemplar bastante rajado, de poca clase y poco fuelle. Había que pisarle mucho los terrenos y aguantar, sin perder jamás paso alguno. Así lo hizo Leonel, gustándose además en un toreo que, por la barba encajada en el pecho y la inusitada longitud del muletazo, nos trajo a la mente el recuerdo del Faraón de Texcoco, el compadre Silverio. Hubo un temple portentoso en un par de naturales (algunos a pies juntos), otro de derechazos, los de pecho, algún molinete, etc. Sin embargo, al sentirse podido, el torito se rajó feamente. El novillero del Estado de México se precipitó un poco a la hora de matar, si no, como en su primera comparecencia la temporada pasada, hubiese cortado una merecidísima oreja. Podemos afirmar que, hasta ahora, los mejores pases del serial los ha pegado Leonel, los más sentidos y los más clásicamente silveristas.

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