México_tendido vacíoGastón Ramírez Cuevas.-  En este país siempre se puede ir a peor, sobre todo cuando parece que las cosas van mejorando. La temporada grande 2015/2016 de la Plaza México se iba presentando de forma sorprendentemente auspiciosa. Juzgue usted:

1- La empresa contrató a José Tomás, algo que de por sí es todo un logro, aquí y en China. Mejor aun fue enterarnos que el de Galapagar alternaría el 31 de enero con Joselito Adame, en un mano a mano esperado por la afición hace ya varios años.

2- De forma por demás atípica el empresario Rafael Herrerías anunció con mucha anticipación los carteles casi completos para toda la temporada.

3- Se dio a conocer el hecho de que los precios de la renovación del Derecho de Apartado serían los mismos que los del año pasado.

4- Con bombo y platillo se publicó a los cuatro vientos que las entradas para el mano a mano cumbre costarían igual que las de las corridas de la temporada pasada, y que la venta libre del boletaje iniciaría el 2 de noviembre, prácticamente tres meses antes del acontecimiento.

Todo iba tan bien que los suspicaces aficionados de cepa comenzaron a mosquearse. ¿Cabía esperar tanta bondad de parte de una empresa que siempre se ha portado muy mal con la gente y con la Fiesta? Piensa mal y acertarás decía mi padre, un señor que no creía en nada ni nadie y menos en lo que a toros se refiere. El viejo adagio no tardó mucho en cumplirse.

Salieron los carteles y nos llevamos la primera de muchas decepciones, pues el conjunto de ganaderías y toreros deja mucho que desear. Ahí están los mismos cartuchos quemados de siempre, las mismas divisas mansas, los mismos contlapaches de Herrerías y compañía, los mismos caballistas que no interesan a nadie. No obstante, había cierto pertinaz optimismo que vendía caro el pellejo, ya que por toreros relativamente famosos la cosa no paraba. El elenco de coletas está saturado de zotolucos, ponces, silvetis, julis, payos, castellas, y otros viejos y aburridos conocidos de la afición. Porque si hablamos de las sorpresas extranjeras, el sevillano Manuel Escribano y el peruano Andrés Roca Rey, diestros realmente triunfadores e interesantes, sus nombres no le dicen nada al grueso del público capitalino.

La catástrofe ocurrió cuando finalmente salió a la luz la lista de precios para los 17 festejos “ordinarios” de la septuagésima temporada del coso más grande del mundo. Herrerías y sus jóvenes asesores no resistieron la tentación de poner a prueba el estoicismo, el fatalismo y la indolencia de los que pagan y ¡zas! no tuvieron mejor idea que aumentar los precios de forma desorbitada. Le pongo un ejemplo, el boleto de primer tendido Sombra, novena fila, pasó de costar 470 pesos a 710. ¡Atiza! Échele usted cuentas… Es decir, aumentó los precios de todas las corridas, excepto la del mano a mano de José Tomás y Joselito Adame y a las de los días 20 y 27 de diciembre, que son fechas navideñas en las que normalmente casi nadie va.

Cabe ahora plantearse varias preguntas y proponer aunque sea una respuesta.

¿Qué va a pasar? Pues que obviamente menos gente acudirá a la plaza. En el caso de La México el decir “menos gente” significa que el embudo de Insurgentes estará casi deshabitado domingo a domingo. Claro, con las excepciones de rigor: el día de Pepe Tommy, el de la inauguración y puede que algún festejo de aniversario.

¿Cómo es posible que las autoridades hayan solapado esta mayúscula pillería? No voy a insultar su inteligencia, querido lector, proponiéndole respuesta alguna. Todo mundo sabe cómo se las gastan nuestros políticos y burócratas, los zares de la corrupción y la impunidad.

¿Alguien saldrá a la palestra para defender al aficionado? Lo dudo, los periodistas taurinos honrados se cuentan con los dedos de una mano. Los otros se venden por un plato de jamón, una foto con el  inefable doctor (?) Herrerías, y un caballito de mezcal.

Conclusión: si lo que quieren nuestro camandulero empresario y sus jefes es acabar con los toros en la capital del país, han dado en el clavo. Las malas lenguas dicen que todo esto va encaminado a tener aun más excusas para demoler la plaza y sacarle jugo al terreno donde se ubica. Si nadie va a los toros ¿qué caso tiene mantener al pobre elefante blanco? Ojalá me equivoque pero creo que como tantas otras veces, tanto en los toros como en la vida real, mi papá tenía razón: ¡Piensa mal y acertarás!

A %d blogueros les gusta esto: