Triunfo de El Fandi con tres orejas en una tarde populista. Tres toros buenos de El torero y un templado Rivera como nota más torera.

El Torero / El Cordobés, Rivera Ordóñez y El Fandi

Ganadería: seis toros de El Torero, desiguales de presentación y juego. Fue una corrida voluminosa con tres toros alrededor de seiscientos kilos. Cumplió en el caballo. Desarrollaron genio en la muleta los tres primeros. Fueron nobles los lidiados en cuarto y quinto lugares. El sexto, apagado.

El Cordobés: cinco pinchazos, bajonazo y dos descabellos (silencio tras aviso) y estocada caída (una oreja tras aviso).
Rivera Ordóñez: pinchazo y estocada caída (una oreja) y tres pinchazos, estocada caída y dos descabellos (saludos tras aviso).
El Fandi: estocada trasera caída y descabello (dos orejas) y pinchazo hondo y descabello (una oreja).

Plaza de Granada, 24 de mayo. El Cordobés fue asistido de una lesión en la mano izquierda pendiente de estudios posteriores. El Fandi salió a hombros.

Carlos Crivell.- Granada

La presencia de David Fandila en su tierra natal sobrepasa lo estrictamente taurino. Es preciso acudir a Granada para ver a Fandila en su salsa; hay que sentarse en el tendido y comprobar cómo aficionados muy estrictos pierden los papeles a la hora de juzgar a su torero. El Fandi tiene un reto en su plaza. Excepto en una corrida celebrada hace varios años con reses de Pablo Romero, en todas las demás ha logrado abrir la Puerta Grande. Es una responsabilidad, pero lo tiene fácil el torero, porque su público le adora y todo premio para el diestro del barrio de La Cruz le parece poco, de forma que esa marca increíble la podrá superar hasta cifras desorbitadas. Granada, en cuestiones taurinas, sólo vive para El Fandi.

Esta comunión entre un torero y la ciudad es muy bonita, pero tiene algunos problemas. Después de ver corridas como la ayer en la Maestranza granadina, la credibilidad sobre estos triunfos se tambalea. El amor por el torero no tiene límites y acaba convertido en fanatismo. En este festejo, David se ha entregado por completo, como hace siempre, y se ha llevado tres orejas, que en realidad son la consecuencia de la pasión del público para su figura.

Si además se completa un cartel de tipo populista como el de ayer, que reúne en los tendidos a personas poco entendidas en la materia, se tienen ya algunos de los datos que explican algunas cosas ocurridas en esta corrida. Ninguno de los tres matadores anunciados tienen la culpa del comportamiento de la masa, alejado de lo que siempre se ha considerado un público de toros, pero contribuyen con algunos gestos y actitudes para que el gentío se encrespe. Así ocurrió cuando el presidente le negó una segunda oreja a El Cordobés en el cuarto. Los insultos a coro hay que cortarlos de raíz y los primeros que deben evitarlos son los matadores.

De la corrida de El Torero, tres con problemas, los tres primeros, sobre todo por el genio que desarrollaron, y tres nobles con mención especial para cuarto y quinto.

El Cordobés tropezó en primer lugar con un toro que cabeceó siempre en su muleta. La faena no tuvo ningún ajuste. El toro pasó siempre a considerable distancia del torero gracias a unos toques muy violentos. En un descuido el astado lo prendió y salió con la mano izquierda lesionada. No estuvo afortunado con la espada. El cuarto fue un buen toro. Manuel Díaz pudo enjaretar algunas tandas con la diestra más voluntariosas que otra cosa. Cuando instrumentó su salto de la rana la plaza se conmovió. Luego llegó la tremenda bronca al palco, que sólo le premió con una oreja.

Rivera Ordóñez puso banderillas en sus dos astados. No anduvo afortunado en el segundo y mejoró mucho en el quinto. Estuvo toda la tarde con muchas ganas. Recibió al segundo con una larga cambiada y toreó con temple a la verónica. La faena fue una lucha contra una embestida brusca y descompuesta. Animó al personal de rodillas y se llevó una oreja muy generosa.

En el quinto ofreció una versión mucho más torera. De nuevo se lució con el capote. Se lo brindó a El Fandi. Este toro fue muy noble y la faena de Francisco fue templada y con detalles muy toreros. En la parte fundamental, Rivera Ordóñez fue un torero serio y solvente, lo prpopio de un profesional de tan dilatada carrera. Acabó con efectos especiales para la masa y marró con la espada.

El Fandi cortó dos orejas al segundo y una al sexto. Estuvo variado con el capote, con mención especial para un galleo de frente por detrás al sexto. El tercero fue un toro reservón y sin entrega. El Fandi se vació para triunfar, lo dio todo, aunque no pudo ligar pases de calidad. La nota dominante de su faena fue la velocidad de los muletazos; todo muy acelerado. Fue una labor larga, trabajada, casi agotadora, que también tuvo un postre tremendista. Sin matar bien le dieron dos orejas. Ese mismo presidente que luego fue capaz de negar una segunda oreja a El Cordobés, no tuvo el aguante preciso para dejar el premio en una oreja.

El sexto se lo brindó a sus compañeros de cartel. En uno de sus buenos pares de banderillas -ayer El Fandi anduvo con los palos a un nivel superior-, sufrió un pisotón del animal de seiscientos kilos. Quedó resentido y se notó en una labor muleteril rápida con pases sobre la derecha y un desplante de rodillas. Ahora le dieron una oreja.

Este tipo de corridas son otra historia. Es verdad que sale un toro, como en las demás, con su evidente peligro, pero la respuesta popular y la actitud de los matadores para lograr el fervor del tendido no tiene nada que ver con la torería de siempre. Sin embargo, ver a David Fandila en su salsa es todo un acontecimiento, ciertamente poco taurino, pero un suceso.

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