Carlos Crivell.– Otra vez media plaza. Dos carteles de lujo y muy poca gente. Lo de Córdoba ya es preocupante. Finito despertó a la plaza poco después de las seis, hora fijada para la corrida por aquello de la pelota. La despertó con un toro gordo de poca cara, noble y obediente, al que hizo una faena sencillamente genial. Finito toreó a placer en tandas preñadas de empaque y buen gusto. Todo fue un conjunto armónico, elegante, majestuoso. Entre tantos muletazos, un kikirikí fue inolvidable. Pagó el detalle de abrir plaza y solo paseó un trofeo tras matarlo a la primera.
El cuarto fue tan bonito como escaso de presencia. Además, muy flojo. Juan Serrano fue un torero de fe. No le importó que el animal claudicara en las primeras arrancadas. Pase a pase volvió a componer una labor de matices exquisitos. No fue posible la ligazón, el toro no lo hubiera permitido. Fue posible la belleza del toreo del mejor Finito. Otra vez mató pronto y otra vez paseó el anillo en triunfo.
En la floja y noble corrida de Juan Pedro, de presencia impropia de una plaza de primera, el segundo no le gustó a Morante. No se salió del capote y no buscó la muleta. Faena virtual, de intentos sin convicción, mal rematada con el estoque. El recital de Morante llegó en el quinto, que fue un toro tan noble como flojo, de embestidas pastueñas, al que logró torear de manera prodigiosa con tandas sobre ambos pitones de mucha calidad. Improvisó algunos adornos, hubo arabescos incalificables, pero sobre todo hubo un curso de torería de la buena. Entre los muletazos, allí quedó un natural final eterno. Lo mató bien.
Roca Rey le cortó una oreja al tercero por una faena de valor. El de Juan Pedro fue un toro de arrancadas desiguales. Roca se atornilló al albero y fue extrayendo agua de un pozo casi seco. Con la espada fue de nuevo fulminante. Apretó en bonito sexto, chico y noble. Mezcló chicuelinas con verónicas, quitó por gaoneras y se subió encima del juampedro. Comenzó de rodillas, siguió con el toreo fundamental con el toro ya aplomado, pero Roca se metió en su terreno para asustar a la plaza. Lo mató a la primera.
A Morante se lo llevaron por la Puerta Grande a hombros. En Córdoba ha podido torear ese toro que busca, chico, noble y sin fuerzas. Cuando se torea como lo hace Finito o el mismo Morante, casi se olvida uno del toro, pero en plazas de primera hay que lidiar algo de mejor presentación
Plaza de toros de Córdoba, 26 de mayo de 2018. 2ª de Feria. Media plaza. Seis toros de Juan Pedro Domecq, justos de presentación, nobles y sin fuerzas. Nobilísimos 1º , 4º y 5º; flojo y sin recorrido, el 2º; sin recorrido, el 3º; flojo y apagado, el 6º.
Finito de Córdoba, de corinto y oro. Estocada desprendida (una oreja). En el cuarto, estocada trasera (una oreja).
Morante de la Puebla, de nazareno y oro. Cuatro pinchazos y estocada (silencio). En el quinto, estocada (dos orejas).
Roca Rey, de blanco y plata. Estocada (una oreja). En el sexto, estocada (una oreja).
Minuto de silencio por Ramón Vila y el empleado de la plaza Ramón Arce. Saludó en banderillas Javier Perea en el cuarto y Juan José Domínguez en el sexto. Minuto de silencio por Ramón Vila y el empleado de la Plaza Ramón Arce.