Corrida en El Puerto con triunfo de Castella, discreta tarde de Ponce y muy bien Pérez Mota queno mató a ninguno de su dos toros. La corrida de Zaldueno fue obl y juta e raza.

Plaza de toros de El Puerto, 11 de agosto de 2013. Menos de media plaza. Seis toros de Zalduendo, correctos de presencia y juego variado. En general, sosos y justos de raza. Muy noble sin fuerzas, el tercero. El segundo, de mejor juego. Saludaron en banderillas Javier Ambel y Vicente Hererra. Castella salió a hombros.
Enrique Ponce, azul y oro, pinchazo y estocada caída (saludos). En el cuarto, estocada baja y atravesada
Sebastián Castella, lila y oro, estocada caída (una oreja). En el quinto, pinchazo y estocada caída (una oreja tras aviso).
Pérez Mota, blanco y oro, pinchazo, media y dos descabellos (saludos tras aviso). En el sexto, cinco pinchazos y dos descabellos (saludos tras aviso).

Carlos Crivell.- El Puerto

Ponce anda deshojando la margarita sobre cómo despedirse de los ruedos. Castella parece que ha superado esa fase de atonía de tiempo atrás. Pérez Mota tiene que justificarse y triunfar cada tarde para ganarse los contratos. Son tres toreros con tres destinos.

Enrique Ponce cumple el año próximo veinticinco de alternativa. Quiere rematar esta temporada, de forma que ahí está en los ruedos alargando su vida torera. En su fuero interno debe producirse una lucha entre distintos intereses. La plaza de El Puerto, como tantas otras, ha sido uno de sus bastiones fundamentales. En esta Real plaza también ha indultado algún toro. En esta corrida dominical debió sufrir al ver que el coso no llegó a cubrirse ni en su mitad. Es decir, que ya los públicos no le siguen como antaño.

Luego, durante la corrida, Ponce demostró que mantiene algunos signos de su evidente categoría, como esa facilidad para andar por la cara de los toros, su capacidad para dar muchos muletazos sin aparente esfuerzo, en resumen, esa técnica que le ha permitido mantenerse durante este casi cuarto de siglo en activo. Pero todo ello parece ya como obsoleto y pasado de moda. Tal vez sea producto de la sugestión, pero Ponce tiene signos de torero del pasado.

Su paso por El Puerto estuvo presidido por una voluntad indudable. No se lució en ninguno de sus oponentes con el capote. Sus faenas, frente a dos toros de poca clase, fueron casi un calco. Luchando contra el viento de Levante, que no quería perderse ni un detalle de su actuación, porfió mucho, se pasó lejos de su anatomía a las reses, citó mucho a la voz y apenas bajó la mano en ninguno de sus dos trasteos. Así la cosa, cuando mató más bien mal, el generoso público de esta palza que tanto le quiere le apaludió. De su inteligencia personal cabe esperar que acierte a administrar este tramo final de su carrera taurina, que ya está muy alejada de lo que fue no hace mucho tiempo.

Sebastián Castella mostró detalles muy evidentes de que está en mejor momento que al comienzo de esta temporada. Toda su labor fue firme, valiente y templada. El primero de su lote era sosito y noble. Castella toreó mucho por la diestra y casi nada por el lado zurdo, pero fueron los remates por abajo y unos soberanos pases de pecho los que lograron el consenso. Con el toreo de cercanías y las manoletinas alcanzó el clima suficiente para pasear una oreja.

El quinto, noble, soso y flojo, fue ideal para comenzar en el centro con los pases por la espalda. Acertó a no molestar mucho sus embestidas con un pulso firme y el alivio por arriba, de tal forma que la faena tuvo conjunción y unidad en el centro. En esta ocasión brilló más con la izquierda en pases en los que prolongó hasta lugares insospechados la sosería del toro de Zalduendo. Aún así, la oreja concedida no tuvo peso. Esta etapa, con el buen sitio mostrado, le permite seguir en candelero.

Pérez Mota encontró el premio a su buena tarde en esta plaza con la corrida de Ana Romero. Se cayó del cartel Perera por una lumbalgia y, con buen criterio, el torero de El Bosque se vio incluido en un cartel de figuras. El tercero fue nobílisimo y flojísimo. Después de lancear con muy buen gusto, explicó sus conceptos que son de un estilo de gusto exquisito. El toro era como un carretón sin fuerzas. Pérez Mota dibujó pases templados de una armonía y cadencia inusitadas. Esta faena, tan llena de contenido, fue anulada por el pésimo uso del estoque. Estos matadores no pueden dejar pasar estas ocasiones de triunfo.

Brindó el sexto a Castella. El animal fue exigente al principio, pero se frenó pronto. Tras un comienzo incierto, el toreo con la zurda de mano baja fue el revulsivo para levantar la faena. No repetía el Zalduendo, pero le obligó mucho el torero con naturales de perfecto trazo y con ese buen gusto ya exhibido en el tercero. No era una sorpresa. Pérez Mota tiene un misterio en sus formas y lo explicó. Los naturales crecieron en calidad, el toro se confió y embistió mejor, para que la plaza se embriagara con una labor de altos vuelos. Y otra vez la espada le restó brillo a su gran tarde. El destino así se oscurece.

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