DCF 1.0

Gregorio Álvarez

El 25 de agosto de 1914, martes, se celebró con un gran lleno una corrida en la plaza de toros de Santa Olalla del Cala, en la que se lidiaron 4 toros del ganadero local Fernando Álvarez Delgado (abuelo paterno de quien esto escribe), actuando como único espada el joven matador sevillano-peruano de 19 años José Gárate Limeño, que había tomado la alternativa en Valencia un año antes; el apodo de Limeño le venía por su padre, Enrique Gárate Echenique, que era natural de Lima (Perú), quien a los 14 años se embarcó como polizón, estableciéndose en Sevilla, siendo después un afamado banderillero que toreó a las órdenes de grandes figuras como Rafael El Gallo, Antonio Montes  o Cocherito de Bilbao.

            Enrique contrajo matrimonio con Natividad Hernández, hija del matador de toros sevillano de dinastía Joaquín Hernández Parrao, siendo toreros los tres primeros hijos de este matrimonio: Joaquín, el mayor, banderillero enrolado en la cuadrilla de su hermano José, arriba nombrado, y Manuel Gárate Hernández Limeño Chico, el menor, que a la sazón tenía 17 años y estaba empezando su carrera como novillero, con unas cualidades innatas extraordinarias, mereciendo unánimes elogios de aquellos que lo habían visto torear, entre ellos Juan Belmonte, que le había dedicado alabanzas públicas. Era, en ese momento, una gran esperanza de la afición. Pero en Santa Olalla un toro se le cruzó en su camino.

            Esta corrida la toreó Manuel, lo cual no estaba previsto, por un terrible y cruel designio del destino: la víspera del festejo fueron el padre y los tres hermanos a ver la corrida al campo, ya apartada, que se encontraba de forma provisional en un pequeño corral de altas paredes, sin burladeros; Joaquín se bajó imprudentemente a donde estaban los toros, siendo advertido por los allí presentes con un «tenga usted cuidado». El toro Gitano, de cinco años, berrendo en negro, se le arrancó. Joaquín subió por la pared tratando de coronarla, pero antes de conseguirlo Gitano le dio un tremendo golpe hacia arriba que lo tiró violentamente al otro lado de la valla, lo que, con toda seguridad, le salvó de que sufriera un percance de incalculables consecuencias, pero a costa de sufrir fuertes traumatismos y contusiones que le impidieron ir de banderillero con José en la corrida. Su padre decidió que lo sustituyera Manuel, que, aunque era novillero (entonces no existía Registro General de profesionales taurinos) y muy joven, dominaba todos los tercios de la lidia, en especial el de banderillas. (Este percance me lo contó mi padre, Fernando Álvarez Leal, quien entonces tenía 16 años y fue testigo presencial de los hechos). Durante la corrida este mismo toro hirió gravísimamente a Manuel.

            Toda la prensa nacional, especialmente la sevillana, se hizo eco de la cogida.   Por ejemplo, el diario «El Noticiero Sevillano”, en su edición del jueves 27 de agosto de 1914, publicó lo siguiente:

            “EDICIÓN DE LA MAÑANA. – La cogida de Limeño Chico-”

            “Personas llegadas anoche a Sevilla nos facilitaron algunas noticias relacionadas con la gravísima cogida que sufrió anteayer en Santa Olalla el joven novillero Manuel Gárate, Limeño Chico. Según nos dicen, cuando terminó la suerte de varas del primer toro, Manolo puso un par de banderillas, y al salir de la suerte fue perseguido por la res hasta uno de los burladeros, en el que intentó entrar aquél por el lado derecho, pero como viese que no podía por obstruir el paso algunos individuos, siguió su veloz carrera, pretendiendo meterse por el lado izquierdo, en cuyo momento lo alcanzó el bicho, que le infirió una grave cornada en el costado derecho.(…). La cogida -nos dicen- produjo en el público honda impresión (…). El padre estaba como loco y no había palabras con que consolarle. Inmediatamente se envió razón a Sevilla para que fuera el doctor Vázquez Elena, el cual llegó en su automóvil, reconociendo enseguida a Manuel, practicándosele una dolorosísima cura, pues fue preciso llevar a cabo la distensión de la herida hasta el vientre, a fin de poder reconocer mejor la lesión y apreciar los estragos que el asta había producido. (…). Para que no tenga movimiento el diestro ha sido sujeto con ligaduras al lecho. (…). En el cuarto [de la fonda] que ocupa el lesionado no se permite la entrada a nadie más que a su padre. El señor Vázquez Elena y su practicante continúan a la cabecera del diestro.”

             En la cogida hubo un detalle que hizo el hecho aún más dramático, y que me fue referida por mi padre en más de una ocasión: la persona que estaba en la boca del burladero, que impidió que Manuel entrara en él, fue ¡su propio padre!

            El semanario madrileño “La Lidia” (quizás la mejor publicación taurina de cuantas han existido), en su número de 1 de Septiembre de 1914 da amplia información del tema e incluye el siguiente parte facultativo: “Manuel Gárate, Limeño Chico, tiene una herida penetrante en el hipocondrio derecho, que llega a la cavidad abdominal con herida del colon ascendente y desgarramiento de hepiplogastro hepático, con salida de materias fecales y productos biliares. Termina la herida en el hipocondrio izquierdo subcutáneamente, con desgarramiento del peritoneo. Pronóstico gravísimo.”

            Una cogida de estas características, que atraviesa el vientre de lado a lado, con perforación de intestinos, salida del contenido intestinal, pérdida de líquido biliar, desgarro del peritoneo…, en una época en que los antibióticos no se habían descubierto todavía, era mortal de necesidad. No obstante, se hizo lo humanamente posible para intentar salvarle la vida, como fue el hecho de que acudiese el Dr. Vázquez Elena, uno de los más famosos cirujanos que había entonces en España, y que tuviera que operarlo a vida o muerte lejos de un quirófano, en el cuarto de una fonda de pueblo, sin medios algunos, al parecer sin ni siquiera anestesia, lo que se deduce de la crónica anterior que señala que «para que no tenga movimiento el diestro ha sido sujeto con ligaduras al lecho». ¡Tremendo! Como es fácil deducir, las probabilidades de supervivencia eran prácticamente nulas.

            La muerte se produjo el miércoles día 26, a las once de la noche (el horario oficial español de 1914 llevaba dos horas de retraso con respecto al actual), después de treinta horas de dolorosísima agonía. El hecho produjo tristísima impresión en el vecindario. Toda la prensa española, y sobre todo la de Sevilla, se hizo eco de la noticia con gran profusión de datos.

            Así , «El Correo de Andalucía» del viernes 28 de agosto de 1914:

            “Después de enormes sufrimientos, en la madrugada de ayer falleció el desgraciado joven Manuel Gárate (Limeño Chico), víctima de la terrible cornada que le produjo el toro Gitano, de la ganadería de D. Fernando Álvarez Delgado, lidiado en primer lugar en la corrida celebrada en Santa Olalla el pasado martes. Limeño Chico, que sólo contaba 17 años de edad, era, sin embargo, lo que se llama un gran torero, entendido, elegante y arrojado (…) Manolito Gárate era una esperanza del arte, y, de no haber tenido la fatal desgracia que con justo dolor lloran los suyos (…) su nombre hubiera figurado entre los de los diestros de mayor categoría. En paz descanse su alma y reciba su familia, particularmente su padre Enrique Gárate y sus hermanos José y Joaquín, la expresión de nuestro más sentido pésame. … ”.

            Su cuerpo fue embalsamado y permaneció en la fonda donde murió hasta el viernes 28. Ese día, a las dos de la tarde, se organizó la comitiva para llevar el cadáver a hombros de su cuadrilla hasta la estación del tren, asistiendo el pueblo en masa. El ferrocarril minero lo llevó hasta Camas en un coche «con cuatro blondones», para después hacer el trayecto hasta Sevilla en un furgón fúnebre en el tren que venía de Huelva, llegando a la estación de Plaza de Armas una vez oscurecido. Para recibir el cadáver se habían congregado más de diez mil personas y gran cantidad de toreros (“El Liberal” nombra a más de 70), «donde también se encontraba presente el clero de la parroquia de San Vicente con cruz alzada”.

            Al día siguiente, sábado 29, fue el entierro. Se organizó la comitiva fúnebre presidida por el padre del torero fallecido y por su hermano José, «ya que el mayor de los hermanos, Joaquín, tuvo que ser llevado a casa desde la estación porque venía afectadísimo y algo enfermo”. (Esto concuerda con lo dicho más arriba del tremendo golpe que recibió unos días antes en el campo).

            Este luctuoso hecho es la única vez que ha ocurrido en esta plaza,  acontecido a los dos años justos de su inauguración,. Esperemos que nunca se repita.

Fue enterrado en el cementerio de San Fernando de Sevilla, a unos cien metros de las tumbas de El Espartero, Joselito, Ignacio Sánchez Mejías, Rafael El Gallo, Juan Belmonte, Paquirri

¡Descanse en paz!

Gregorio Álvarez Márquez.  

Agosto de 2014.

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