Clamorosa tarde de Tomás y Luque que salieron a hombros después de cortar siete orejas y tres rabos a un buen lote de Núñez del Cuvillo. Tomás, cumbre con el quinto, el mejor de la corrida, pero la respuesta de Luque fue de figura absoluta del toreo.

Seis toros de Núñez del Cuvillo, terciados, sin fuerzas, descastados y nobles. Buenos el tercero, el quinto, premiado con la vuelta al ruedo, y el sexto, indultado. El toro indultado, de nombre Miraflores, estaba marcado con el nº 216 y pesaba 539 kilos.

Javier Conde: pinchazo y estocada (palmas) y pinchazo y estocada atravesada (silencio tras aviso).
José Tomás: pinchazo y estocada (una oreja) y estocada desprendida (dos orejas y rabo).
Daniel Luque: estocada (dos orejas y rabo) y dos orejas y rabo simbólicos.

Plaza de Granada, 12 de junio. No hay billetes. Saludó en banderillas Curro Robles. Tomás y Luque salieron a hombros, junto al mayoral de Cuvillo, por la Puerta Grande.

Carlos Crivell.- Granada

José Tomás logra que las tardes de toros tengan un sabor antiguo, como ocurrìa cuando se iba a las plazas con la alegría de que era posible presenciar una buena corrida de toros. El ambiente que provoca Tomás no tiene nada que ver con lo que sucede en otros festejos de estos tiempos. Esta explosión popular siempre tiene el reflejo en el ruedo de un torero personal, capaz de llenar con su sola presencia una corrida completa. Junto a Tomás resplandecen espadas con bríos y ganas de llegar a la cumbre, ayer Daniel Luque. A veces, en el ruedo se vive una rivalidad que no puede vivirse en la realidad, porque el toro de hoy no permite más que un quite. Tomás estuvo solemne y torero en Granada; Daniel Luque fue un torero arrollador.

Los toros de Cuvillo, muchos de ellos cinqueños, no tuvieron raza, aunque su nobleza fue excepcional. Tampoco tuvieron fuerzas. Es la pega que se puede poner a este festejo granadino. Si lo de ayer ocurre con toros más serios, ahora estaríamos saltando de gozo Al menos, algunos toros, como tercero y quinto, tuvieron alguna casta y fueron elementos ideales para una tarde muy emotiva. Se indultó el sexto, bueno simplemente, pero no mejor que el quinto.

Tomás le cortó una oreja al muy flojo animal lidiado como segundo. Planteó la faena con la izquierda y le instrumentó cuatro tandas ligadas, templadas y perfectamente rematadas con los de pecho. Sólo la flojedad del animal le quitaba un punto de mérito a su labor. Por ello, y por un pinchazo previo a la estocada, el premio se quedó en una oreja.

Había cortado Luque un rabo al tercero cuando salió el quinto. Ahora la Maestranza de Granada vivió en plenitud la apoteosis de Tomás en una faena inmensa de principio a fin. Lo saludó con seis verónicas rodilla en tierra. Realizó un quite por gaoneras de un valor estremecedor. No se puede estar más quieto para torear con el toro rozando el terno torero. Y luego la faena, pero qué faena. Buen toro el de Cuvillo. Labor de trazos tomasistas desde los estatuarios del comienzo al remate. Fue una sucesión de muletazos ligados en el centro de la plaza, sin un solo enganchón, llevando al animal más allá de donde quería ir con sus fuerzas ya menguantes. Faena larga, pero no por ello de intermitencias, de forma que fue un conjunto mantenido en intensidad. Tras la estocada, dos orejas y rabo en respuesta al reto del joven torero de Gerena.

Antes, en el tercero, la plaza había sido testigo del ardor arrebatador de un torero que empuja una barbaridad. Pero no sólo empuja, también torea. Daniel Luque, brillante con el capote, realizó una faena con una primera parte de toreo clásico por ambis pitones. Así es Daniel Luque, un torero de registro amplio, que cuaja el natural y el derechazo con limpieza y buen gusto. Es una de las claves de su estilo, porque todo eso lo adoba de una valor seco y rotundo que le permite aguantar cuando hace falta y entremeter adornos bellísimos de la mejor escuela sevillana. Allí quedaron un kikirikí, uno de la firma y el de pecho para quedarse a milimetros en un desplante valeroso y señorial. Aún faltaba la traca de la serie encadenada de pases por la espalda por ambos pitones que levantaron la plaza como sacudida por un resorte. Espadazo y dos orejas y rabo.

Le quedaba el sexto. Fue otro ejemplar noble que permitió presenciar de neuvo a un torero de ansias irrefenables y de clase, como las tandas con la derecha, rematadas con pases de pecho de verdad. Los naturales fueron expresivos. Luque, crecido y sobrado, sobrevoló en Granada y volvióloca la plaza en otra tanda de pase ligados con los pies atornillados sobre el albero. Así hasta diez pases seguidos. Ahora el grito de torero, torero, antes para el de Galapagar, era un chaval que no tiene veinte años. Fue la locura. Ponía así el colofón a una tarde inolvidable de toros. Y todo ello después de que el fenómeno de Galapagar hubiera estado cumbre. lo quue añade un mayor mérito a todo lo firmado por Daniel Luque en el sexto. La gente pidió el indulto, el torero seguía, ahora por bernardinas. El público pidió y loró el indulto. Tal vez algo exagerado, pero el toro había sido buenísimo y el torero había estado a su altura.

Por delante, Javier Conde que no pasó de voluntarioso. El primero era muy endeble y apenas le pudo recetar algunos pases sueltos. El cuarto fue tan flojo como como noble. Conde quiso hacer sus cosas que fueron recibidas con las opiniones divididas. La realidad es que todo pareció muy forzado, más que nunca cuando volvió a deleitar al público con sus conocidas carreritas que ahora no tenían sentido.

La corrida se llenó de dos matadores en plenitud. Uno, José Tomás, no defraudó, pero el jovencito Luque dejó la huella de un presente arrollador. Lo ocurrido en el sexto fue absolutamente inenarrable.

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