El capítulo XII del libro El Toro y su entorno, de José Luis López, aborda al toro en el campo, abarcando todas las posibilidades del lugar de crianza del maravilloso toro bravo.

XII EL TORO EN EL CAMPO BRAVO

Cuando traspasamos la cancela que da entrada a una finca de toros bravos, la primera sensación que recibimos es de tranquilidad, de paz, como si al penetrar en la dehesa, penetráramos en un mundo distinto, un mundo donde no tienen lugar los ruidos, las prisas ni las carreras.

Al cerrar el cancelin a nuestras espaldas, dejamos fuera una vida ajetreada, estresante, llena de estridencias que nos empuja a la locura, al sin vivir cotidiano de las grandes ciudades, donde nadie conoce a nadie, porque no tiene tiempo de conocerlo.

Efectivamente, al atravesar la portada de esa finca ganadera, donde habita el animal más bello del mundo, parece como si los vallados que separan la dehesa del mundo exterior, tuviesen una altura tal, que no dejasen pasar las prisas, las impaciencias y los ruidos provenientes de fuera.

¡El campo bravo!

Apenas nos adentramos unos pocos metros en ese oasis de tranquilidad, nos damos cuenta que bajo las altas copas de las encinas y alcornoques, que entre los frondosos arbustos y matas de tomillo y romero que esparcen su aroma por el ambiente, que allá abajo, al final de la ladera, donde comienza la laguna o a lo largo y ancho de las grandes extensiones de pastos seco y verdes, también existen ruidos.

¡Pero que ruidos tan diferentes!, tan diferentes que no se le pueden considerar como tales, pues según el diccionario de la Real Academia, ruido es “Sonido inarticulado y confuso” y por supuesto, no es nada confuso el piar de un Rabilargo posado sobre la rama de un fresno, el aleteo de una urraca o el bramido potente de un ciervo llamando a su pareja.

Tampoco es nada confuso el sonido de “reburdear”, el mugir de un toro en época de celo, retando al resto de los machos a una competencia sexual. Es un bramido estremecedor, potente, que trata de impresionar a las hembras que conviven en los cercados próximos. Este ronquido bajo y grave, también presagia una lucha por la jerarquía en el territorio y la alimentación. Generalmente, son luchas provocadas por machos que pretenden demostrar su fortaleza, para marcar su territorio y la primacía a la hora de la alimentación, no permitiendo que nadie se acerque a ellos. Estas peleas suelen terminar con la fuga del más débil, la retirada humillante del vencido, que a veces se ve atacado por algún otro macho, que toma partido por el ganador, si esto sucede, la disputa puede terminar con la muerte de alguno de ellos.

Al contrario que el reburdeo, sinónimo de altivez o de desafió, el “berrear” tiene el significado de lamento, de pena o de sometimiento.

Junto a “reburdear” y “berrear”, la tercera voz que emiten los toros, y que podemos escuchar en el silencio de la dehesa, es “pitear”, son bramidos agudos e interrumpidos, que significan presentimiento. Cuando los toros pitan, están avisando de algún peligro o fenómeno anormal, también pitan presagiando el viento, el agua o el calor.

El toro bravo, es generalmente apacible en el campo, se pasa gran parte de su tiempo en reposo, rumiando la alimentación ingerida. Es sensible al frió, al calor y a la lluvia. Animal de costumbres, se
habitúa pronto a los espacios y tiene su propio territorio, que solo comparte con individuos de su misma especie y que no sean rivales suyos. El oído y el olfato son sentidos que tienen desarrollados de forma especial.

En una de sus sabias alocuciones sobre el ganado bravo, don Álvaro Domecq y Diez decía textualmente: “Los toros tienen memoria, a fuerza de darles una vida metódica y rigurosa. Al mes de permanecer en la dehesa, tienen ya escogidos cada uno de sus sitios fijos para echarse, para reunirse, para tomar el sol y para resguardarse del frió y el viento. El toro en la piara es profundamente pacifico, tranquilo y tímido”.

El ganado bravo vive en escaso contacto con el hombre, solo el personal que los cuida, suele tener cierta permisividad de acercamiento, y generalmente eluden las distancias cortas, alejándose de las personas cuando estiman que estas van a molestarle, prueba de la timidez que señala Don Álvaro Domecq, no obstante nunca hay que olvidar que es un animal de raza, bravo por naturaleza y que se defiende atacando, cuando estima que alguien trata de invadir su territorio.

Cuando un toro esta dirimiendo su territorios o liderazgo, o teniendo amagos de pelea con los demás machos, se dice que esta “caliente” o “pegado”. En esta circunstancia es extremadamente peligroso estar cerca de ellos, pues mientras que en situaciones normales, el toro avisa anunciando que se han traspasado los limites de su territorio, y lo anuncia engallándose y poniendo todo su cuerpo en tensión, dispuesto para acometer, cuando esta enfrascado en la pelea puede dar una arreón, una espantada, sin aviso previo, que puede sorprender a los mas confiados.

Las ganaderías de toros bravos, se asientan en grandes extensiones de secano, con grandes pastizales y praderas, que faciliten la alimentación de los animales. En estas fincas, a las que también se les llaman dehesas, existen árboles, en más o menos abundancia, principalmente encinas, alcornoques, robles, fresnos o chopos, y arbustos como chaparros, retama y palmitos. En las marismas también crecen excelentes pastos par la cría del ganado bravo.

El pasto pequeño y fino, de los terrenos de secano, posee un alto contenido en nitrógeno. Los de regadío o terrenos muy lluviosos producen una hierba más basta y con menos poder nutritivo, por lo que el ganado habrá de comer mas cantidad, para estar suficientemente alimentado, dando lugar al embastecimiento del animal, no obstante, ambos son perfectamente idóneos para la alimentación, si se les complementa con un pienso adecuado.

Es imprescindible que la finca esté dotada del agua para el consumo de la ganadería, bien mediante lagunas naturales o pozos que permitan extraer y conducir el líquido elemento a los diferentes bebederos.

Una ganadería esta compuesta por un gran numero de vacas de vientre, a las que se le denomina “vacada”, por un número indeterminado de sementales, por las crías de diferentes edades, por los toros y por las paradas de cabestros.

Las reses de una misma paridera forman una “camada”. Al conjunto de toros de la ganadería, se les denomina “torada”. Las crías, dependiendo de su edad se les llama: “mamones”, “terneros” o “chotos” si no han cumplido un año; “añojos” cuando están entre uno y dos; “erales” entre dos y tres; “novillos” o “utreros”, cuando tienen mas de tres y no han cumplido los cuatro y a partir de cuatro años se les denomina toros. La edad de los toros se pude determinar, por los dientes y por las rodelas de los cuernos.

Una ganadería es “larga” o “corta”, dependiendo del número de cabezas que la compongan. Y para terminar con los números, digamos que se le denomina “piara” a una gran cantidad de reses y “punta” cuando el número de animales es pequeño.

Las edificaciones en las dehesas destinadas a toros de lidia, suelen estar generalizadas en una casa o cortijo del ganadero, que cuenta con todos los adelantos de hoy en día, que proporciona un excelente confort a sus moradores y que presentan un estilo adecuado a la región donde están enclavadas. Otras, algo más modestas para el personal, almacenes para el pienso y enseres, cuadras y una placita de tientas, con sus correspondientes corrales y embarcadero, que en algunas ocasiones es una verdadera plaza de toros, con palcos y graderío.

La finca suele estar cercadas con muretes o paredes de piedra. Por las dehesas andaluzas, aun se pueden ver estas separaciones por medio de setos vivos o chumberas. En el interior de la finca, existen unos cercados para el aislamiento de grupos de animales, estructurados de forma que puedan ser trasladados cómodamente, de unos cerrados a otros. En ellos se separa a las hembras de los machos o se instalan los diferentes lotes de vacas con el semental en la época de cubriciones, o se realiza el destete o se apartan los toros de una corrida, que a través de la “manga” o “mangada” pasan a los corrales para su embarque.

La “manga” o “mangada” son caminos muy anchos, donde desembocan los cerrados, que se van estrechando hasta terminar en un corral, cercano al embarcadero y la plaza de tientas.

En todas las explotaciones ganaderas de bravos, hace falta un personal especializado, que sepa trabajar con el ganado, ya que el toro de lidia tiene unas peculiaridades, que hacen diferente su manejo. De este personal, el más importante es el Mayoral, es el que ejecuta las órdenes directas del ganadero, y del que depende el resto de los trabajadores de la finca, que de acuerdo a las labores que realizan se les denomina: conocedores, vaqueros, novilleros, cabestreros, pastores y zagales.

Este personal, esta asesorado muy directamente, por veterinarios especializados y técnicos nutricionales que cuidan de la alimentación, la sanidad de los animales y de la propia finca. Juegan un papel muy importante en el desarrollo de la ganadería,

En la actualidad, por la carencia existente de personas, que se dediquen a estos menesteres, el mayoral asume el puesto de conocedor en un gran número de ganaderías, es el que mejor conoce al ganado de la finca, su comportamiento, sus necesidades y a la propia finca. El mayoral, después del ganadero es el alma de la ganadería. El puesto suele pasar de padres a hijos, en algunos casos durante varias generaciones, por lo que el conocimiento de la ganadería es inmejorable.

Colaboradores imprescindibles en la manejabilidad de los toros de lidia, son los cabestros o toros castrados, generalmente de raza berrenda andaluza. Bueyes domesticados, cuya misión consiste en acompañar al ganado bravo en lo corrales, en las conducciones, enchiqueramientos, encierros y apartados. Sin su aportación, seria muy difícil o imposible el trabajo con los toros bravos.

El caballo es otro elemento importantísimo y tradicional en la dehesa del ganado bravo. Su concurso es vital para el seguimiento del ganado en el campo abierto, para las tientas y para el acoso y derribo. Es necesario que un caballo que va a estar en contacto con los toros y vacas de una ganadería brava, este bien domado, sea ágil y fuerte para poder salir del apuro que supone el arreón de un toro en el campo.

Y por ultimo, entre los habitantes de una finca ganadera de bravos, no podemos olvidarnos del perro, pero no del perro guardián, sino del perro de brega que se utiliza en algunas ganaderías para sujetar a los toros en el campo abierto o derribar a los becerros para ponerle los crotales. El uso de los alanos, se viene haciendo desde tiempos muy remotos y son perros de procedencia germánica.

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