Cuatro orejas cortó Perera en una demostración de sitio, formeza, valor y temple, Al mismo tiempo, Morante dio un verdadero mitin de los que siempre. ponce, mal sin paliativos.

La Dehesilla / Enrique Ponce, Morante y Miguel Ángel Perera

Cuatro toros de La Dehesilla y dos de Pereda –segundo y cuarto-, justos de presencia, bajos de raza y fuerzas y de juego variado. Mal presentados segundo y sexto. Fue bueno el tercero. Segundo y quinto, complicados. Descastado y noble, el sexto.

Enrique Ponce: media trasera y ocho descabellos (silencio) y estocada muy baja y descabello (una oreja tras aviso).
Morante de la Puebla: cuatro pinchazos y media baja (palmas tras dos avisos) y estocada trasera y baja (pitos).
Miguel Ángel Perera: estocada desprendida (dos orejas) y estocada (dos orejas).

Plaza de Huelva. 2ª de Colombinas. Casi lleno. Perera salió a hombros por la Puerta Grande.

Carlos Crivell.- Huelva

Fue una corrida de fuertes contrastes, Porque lo fue ver a Morante perdido toda la corrida y contemplar el poderío y el temple de un torero como Miguel Ángel Perera, que con una seguridad pasmosa dio una gran tarde de toros. Y como remate, la presencia de Enrique Ponce en tarde desafortunada y que fue premiado con un trofeo que un espada con su veteranía nuca debió aceptar. Lo que pasa es que el palco de La Merced no tiene un presidente, más bien allí se sienta un señor que no quiere problemas.

Pero lo importante fue la tremenda demostración de Perera. Su tarde queda en los anales de la plaza como un ejemplo. Recibió al tercero con lances a pies juntos y realizó un quite espectacular por la variedad y el temple. Cinco pases por alto y una faena intensa, basada en la mano derecha, con temple, mando y valor. El final con su clásico arrimón y las bernardinas acabaron por enloquecer a la plaza, La estocada, bajita, dio paso al delirio y dos orejas que en esta plaza se antojan totalmente lógicas.

Cuando la noche ya había caído sobre Huelva –los festejos comienzan demasiado tarde-, el sexto fue otro punto culminante del triunfo del extremeño. Hasta un quite tan vulgar como las tafalleras fue emocionante por lo cerca que se pasó al de La Dehesilla. El toro fue desigual, aunque cuando se pisan esos terrenos todos los toros acaban por embestir. Todo fue intenso, las espaldinas del comienza, los pases sobre la derecha sometiendo un embestida algo descompuesta y los naturales, de trazo muy largo, trot a milímetros, para acabar con su enorme demostración de valor y seguridad. Perera arrolló a su paso por La Merced.

Para Ponce no fue una buena tarde, a pesar de que tiene bula en esta plaza. El primero fue un toro manso y flojo. Poco que objetarle al maestro valenciano que no pudo meter en la muleta a un toro poco agradable.

Con el quinto, toro que no humilló ni repitió muchas embestidas, apareció el torero reiterativo y cansino. En su faena hubo de todo, hasta un desarme. También instrumentó algunos muletazos de torero capaz porque lo cosió a su muleta, aunque al final recurrió a los zapatillazos. Fue avisado antes de matar, algo que hizo muy mal y aún así la alegre plaza onubense le regaló una oreja que nunca debió pasear por el anillo. El palco, en otro alarde de incompetencia, le perdonó el segundo aviso.

El contraste total lo ofreció Morante en una tarde de petardo de artista de toda la vida. Todo fue cuesta abajo para Morante en Huelva. En la faena al primero empezó todo con buen aire, porque con un animal mirón y distraído aguanto en una primera tanda prometedora. Pero fue una ilusión fugaz. Ordenó que cesara la banda y se hundió su corrida. Pasó fatiguitas de muerte para matarlo y a punto estuvo de ver como se le iba vivo al corral.

Pero lo del quinto fue ya un mitin en toda regla, propio de los mejores artistas de todos los tiempos. Simplemente no quiso ni verlo y provocó las iras del respetable. Se podrá decir en el futuro, parafraseando lo de Cagancho, que alguien estivo tan mal como Morante en Huelva.