Ventura salió a hombros, pero la gran faena de la corrida la realizó Hermoso de Mendoza en el segundo, un toro de bandera. Las Colombinas comenzaron con una de rejones a medio gas.

Plaza de Huelva, 31 de julio de 2010. 1ª de Colombinas. Seis toros de Luis Albarrán, desiguales de presencia y juego. El segundo fue excepcional para el toreo a caballo. El resto, a menos y rajados al final. Más de tres cuartos de plaza. Diego Ventura salió a hombros por la Puerta Grande.

Fermín Bohórquez: vuelta al ruedo y saludos.
Hermoso de Mendoza: saludos y saludos.
Diego Ventura: una oreja y una oreja

Carlos Crivell.- Huelva

La lidia del segundo de la tarde fue uno de los momentos más bellos que pueden presenciarse en una corrida de rejones. En el ruedo se unieron un toro de bandera y un caballero de leyenda. El balance final fue simplemente de saludos. No importa en estos casos que no haya trofeos, aunque muchos sólo valoran los hechos de la plaza por el número de orejas.

El toro de Albarrán, llamado Montuno, embistió con cadencia, codicia y casta. No es habitual que un toro de rejones tenga tantas cualidades. Fue el perfecto molde para que Hermoso de Mendoza lograra la cumbre en una lidia llena de matices. Paró al burel de manera prodigiosa con Dalí, siguió a lomos de Chenel en quiebros inexplicables por la precisión milimétrica, también surgieron las carreras a dos pistas con recortes en un metro que pusieron en pie al tendido, para finalizar con Ícaro, el caballo que habla con los toros. Todo perfecto, salvo la suerte suprema, motivo por el que una labor tan rematada se quedó sin premio. El toro merecía la vuelta al ruedo, pero el nuevo presidente de La Merced no se atrevió a sacar el pañuelo azul.

El resto de la corrida de Albarrán no fue nada brillante. El quinto fue de los que simplemente se dejó. Hermoso estuvo ahora más rutinario con caballos nuevos, como Pata Negra y Van Gogh, todo muy pulcro, pero culminando las suertes con más velocidad de la cuenta. Ahora fue el descabello quien dejó al navarro sin premio.
Abrió la terna un día más el jerezano Bohórquez, que estuvo siempre torero y voluntarioso con un lote poco propicio. Así, el que abrió la tarde, tan quedado y reservón que parecía enfermo, se fue a las tablas y su lidia fue premiosa y compleja. Alguna banderilla fue de buena ejecución, pero al conjunto el faltó emoción. El cuarto fue mejor toro. Fermín toreó con limpieza y buenos conceptos en otra faena algo fría, a pesar de la temperatura ambiente.

En la competencia que mantienen Hermoso y Ventura, y teniendo en cuenta el número de orejas, ganó Diego Ventura. La faena de Hermoso al segundo fue la cumbre del festejo. La labor de Diego, como siempre, fue un modelo de entrega y vistosidad.

Al tercero lo paró con maestría y dominio sobre Maletilla, siguió con las banderillas de Nazarí y acabó con los cites con balanceo sobre Ribatejo. Una labor compacta y maciza, rematada a la primera y que el valió cortar la oreja.

A la salida del sexto, el comentario de la plaza estaba centrado en la extrañeza de que en una corrida de rejones sólo se hubiera cortado una oreja. Esta evidente que el juego de la corrida de Albarrán tenía parte de culpa, igual que el mal uso de los rejones de muerte. Ventura volvió a estar centrado en una labor en la que sacó muchos caballos. Entre ellos, el llamado Revuelo, posiblemente el más completo de cuantos pisan hoy las plazas de toros. Ventura estuvo animoso, colocó banderillas, alardeó con los balanceos de Ginés y dominó al toro con Califa en el tercio final. La muerte la ejecutó en la penosa suerte del rejón con doble empujón, algo muy feo y nada torero, que no fue ningún problema para que le concedieran otra oreja, premio suficiente para abrir la Puerta Grande sin gran motivo. Ni las mulillas pudieron lograr el segundo apéndice. Para el recuerdo, un toro de rejones de bandera.

Foto. Gilberto (Ambitoros)

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