José Luis Moreno renace por primavera y corta su tradicional oreja en la plaza de Córdoba. El de Dos Torres exprimió al buen primero y se lució con el cuarto, con el que pinchó. Rafaelillo, discreto con un mal lote y Bautista, frío.  

Seis toros del Marqués de Domecq, desiguales de presencia y juego. La corrida fue una escalera en presentación con dos toros por encima de los seiscientos kilos. En general, justos de raza y fuerzas. Fueron nobles, primero, cuarto y sexto.

José Luis Moreno: estocada tendida (una oreja) y dos pinchazos y descabello (saludos).
Rafaelillo: estocada (saludos) y dos pinchazos y estocada (saludos).
Juan Bautista: metisaca y dos pinchazos (silencio) y estocada desprendida (saludos).

Plaza de Córdoba. 2ª de Feria. Un cuarto de plaza.

Carlos Crivell.- Córdoba

José Luis Moreno renace todos los años en la primavera cordobesa. Su larga trayectoria, jalonada de triunfos y cornadas, siempre en espera de llegar a una cumbre que se le negó tantas veces, unas por culpa de la espada, otras por percances a destiempo, podría hacer pensar que el torero de Dos Torres está de vuelta. Pero Moreno es un torero en el más amplio sentido de la palabra. Todos los años se hace presente en Los Califas con su estilo fino y clásico para lanzar su proclama. Sigue ahí, la calidad intacta, la ilusión inmarchitable y el concepto puro. El problema es que el tiempo pasa y necesita algo más fuerte que una oreja faciloan en su plaza.

De la primera corrida de la feria cordobesa, los mejores pasajes llevaron su firma, Nunca se sabrá si a un torero le han tocado los mejores toros o es que hay toreros que mejoran la condición de sus reses. Los dos toros del torero cordobés fueron nobles en la muleta. Ambos fueron nobles en la muleta porque Moreno se situó en el sitio y templó sus arrancadas. Todo ello en una corrida muy floja del Marqués de Domecq con algunos toros muy nobles.

El primero de la tarde movió sus kilos gracias a un torero dispuesto, firme y seguro. La faena fue casi toda por la derecha, en tandas de buen aire en las que la ayuda del espada fue crucial para que el del Marqués moviera sus kilos. La faena bajó de intensidad por la izquierda. Aún con una estocada de efectos rápidos, la oreja pareció algo benévola.

Si la corta en el cuarto nadie hubiera podido poner reparos. El toro fue noble pero muy justo de fuerzas. De nuevo brilló un torero de temple admirable y buen gusto, que ahora en la tanda final con la izquierda prolongó una embestida que parecía apagada. Fue ese tipo de faenas de menos a más que acabó con el respaldo unánime de la afición. Ahora reapareció la mala espada de Moreno que le impidió cortar al menos otra oreja.

La otra faena de la tarde fue la del sexto de Juan Bautista al toro más noble del encierro. La faena fue limpia, pulcra y aseada, conceptos que parecen un anuncio de un detergente, pero que definen a un torero que transmite poco en su quehacer, aunque los muletazos resulten aparentes. El toro sexto fue muy noble, la faena fue correcta, mejor por la derecha porque apenas lo intentó una vez con la izquierda. A pesar de matar de una estocada caída, esta vez no hubo trofeo.

Antes, con tercero, Bautista había tropezado con un toro inválido que apenas le permitió esbozar esa limpieza de su toreo, que suele pecar de una frialdad exagerada.

Rafaelillo se enfrentó a los toros de menos posibilidades. El segundo se quedó cortó en los viajes y el denuedo y valor del murciano no fueron suficientes para lograr el lucimiento. El quinto fue otro animal muy flojo y se escasa vitalidad. Rafaelillo lo intentó en una labor es escaso relieve.

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