Álvaro Pastor Torres.-. Nocturna con toreros banderilleros en El Puerto, pensada para otro público según la empresa, con media plaza y Puerta Grande descafeinada para El Fandi. Buen encierro en conjunto de Salvador Domecq.
Plaza Real de El Puerto de Santa María, sábado 8 de agosto de 2015. Corrida de toros nocturna. Segundo festejo del abono veraniego. Casi media entrada en noche de bochorno.
Seis toros de Salvador Domecq bien presentados y de juego diverso (1º bravo y algo incierto, 2º noble y flojito, 3º soso y repetidor, 4º bravo y muy castigado en varas, se vino abajo pronto, 5º rajado y 6º parado).
Juan José Padilla, de salmón y azabache. Pinchazo y media tendida un punto trasera (palmas tras petición minoritaria). Estocada trasera (una oreja)
Francisco Rivera Ordóñez, de azul pavo y oro. Dos pinchazos hondos y estocada desprendida (palmitas). Estocada baja (silencio)
El Fand’, de grana y oro. Media estocada y descabello (oreja). Estocada baja (oreja).Salió a hombros por la Puerta Grande.
Está visto que el tamaño sí importa. En la cálida noche portuense casi todo fue grande. O largo. Las ganas de divertirse del variopinto respetable, que casi llenó la zona del sol -los precios más asequibles también importan-; la falta de exigencias estéticas y técnicas de ese mismo público; el trapío de alguno de los toros del interesante encierro de Salvador Domecq; el tamaño de los engaños usados por los matadores, incluidas unas espadas larguísimas; los tercios de banderillas de cuatro pares; el número de lances que entrarían directamente en la categoría de mantazos; los eternos brindis de Padilla, con largas parrafadas a Joaquín Moeckel en el primero, y a una señora o señorita de piernas interminables que hasta se pegó un cante durante la faena, tampoco breve; las distancias en muchos muletazos entre toro y torero; los piropos de algunas señoras entradas en años y en kilos a la terna; los cuarteos excesivos en muchos pares de banderillas; las interminables ruedas de peones; la gran bronca de parte del público al presidente por mantenerse en su sitio y no conceder la segunda oreja del cuarto a Padilla o el excesivo metraje de la función.
Buen y variado encierro de Salvador Domecq Sainz de Rozas, sangre de El Torero, con una conjunción interesante de bravura -primero y cuarto hicieron buenas peleas con los montados- y nobleza. Corrida con motor de las que gustan más al aficionado que a los actuantes.
El jerezano Padilla no terminó de sacar todo lo que tenía el bravo primero. Cuando más templado lo llevó no le echaron mucha cuenta, sólo cuando se puso con las reolinas caldeó más los tendidos. En el cuarto, un precioso burraco, estuvo decidido y variado con el capote, en su línea con las banderillas y asentado y porfiante con la muleta. La oreja, a pesar de los aspavientos de sus subalternos, fue justo reconocimiento.
Rivera Ordoñez casi ni está y tampoco se le espera mucho, o sea, que se junta así el hambre con las ganas de comer. Pasó con más pena que gloria.
El Fandi estuvo en el tercero más tiempo de rodillas que en pie, desde las 3 largas cambiadas 3 en el tercio hasta el recibo de hinojos con la franela en un trasteo que como es habitual en el granadino fue a menos y no por culpa del cornúpeta precisamente. Se repitió la película en el sexto, un precioso ejemplar de estampa añeja, con un ‘Fandi’ variado con la capa en indescriptibles lances, poderoso con las banderillas ante el delirio de la plebe, y discreto con una franela inmensa. Hasta se repitió la oreja. Y es que de noche ya se sabe que todos los gatos son pardos.