Ángel Luis Lorenzo.- Examino usos y costumbres. Reflexiono sobre un invierno preñado de grandes expectativas respecto a las Ferias taurinas. O lo que es lo mismo, deseo abrir nuevas vías hacia  la enajenación cuerda, frente a una sociedad que llama a la maldad, locura. Los toreros son ¿Personas normales que mantienen a raya la emoción o seres especiales?, ¿Están hechos de otra pasta? ¿Cómo gestionan el miedo de forma infalible? Toreros contagiados por una locura para la que no existe una vacuna: la vocación del torero.

Vivimos en una sociedad donde los cuerdos están locos y los locos están cuerdos. Está locura sensata y de justo proceder, es la que abraza Emilio, rompiendo todos esos miedos que te impiden caminar. Un desatino que te lleva a no compartir la noción de la mayoría, que te determina que lo dejes y abandones la lucha.

“Hay un poco de locura en esta profesión, de apostarlo todo a una carta porque si no, es imposible estar tantos años en el ostracismo” comentaba De Justo. En los toros, el reino de la locura es un término, un fenómeno humano integrador, y que podemos diseccionar: locura profesional, por la Encamisá y el flamenco, de las puertas grandes, de la vida que tiene que continuar a todo riesgo, de la incapacidad del sí a todo riesgo, locura del paso del tiempo y sus contratos (en el olvido de inviernos fríos de entrenamiento en el campo), locura  por la verdad del toreo y no volverse evidente en la frontera de la normalidad impuesta socialmente, de  pases ligadísimos y perfectos, de entrar a matar con todo ( esa suerte suprema en la que le insistía tanto su padre), la locura del valor, que es la base  de la entrega junto con  el sentimiento que se convierte en “esquizofrenia benéfica”. Todo bajo la muleta de la razón movida por impulsos rebeldes.

Al diestro de Torrejoncillo, nunca le faltó ese sacrificio y la lucha por ser torero que enmudece las cornetas del desánimo y hace sonar los clarines del esfuerzo. Y es que, ciertamente esa locura De Justo proceder, pone su énfasis en la inteligencia-lucidez de ese loco nacido en Torrejoncillo, y en la profundidad de su mirada frente a toda desdicha.

 Emilio, nunca fue loco de nadie que quisiera asfixiarlo de una falsa banalidad producida por “mecanismos taurinos interesados”, ni tampoco se sirvió de ningún loco que posibilitara la ambigüedad enfermiza de tenerlo todo bajo control. Eso sí, trabajó como un loco en cuanto a su preparación física, mental y artística; aprendiendo a ser psicólogo de sí mismo y a sufrir, atesorando esa calidad en su sangre como hermoso y presente memorial:

¡Que vuestros sueños se cumplan, pero siempre con sacrificio y esfuerzo! Así nos felicitaba las navidades nuestro diestro… Y añadimos, ¡con un grado de locura maestro! que no se concibe desde sentimientos extremos, cercanos a tibiezas o comodidades. Así son los toros y los toreros buenos, un mundo y unas personas donde la locura, vista desde nuestros criterios racionales, tiene sentido. Que este año tu locura acabe en delirio. ¡Loco tú  torero, locos los aficionados Extremeños!

Todos contagiados de una bendita locura de arranque de temporada, alejada de cualquier acción imprudente, poco razonable, insensata o temeraria. ¿Tiene cornada esta locura? Ojalá que no, sino puertas grandes en este nuevo arranque, porque como diría en una de sus crónicas Marcos Sanchidrián, allá por abril de 2022: “Emilio, la vida no está pa´ los cuerdos”. Nuestros mejores deseos para tus tardes de pasiones enajenadas; porque el toreo, tu toreo es hijo de una locura “De Justo” proceder.