Alvaro del MoralÁlvaro R. del Moral.- Los carteles, una semana después. “Nuestra contribución a que la causa mejore su pronóstico va a ser el silencio más riguroso al respecto”. Así inauguró Eduardo Canorea la concurridísima rueda de prensa que oficializó los carteles de la próxima feria de Sevilla, un ciclo que ni será en abril ni contará con el concurso de esas cinco figuras alzadas que invocan el “respeto” como razón última de un alzamiento que sólo ha servido para enfangar las aguas revueltas del toreo. ¿Le quedaba otra salida a los empresarios que el silencio? Posiblemente no. Cualquier palabra malinterpretada sólo habría servido para tensar una cuerda que hay que desatar cuanto antes. Por el bien de la fiesta en general; y por el futuro de la plaza de la Maestranza en particular. Volver a meter en los tendidos al personal que ya ha huido y seguirá huyendo este año -el clima económico tampoco acompaña- será un empeño muy complejo. Y no hay mucho más que contar. La empresa ha asegurado que están todos los toreros que se han llamado aunque algunos no se anuncien de la primera forma que se había planteado. Tampoco habrá cámaras de televisión. Ni las de siempre ni esa fantasmal tele azteca de la que se decía que había condicionado las tres tardes de Adame en el abono. Canorea marcó el hilo argumental de la campaña en torno a la juventud y la sevillanía de los toreros contratados y desveló que se había vuelto a contactar infructuosamente con José Tomás “en tono cordial y amigable”, tal y como apostilló Ramón Valencia para dejar las aguas calmas.

La taquilla: una prueba de fuego. Pero las goteras más comentadas y criticadas por los medios y los aficionados fluyen en dos direcciones distintas. De un lado se ha invocado la presencia de veteranos de aura artística como Juan Mora, Finito de Córdoba -que ha reverdecido laureles en Valencia- y Curro Díaz a los que habría que sumar la comentada ausencia del camero Oliva Soto, que habría caído bien en cualquier cartel de la feria. También se ha echado de menos la comparecencia de otros toreros jóvenes como Jiménez Fortes -revalorizado en Valencia- y el exceso de compromisos contraídos por otros coletudos que están vistos o por ver. El otro frente de contestación -y seguramente el mayor error de los empresarios- pertenece al terreno económico. Se había rumoreado insistentemente que Pagés contraatacaría la rebelión de los cinco con una sustanciosa rebaja de las localidades, que finalmente se quedan como están. Sí se reduce el precio de los abonos en torno a un 15% pero las entradas sueltas mantienen el mismo precio del año pasado, que ya certificó una espectacular y nueva sangría de público  -sin toreros rebelados- que ha venido minando el presupuesto bruto global de una taquilla que tendrá que volver a apretarse el cinturón. Un dato más:  Ramón Valencia se arriesgó mucho al comentar que la presencia o ausencia de las cinco figuras sólo grava o desgrava el presupuesto global del abono en un 9%. Los cálculos, en cualquier dirección, dan lugar a demasiadas interpretaciones…

Miró…, fuese y no hubo nada. La feria es la que es y está lejos, muy lejos de la que se habría querido organizar. Y los carteles presentados -con o sin matadores jóvenes; con o sin diestros sevillanos- sólo tienen un remedio: el triunfo de los lidiadores anunciados y la bravura de unas ganaderías que se reseñaron para ser toreadas por otros. Olvidando los que no estarán hay que pedir a los que sí pisarán la calle Iris que aprovechen la oportunidad que les ha deparado el destino. Es posible que el festejo de apertura, ese mano a mano de Escribano y Luque con los toros de Miura, marque la pauta del resto del ciclo, que enseñará una plaza y un ambiente muy distinto del que estábamos acostumbranos hasta hace muy poco. Llegados a este punto, toca llamar a capítulo. El acuerdo ¿secreto? firmado entre las cinco figuras alzadas incluye una dura penalización económica para el que ose moverse en esta foto que -dicen- se irá borrando cuando se extinga la temporada en vigor. No sabemos si las filas seguirán tan prietas después.  Pero sólo han bastado algunas semanas de la incipiente temporada para marcar algunas diferencias de velocidad, estrategia e interés. Manzanares anda pidiendo escaleras para subir al madero aunque sacó pecho en Valencia; Talavante ya se ha quedado fuera de dos ferias y estará obligado a emplearse en Madrid; Morante no llenó en Olivenza pero tampoco en Fallas, con o sin el papelito colocado en la taquilla que no cubrió las filas vacías que se vieron por televisión. El Juli, enrabietado, pasó como un huracán en las orillas del Táliga y calienta motores para su doble comparecencia valenciana. Y Perera, que anda en forma, está obligado a mejorar su tirón en ventanilla. Una última cosa: a la gente no le interesan los problemas de los toreros porque ya tienen bastante con los suyos. Lo que quieren es verlos, que por algo son los mejores. Ahí falló la estrategia del club de Los Cinco; la empatía con sus penas era imposible. Pagés ha perdido mucho en este empeño. Pero no sabemos aún que peaje hará pagar el público sevillano a los toreros cuando se firme la paz.

(*) Publicado en el blog La tarde colgada al hombro

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