El matador de toros Curro Vázquez y el periodista Rubén Amón protagonizaron anoche una nueva edición de los Mano a Mano de la Fundación Cajasol, en concreto la número 62 de estos encuentros culturales que se celebran en Sevilla desde 2007.

Esta nueva cita estaba marcada por un denominador común: la antigua amistad que vincula a ambos protagonistas que se asomaron al escenario del auditorio de la Fundación Cajasol bajo la batuta de José Enrique Moreno, moderador habitual de estos clásicos ‘vis a vis’ que suman el testimonio de un torero al de una personalidad del panorama cultural.

La noche había abierto una ventana a la primavera en vísperas, precisamente, de la presentación de los carteles oficiales de una Feria de Abril que debe devolver la normalidad taurina a la ciudad. Esas ansias de recuperar todos esos resortes cotidianos era la que se respiraba en un acto que volvió a mostrar la fortaleza de su poder de convocatoria a pesar de sus quince años de vida, tal y como destacó el moderador definiendo a estos encuentros como “una experiencia maravillosa”.

Pero había que poner al toro en suerte. Moreno definió a Curro Vázquez como “torero de toreros”, refiriendo además su condición de torero de Madrid. Rubén Amón, una de las plumas más cotizadas del actual panorama periodístico, nunca ha escondido su filiación taurina. De hecho el columnista confesó su preferencia por la plaza de la Maestranza, lo que le jugó una mala pasada con los sectores más integristas de la plaza de Las Ventas.

“Sevilla no es uno de los sitios en los que he tenido más cartel, pero aquí siempre se siente uno a gusto”, dijo Curro Vázquez que habló de su relación con la prensa taurina. “En los periódicos falta mucho para igualar la atención taurina de otras épocas; hay una dejadez total de los medios y eso me da mucha tristeza porque he conocido otra atención, otra pasión por los toros”.

“Es que los toros están viviendo en la marginalidad y nos estamos convirtiendo en una especie de minoría perseguida”, añadió Amón pidiendo el derecho a vivir una afición sin ser objeto de “intimidación”. Puso el ejemplo de algunos compañeros del periodismo que, de hecho, ocultan su filiación. Frente a esa actitud defendió un “activismo taurino” para sacar al toreo de la actual catacumba en el que se encuentra. “Es que hay que buscar con una vara de zahorí para encontrar la información taurina en los medios generalistas”, señaló el columnista y escritor, reciente autor de un libro titulado ‘El fin de la fiesta’, que aborda precisamente esa problemática desde un novedoso punto de vista. “Cada vez que hablamos de Tauromaquia lo hacemos pidiendo excusas o pidiendo perdón; hay que dejar de hablar de puestos de trabajo o de cultura; tenemos que hablar de un arte extremo que pone la vida en juego”, sentenció Rubén Amón.

Curro Vázquez habló de sus inicios, de su vocación precoz en Linares… “Cuando empecé a torear viajaba mucho con la cuadrilla de Fuentes; allí estaba Joaquinito, Zurito… habían conocido a Pepín y Manolete y contaban cosas maravillosas de aquella época… Me habría encantado haber alternado con Pepe Luis y Manolete”, evocó el veterano matador. Amón tomó ese hilo para evocar otras figuras como la de Paco Camino. “Le afeaba a Curro que le había faltado ambición y Curro le aducía que su ambición pasaba por torear muy bien; desde esa perspectiva hay que tener en consideración porque se le considera un torero de toreros”, explicó el periodista hablando de su “capacidad para transmitir todos sus conocimientos a otros toreros para formarlos como lidiadores y como personas”.

Espejos

Pero había otras cuestiones que abordar, como el concepto taurino de Curro Vázquez que habló de sus espejos a la hora de manejar el capote. “Es una prenda preciosa y lo primero que hay que saber es cogerlo; el lance a la verónica que más me ha gustado ha sido el de Paula pero Ordóñez también ha sido grande con el capote”, explicó el veterano diestro de Linares alabando la torería del torero de Jerez. Pero Curro Vázquez también buceó en sus inicios, en los tiempos de la plaza de Vista Alegre. Amón, que ha sido biógrafo de Curro Vázquez, recordó la faena de la lluvia a un toro de Alcurrucén en la plaza de Madrid. Toreaba con Ojeda y Finito y el sanluqueño le dijo al de Linares que él no toreaba así “ni de salón”. Curro, recordó Amón, también recibió la llamada del viejo Manzanares contándole que le enseñaría esa faena a su hijo si un día, como así fue, decidía ser torero…

Pero había más aristas que descubrir, como el manoletismo de Curro Vázquez, grabado a fuego en el imagiario del pueblo de Linares. “En México coincidí con muchos toreros de su época y me hice amigo de Calesero, Garza, Armillita… habían llegado a alternar con él al otro lado del charco. “Esa época, con los toreros mayores de México me encantaba”, confesó el torero. La cosa pasó al terreno de la anécdota hablando de la calamitosa espada de Curro Vázquez. El viejo Gaona, leyenda del toreo azteca, llegó a decir de él que “entraba a pinchar” en vez de entrar a matar.

Rubén Amón habló de las diferencias entre Sevilla y Madrid, de un antiguo “regionalismo” que, en contraste, no tenía el mismo reflejo en Las Ventas. Era una manera de ubicar la propia trayectoria de Curro Vázquez, que siempre gozó de mayor predicamento en las plazas del norte en detrimento de los ruedos del sur, su verdadera patria chica. “En Sevilla nunca estuve bien; no terminé de entender a los toros o la gente no me entendió a mí, aunque un día pude torear bien un toro en la feria de San Miguel”, recordó el maestro que, frente a cerca de 90 tardes en Madrid, no se anunció más de siete en la Maestranza. “Entonces me quitaba el sueño y sufría mucho porque Sevilla me encanta pero me acostumbré a vivir sin ese triunfo y me conformé con lo que me dio la vida”.

Madrid

Pero hablar de Curro Vázquez es hablar de Madrid. En 1989 cuajó un toro de Victorino Martín en la plaza de Las Ventas después de un año gris que le devolvió a la primera línea. Amón habló de “pureza e integridad” para definir la tauromaquia de Curro Vázquez evocando otra figura paralela a la del maestro de Linares, la de Antoñete, alabando su dignidad en momentos de mayor ostracismo profesional. “La falta de contratos o la situación económica no me hacía torear mejor, lo que me motivaba era alternar con toreros como Manolo Vázquez o Antonio Ordóñez”, reflexionó Curro. Amón recordó una tarde aciaga en Bilbao, para hablar de las antiguas “broncas categóricas”. El maestro no tuvo empacho en hablar de los almohadillazos y hasta de esas caras agrias de la gente que cambian radicalmente en las tardes de triunfo.

Pero la referencia a Antoñete dio para más. “Tengo mucha admiración por los toreros de los que he aprendido y desde niño me fijaba en ellos y quería hacer las cosas que me gustaban; con Antoñete tenía una gran amistad y me llevaba horas y horas hablando de toros”, contó Curro. “Ni Antoñete ni yo éramos muy de campo pero un día fui a recogerlo y yo iba con mis capotes y él con tres cartones de tabaco; nuestro entrenamiento era hablar de toros, a veces guardando silencio… Hoy los toreros se preparan fisicamente mejor que antes pero el hablar con otro torero, pensar tú sólo, ir andando toreando al aire… eso me gustaba, me aportaba más”, evocó el veterano lidiador. ¿Hablamos hoy así de toros?

Aún hubo tiempo para hablar de su faceta de apoderado, iniciada a la vez que Cayetano se adentró en la profesión. “Nunca pensé que acabaría siendo apoderado y en realidad ni siquiera me gusta. No les hablo con dureza, les exijo que estén preparados, eso sí… pero me parece desagradable decirle a un torero que tiene que arrimarse, lo que hago es hablar de toros con ellos; cada torero es diferente…”.

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