Carlos Crivell. Sevilla, 1950. Este médico lleva casi cuatro décadas de crítico taurino. Pero empezó mucho antes a disfrutar de la tauromaquia, cuando, de niño, acompañaba a su padre a la Maestranza. Acaba de publicar un libro sobre ‘El Cid’.

Machado escribió: «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla» y usted podría decir «mi infancia son recuerdos de una plaza de toros…».
Son recuerdos que me han marcado. Nací enfrente de la plaza de toros de Sevilla. Cada tarde de toros, cuando era un chaval de pocos años, vivía con intensidad la corrida desde los alrededores. Mi afición se cimentó al principio con el ambiente de la plaza.
Con 9 años ya contaba con el abono de la Maestranza.
Antes ya acudía porque mi padre me dejaba el suyo en algunas novilladas. Cuando se percató de que mi afición era cierta, me sacó el abono en la temporada de 1959 y así hasta que falleció.
Nació cerca de la plaza de toros y ha vivido toda su vida por la zona. Estaba predestinado como crítico taurino.
El nacimiento cerca de la plaza, junto al magisterio de mi padre, me hizo aficionado. Lo de crítico, como ocurre tantas veces, fue un cúmulo de circunstancias que se conjuntaron para que llegara a ejercer la información y la crítica.
¿Qué fue lo que le atrapó del mundo del toro?
Muchas cosas. Lo primero, su verdad. El juego al borde del abismo del hombre con la fiera es un ejemplo de la vida misma. Luego, la capacidad del hombre para crear arte ante el toro, el colorido, la emoción de la lidia, el valor de los toreros. Es una fiesta apasionante.
37 años dedicado a la crítica taurina dan mucho de sí. ¿Cómo empezó?
Comencé en la radio. Ya había acabado la carrera de Medicina y tenía mi plaza fija en el hospital. Sin ninguna experiencia anterior, me dieron la posibilidad de hacer un programa diario en Antena 3 Radio. Fue un salto mortal que salió bien. Debo mostrar mi agradecimiento al director de la emisora en aquellos tiempos, Pepe Olmedo, que ha fallecido, y a Antonio García Barbeito. Al año siguiente, salté a los periódicos y revistas taurinas. Mis mejpres etapas han estado ligadas a la Cope en radio, y a El Correo de Andalucía en periodismo escrito. Fui director de Toros 92 e incluso presenté programas de toros en Giralta TV.
¿Cómo ha cambiado el mundo del toro en estas casi cuatro décadas?
Ha cambiado mucho. Y la mayoría de los cambios no han sido para mejor. En mis años de aficionado antes de ejercer la crítica, y durante la década de los ochenta, todavía salía un toro más encastado y los toreros se ponían delante de un ganado de distintas procedencias. Ahora, casi todo es muy previsible en la Fiesta porque el toro está muy seleccionado para ser muy noble, y casi todos los matadores se parecen mucho.
¿Cuántas corridas de toros habrá visto? ¿Cuál le impactó más?
He podido cubrir temporadas completas en la mayoría de las plazas andaluzas. Calculo que he presenciado más de 2.500 festejos taurinos. En los años 90, algunas temporadas superaba los 100 festejos. Hay muchas corridas inolvidables, algunas porque fueron dramáticas; otras, por el triunfo de los toreros. Siendo muy joven pude ver a Curro Romero lidiar seis toros en solitario en Sevilla el 19 de mayo de 1966, un día que cortó 8 orejas. Fue algo impresionante. Recuerdo la tarde del 15 de abril de 1988, cuando Paco Ojeda inmortalizó al toro ‘Dédalo’; también el día que Espartaco cuajó al toro ‘Facultades’ en 1985 y que le cambió la vida; una faena de Morante en Jerez en el sexto, que me hizo tirar el ordenador porque ya tenía escrita la crónica y se entretuvo en cortar un rabo; el día que El Cid cuajó al toro ‘Borgoñés’ de Victorino en Sevilla, o la corrida más reciente del triunfo de Pablo Aguado el 10 de mayo del pasado año, otra corrida que le cambió la vida al torero. La más triste fue la del 1 de mayo de 1992, el día que murió en Sevilla Manolo Montoliú.
Acaba de publicar un libro sobre el torero ‘El Cid’ y uno de los motivos que le empujó a escribirlo es que no ha recibido todo el reconocimiento que merecía, ¿por qué fue así?
Es cierto que ‘El Cid’ ha sido un torero al que le ha faltado el reconocimiento que su trayectoria merecía. Los motivos de que esto ocurra no son fáciles de explicar. Tal vez haya sido un torero que no ha tenido quien le escriba y también algo de mayor presencia en los medios no taurinos. Los buenos aficionados saben muy bien qué tipo de torero ha sido el de Salteras. Entre los motivos que he tenido para escribir este libro, uno de ellos ha sido el de intentar poner en su sitio a un torero muy bueno. La vida de los toreros es tan dura que todos los que llegan a la cumbre deberían tener un texto que contara su vida. Debo agradecer a la editorial El Paseo que haya apostado por un libro de temática taurina.
Usted sostiene que los triunfos de ‘El Cid’ se minimizaban, supongo que a otros les pasará justo lo contrario ¿nos puede decir algunos?
Se minimizaban por parte de algunos informadores. O se trataba de ponerle objeciones ridículas a sus triunfos. Muchos de ellos acabaron más tarde admitiendo la dimensión de torero de ‘El Cid’. Es cierto que ha habido toreros sobrevalorados a lo largo de la historia. Me va a permitir de me reserve los nombres. Solo el hecho de ser torero ya es algo heroico. No quiero quitarle ni un gramo de gloria a quien se pone delante de un toro. Sin embargo, es verdad que hay matadores que han logrado mayor eco del merecido.
Cuenta con otro libro sobre Pepe Luis Vázquez escrito con Antonio Lorca. ¿Por qué está considerado uno de los diez toreros más importantes de la historia?
Pepe Luis, así a secas, fue un torero que conjuntó la inteligencia y la calidad. Entendió al toro como el mejor de la historia y tenía un arte sublime. Es un icono del toreo de todos los tiempos. Es Sevilla vestida de luces.
Su casa alberga un tesoro en forma de archivo de los últimos 50 años de toreo.
Siempre entendí que para estar documentado tenía que conservar los datos de todo lo que sucedía en la Fiesta. Conservo muchos documentos que, con el tiempo, deben adquirir mayor valor. Me han ayudado mucho en mi faceta de crítico y a la hora de escribir los libros.
Usted mantiene que la vida de los toreros es de mucho sacrificio, pero a veces este esfuerzo se ve eclipsado por su ajetreada vida personal. Tengo en mente a Enrique Ponce.
La vida de un torero es de un sacrificio permanente. Sin sacrificio no hay triunfo. La vida fuera de los ruedos ha ayudado a muchos de ellos a mantener una popularidad que les ha beneficiado porque así son más taquilleros. Enrique Ponce es un gran torero. Ya ha escrito lo más importante de su historia torera. Lo que pasa ahora en su vida no nos importa a los buenos aficionados, aunque la exposición mediática excesiva no es buena en algunos casos.
En el toreo, ¿hay modas?
Sí, tanto en la lidia como en otros detalles. De pronto se ponen de moda las manoletinas y todos acaban sus faenas con ese muletazo. Respecto a los vestidos de torear y los avíos, ahí se mantiene una mayor tradición.
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
Fue distinto. Para cada uno de los que amamos algo, lo mejor es aquello que nos ayudó en su momento a conocer la esencia de esa actividad. En el toreo, ha habido un lento deterioro de muchos aspectos que han empeorado los festejos. De forma paulatina, se van perdiendo aspectos básicos que ya no se podrán recuperar. Pero hay otros datos que son positivos. El toro que se lidia ahora ha permitido contemplar el toreo más estético posible de todos los tiempos. Lo que pasa es que el toro que sale no tiene la agresividad y la fiereza de antaño. Me hubiera gustado ver a Antonio Ordóñez con un toro de los que salen hoy a las plazas.
Una tarde aburrida en la plaza y el culpable es ¿el toro o el torero?
El toro es el rey de la fiesta. Si hay un toro serio en la plaza no puede haber aburrimiento, aunque ese toro no haya sido bien toreado por el espada de turno.
El sector taurino pide al Gobierno que no haya agravios con otros ámbitos de la cultura en el reparto de ayudas.
El Gobierno está incumpliendo la ley. La tauromaquia es parte de la cultura por ley. Se está produciendo un maltrato al sector taurino que raya en la prevaricación, sobre todo cuando se le han negado las ayudas a los banderilleros y picadores, que es un grupo de trabajadores que están abandonados por el Gobierno.
¿Cómo está la situación en el mundo del toro por la crisis del coronavirus?
Está muy mal. 2020 será un año perdido casi por completo, lo que es grave para el futuro. Las grandes plazas, Sevilla y Madrid, parece que no van a dar toros. Está ese tema de los banderilleros, mozos de espadas y picadores abandonados. Pero la fiesta seguirá, seguro. Es el momento de cambiar muchas cosas, algo que esperamos todos. No se puede volver con las mismas estructuras anteriores a la pandemia. De momento, soy escéptico. Los que dominan los hilos del toreo siguen en sus mismas posiciones. El futuro depende de que la corrida de toros vuelva a ser un espectáculo atractivo por la emoción que producen los toros con casta y los toreros capaces.
Las imágenes de la plaza de toros de El Puerto, abarrotada, durante una corrida a principios de agosto y conciertos de música como los de Loquillo, con el público separado y guardando las distancias, han molestado a muchos músicos y artistas. ¿Hay doble vara de medir?
A principios de agosto, la Junta permitía una ocupación del 50% del aforo de las plazas de toros. Ahora es menos. En El Puerto se vendieron menos de ese porcentaje. Las imágenes que se han difundido son engañosas. Hay otras tomadas desde arriba que dejan muy claro que había separación entre los espectadores. Sin embargo, es verdad que había quienes no tenían colocada la mascarilla. Era de esperar que los demagogos y antitaurinos arremetieran contra los toros, pero no hay doble vara de medir. Eso sí, hay que tener precauciones, no quitarse las mascarillas, porque las corridas estarán siempre en el punto de mira de los intransigentes.
Ha compaginado su labor como crítico taurino con la de médico en el Hospital Virgen del Rocío. La pandemia le pilló ya jubilado.
No sabe cómo me he acordado de mis compañeros de hospital. La labor de los sanitarios en España ha sido ejemplar. No sé si mi condición de especialista de Aparato Digestivo me hubiera permitido tratar enfermos del coronavirus. La sanidad, la pública y la privada, ha mostrado un comportamiento admirable. En mi caso defiendo la sanidad pública. Han trabajado sin la protección debida. Son unos héroes.
La crisis del coronavirus ha asestado una grave cornada a la sanidad, ¿cuál es su diagnóstico?
La sanidad ha respondido en la pandemia por encima y a pesar de los políticos. Creo que ha salido reforzada de esta catástrofe. Podemos confiar en los sanitarios de este país.
Cuéntenos algún secretillo del mundo del toro…
En sentido estricto, casi no hay secretos. Existen historias que rayan lo increíble. Hay algo que, aunque no sea secreto, conviene recordar. Antes se decía: «Ganas más que un torero». Ahora, lo que se dice ganar dinero de verdad, solo hay un matador que lo gana, José Tomás, pero solo torea una o dos corridas al año y no siempre. Los toreros ya no ganan tanto dinero.
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