En la primera de Colombinas salieron a hombros El Fandi y Talavante, pero el que estuvo más entonado fue el de Granada en una tarde variada y plena de entrega. Talavante, irregular y pésimo el Cordobés

Martelilla / El Cordobés, El Fandi y Alejandro Talavante

Seis toros de Martelilla, quinto y sexto con el hierro de Casa de los Toreros, correctos de presencia y de juego variado. El primero y el cuarto, rajados. Excelente por casta y nobleza el segundo. Nobles, el tercero y el quinto. Encastado, el sexto.

El Cordobés: estocada trasera (silencio) y estocada trasera y descabello (saludos tras aviso).
El Fandi: estocada (dos orejas) y estocada y dos descabellos (saludos).
Alejandro Talavante: estocada (una oreja) y estocada corta y dos descabellos (una oreja)

Plaza de Huelva. 1ª de Colombinas. Casi tres cuartos de plaza. Saludaron en banderillas El Chano y Domingo Valencia. El Fandi y Talavante salieron a hombros por al Puerta Grande.

Carlos Crivell.- Huelva

La tarde tuvo un protagonista absoluto en la figura de El Fandi, que supo estar casi a la altura de un toro de gran calidad de Martelilla. Todo lo que hizo el de Granada fue un compendio de entrega, variedad y, en ocasiones, de buen toreo. Es cierto que este torero no es un privilegiado en cuanto a lo que considera calidad. Sin embargo, es justo proclamar que su tarde en Huelva ha sido de lo mejor que uno le recuerda.

Además de estar bien Fandila, ocurrió que no tuvo apenas competencia en la plaza, debido a las notables carencias de sus compañeros de cartel. El toro segundo de Martelilla fue el mejor de un encierro muy desigual de Gonzalo Domecq. Ni abundaron las fuerzas ni la raza. El mismo toro segundo apenas pasó por el picador. El Fandi pidió el cambio antes de que el animal fuera picado. Por desgracia, parece que no hará falta acudir a Las Vegas para presenciar una corrida incruenta.

El Fandi se lució con el capote, realizó un tercio de banderillas a su nivel habitual, es decir clavando a toro pasado, y se templó mucho con la muleta en tandas mejores de lo que acostumbra este matador de toros. Había comenzado con una tanda limpia de derechazos de rodillas en el centro del ruedo que fue alta emoción. Tenía delante un toro bueno, repetidor y noble, por tanto no cabía esperar otra cosa del granadino. Acabó con circulares y torero en cercanías para matar pronto. Dos orejas muy benévolas, pero que ponían el acento a una faena distinta a las que nos obsequia cada tarde.

El quinto fue un toro noble de poco recorrido. Se lució tres pares de mejor reunión y de gran espectacularidad. En la muleta sacó su oficio en una faena vistosa sin apenas profundidad que remató de una estocada defectuosa que le obligó a descabellar y le quitó premio.

Alejandro Talavante cortó una orejita al tercero. Muchos no entendían bien las causas por las que paseó un trofeo el extremeño. El toreo lánguido de Talavante apenas se pudo entrever en una tanda de naturales soltando mucha muleta. Todo lo demás, un concierto de rutina y monotonía desesperante. Tal vez la oreja se le concedió porque la estocada, a cámara lenta, fue buena.

El sexto fue otro toro noble. Talavante mejoró ahora su labor gracias a la calidad del Martelilla. Comenzó con estatuarios y siguió con derechazos limpios pero con mínimo ajuste. El toro se vio mucho más que la infinidad de pases del diestro. Su toreo careció de la emoción precisa, que nunca puede llagar cuando el animal pasa a más de un metro del cuerpo del torero. Acabó con las bernardinas de rigor que calentaron algo al tendido para lograr el trofeo y la salida a hombros.

A veces no es grato hablar de asuntos alejados del toreo. El paso de Manuel Díaz por la plaza de La Merced no fue el mejor que debe esperarse de un torero. Vaya por delante que se llevó el lote de menos posibilidades. Ambos acabaron rajados en tablas. No pasó de discreto con el que abrió plaza.

El número que no tiene explicación es lo que pasó en el cuarto, otro toro rajado. Se preocupó de buscar la complicidad del público con gestos y detalles de escaso interés taurino, como tirar del rabo al toro y volver a brincar como un poseso en el llamado salto de la rana. Así consiguió que público estallara en amplias risotadas. Y cuando un torero provoca risas, mal asunto. De toreo serio, nada. Pases distanciados, tirones y una imagen que empeora todo lo que ha realizado hasta ahora, que no es mucho.

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