El astigitano Miguel Ángel Delgado ya es matador de toros, aunque con la espada perdió los trofeos, pero dejó la huella de su estilo templado. El resto, de escasa entidad con toros sosos y toreros de poca intensidad.

Seis toros de Gavira, desiguales de presencia – el segundo muy chico-, flojos, descastados y sin peligro para los toreros. Más noble y duradero el segundo. El mejor, el sexto.

Alejandro Talavante: dos pinchazos, atravesada y cinco descabellos (saludos tras aviso) y pinchazo y atravesada (palmas).
Julio Benítez "El Cordobés": estocada baja (vuelta al ruedo) y pinchazo y estocada atravesada (saludos).
Miguel Ángel Delgado (alternativa): estocada trasera (saludos) y dos pinchazos y dos descabellos (vuelta al ruedo  tras aviso).

Plaza de Córdoba, 8ª de Feria. Un cuarto de plaza.Miguel Angel Delgado tomó la alternativa con el toro de nombre “Campolargo”, número 53, 520 kilos, nacido en abril de 2004. Este toro de la ceremonia lo brindó a su padre, Pablo Delgado, subalterno en la cuadrilla de Sebastián Castella.

Carlos Crivell.- Córdoba

Écija, ciudad de torres y toreros, tiene desde ayer un nuevo matador de toros. Hasta la ciudad califal le acompañaron para presenciar la ceremonia un grupo de seguidores animosos. Menos de los que la ocasión merecía. Y es así porque este chaval llamado Delgado tiene unas buenísimas condiciones para ser torero. El tiempo será el juez inflexible que dictará sentencia, pero en esta fecha de su doctorado ha dejado la impronta de un torero templado, serio y responsable. Lo mejor de la tarde salió de su capote y su muleta.

La corrida de su alternativa quedará marcada por la escasa asistencia de público a la plaza de Los Califas. Decíamos que Córdoba necesita una revisión urgente. En los corrillos de aficionados cordobeses se hablaba del desplante de Finito a su gente en la corrida del viernes. Fue un desprecio en toda regla con el agravante de que después se dejó sacar a hombros. Aquí hablan de un divorcio definitivo entre Finito y su plaza.

Pero eso es agua pasada. Este festejo estuvo nuevamente marcado por la falta de casta de los toros, en este caso de Gavira. El conjunto careció de pujanza y no vale esgrimir la nobleza como virtud. Es un tipo de toro que resulta cómodo para los toreros, pero que no puede satisfacer al buen aficionado. Es verdad que algunos de ellos embistieron con bondad, pero mal asunto es si el ganadero se conforma con esa forma de acudir a los engaños, carente de vibración y de alegría. Sólo el sexto, gracias a la generosidad de Delgado, fue un toro de calidad.

El mejor lote, en conjunto, cayó en manos de Julio Benítez, que toreó a su estilo, con claros estigmas de su padre, aunque el hijo da muchos pases que rara vez logran interesar a la parroquia. El joven lo intenta todo. En el primero de su lote los muletazos eran golpes violentos adobados con buen juego de muñecas. Se puso de rodillas al final y lo mató de un sablazo bajo. El personal pidió la oreja y el palco, Reglamento en mano, debería haberla concedido. Es una pena que estos presidentes utilicen dos varas de medir según los toreros, porque en días pasados las han regalado sin escrúpulos.

El segundo toro de su lote fue muy manso. Aguanto bien la primera parte de la faena y tampoco Julio toreó bien en esta ocasión. Su estilo es muy limitado y no hay más cera que la que arde.

Talavante también fue muy fiel a su estilo. Con ese desmayo que irradia su lánguida figura, con unas telas excesivas de tamaño, templó por la izquierda al primero de su lote en una faena de mayor duración gracias al toro. Fue un torero fundamentalmente templado, pero también cansino. La espada viajó de forma horrible.

El cuarto fue un toro descastado, manso y parado. Talavante porfió en las tablas con insistencia para robarle pases en una labor que se agradeció por la voluntad y poco más.

El toricantano cumplió una buena actuación. El de la alternativa fue un toro muy soso y de embestidas sin emoción. Delgado le hizo una faena justa, medida y templada. Es difícil estar tan bien con un toro con menos vida. No es fácil templar cuando el animal va al paso casi a punto de pararse. Delgado tiró a cámara lenta del animal y logró una faena que parecía inexistente. Pagó la frialdad del público, la ignorancia de la música y acabó de perder la oreja con un estocada trasera.

Toreó de forma admirable al sexto con el capote con verónicas de gran corte. Delgado lució al toro en una faena de calidad, iniciada con estatuarios, seguida con derechazos de temple inmaculado, para rematar con naturales perfectos, pero siempre toreando para el toro, al que citó una y otra vez de largo, algo que el de Gavira, el mejor del conjunto, lo agradeció para que Delgado dejara el sello de su torería y de su claro porvenir. Écija puede estar satisfecha porque aquí se vislumbra un torero, pero que debe aprender a matar porque en caso contrario lo tendrá complicado.