Alvaro Pastor2011Álvaro Pastor Torres.- Desde Londres a Madrid, según el genio de Manuel Pareja Obregón, pero eso era en tiempos de Alfonso XIII y la poco taurina Victoria Eugenia, la inglesita que con el abanico se tapaba la cara para no ver los caballos destripados en una fiesta sin petos y con banderillas de fogueo. En el caso de ayer, camiones iban y venían por la romana ruta de la Plata para mantener el cartel previsto, y no tener que devolver la ídem al sufrido y pagano respetable. Catorce reses de la familia Hernández –Garcigrandes, garcichicos y garcimediopensionistas– hubieron de reconocerse para poder echar cinco al albero. El acta del orden de lidia -firmada y sellada por la autoridad supuestamente competente-, y en especial el apartado de toros rechazados, parecía, con tantos nombres y números, un híbrido entre la lista de los reyes godos y la del sorteo de la ONCE. La relación de las causas de devolución (falta de remate, cornicorto, falta de conformación zootécnica para la categoría de la plaza, etc.) harían sonrojar al más pintado si aquí hubiera un mínimo de decencia y decoro.

Salvo el que hizo segundo, el primer toro de la factoría salmantina que tanto gusta a las figuras, un retal feo de cojones, renqueante y descoordinado desde la salida, que fue claudicando reiteradamente y dio más rodillazos que en un día del Corpus, el resto de los toros estuvieron dignamente presentados, que es lo menos que se puede pedir. Lo que lleven dentro ya es harina de otro costal.

El Cid, sin llegar a ser el doctor Jekyll y mister Hyde en uno solo, mostró dos caras distintas. Ante el Jandilla que abrió plaza y remendó corrida –un animal que hizo de sobrero el día que pasaportaron a sus hermanos- estuvo como nos tiene acostumbrados últimamente: ni para el sol ni para el agua. Al manso cuarto en cambio le hilvanó una faena “voluntariosa”, de solanera y talanqueras, movida de pies, con poca línea argumental más allá de dar muletazos –pocos por tanda- dónde y cómo quiso el toro. La petición de oreja tras todo esto, una estocada caída y un certero descabello no procedía.

A Luque parece que si no le salen las cosas como las trae pensadas del hotel se empieza a impacientar y le llega el bloqueo. Con todo se le ha pasado la feria en blanco, o mejor, en gris tirando a oscurito. El año que viene será. O el otro. O el otro; es joven.

Saldívar poco justificó su viaje transatlántico y su inclusión en este abono que es “una apuesta por el mañana”; si lo que estamos padeciendo es el fututo de la fiesta, mejor que nos aficionemos desde ahora mismo a la petanca o a coleccionar vello púbico, como hacía el berlanguiano marqués de Leguineche. Verde como el color de la Esperanza que vestía, embarullado, sin sitio y hasta un tanto medroso.

A punto de terminar la cansina tarde un incondicional de la grada retomó las sevillanas con el famoso “no te vayas todavía”. Aún me pregunto si era por el toro, que apuntó una leve querencia a rajarse, o por los muchos parroquianos hartitos ya de coles que hacían mutis por el foro buscando una cerveza, una rubia como los trigos a la salida del sol.

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