Espartaco volvió a los ruedos en Murcia. El sevillano, que no estaba anunciado, cogió la muleta en el último ejemplar del festejo -un toro de su ganadería que salió como sobrero de regalo- y embelesó a todos son su maestría frente al bravo y noble "Zoletillo", número 17, que terminó siendo indultado: "El toro en origen lo llevé para que lo matara Pepín Liria. Como antes de embarcarlo lo había echado un tiempo a las vacas, el animal llegó un poco estrecho a la plaza y decidimos dejarlo fuera. Con la de ganaderías prestigiosas que había anunciadas no podíamos jugárnosla de esa manera. Luego, cuando ya se habían lidiado los ocho animales previstos, me dijeron que querían torear mi toro. Yo les dije a todos que no hacía falta, que el festival había salido a pedir de boca y que no quería que después de que hubiera salido todo tan bien el toro de mi casa pudiera estropearlo todo", relata Espartaco.

Pero, lejos de estropearlo, puso la guinda ideal a un espectáculo histórico: "Aguantó una barbaridad, tuvo mucha duración porque allí salió todo el mundo a torear con el capote y con la muleta y la verdad que entre todos lo exprimimos al máximo. Tuvo un gran fondo y fue muy bravo, humillando siempre y sacando mucha nobleza aunque, como es lógico, conforme fue pasando la faena fue desgastándose cada vez más. Pero el fondo de bravura y nobleza que tuvo fue tremendo".

"Yo -prosigue Juan Antonio- no tenía previsto salir a torear pero empezaron a presionarme todos para que lo hiciera. Yo les dije que no podía ser, que no estaba preparado, que iba con vaqueros y zapatos… pero al final me convencieron y la verdad es que volver a torear me hizo feliz. Sentí el calor del público, que estaba entregado a todo aquello y aunque sólo le pegue tres o cuatro series, me sentí feliz y dichoso de poder volver a torear".
 

Foto. J. R. Lozano

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