Un sobrero encastado de Torreherberos, lidiado en tercer lugar por César Jiménez sobresalió en un festejo con tres hierros y toreros  medio gas. Destacó Uceda en una estocada y Barrera en uan elegant faena al noble cuarto de Camacho.

Camacho y Torreherberos / Vicente Barrera, Uceda Leal y César Jiménez

Dos toros de Rocío de la Cámara (1 y 5º), dos de Carmen Camacho (2 y 4º) y dos de Torreherberos (3ª bis y sexto). Desiguales de presencia. Manso, el primero de Rocío de la Cámara. Manejables los de Camacho y el cuarto. Encastado y bravo el tercero, un sobrero de Torreherberos jugado por uno descoordinado de Cortijo de la Sierra. El sexto, reservón.

Vicente Barrera: tres pinchazos, estocada y dos descabellos (silencio tras aviso) y pinchazo y descabello (una oreja).
Uceda Leal: estocada (una oreja) y media estocada, pinchazo y descabello (saludos).
César Jiménez: pinchazo y media estocada (saludos) y pinchazo y estocada honda (palmas).

Plaza de Jaén, 2ª de la Feria de San Lucas. Un cuarto de plaza. Saludaron en banderillas Víctor Hugo y Jesús Arruga.

Carlos Crivell.- Jaén

Entre las grandes frases toreras de la historia, la mayoría con la patente de Guerrita. El Gallo y Belmonte, hay una de éste último que viene bien para lo que pasó en la corrida de Jaén. Es la que se refiere al novillero que le dijo a Belmonte el día antes de su debut en Sevilla que deseaba que le saliera uno bravo para que la gente le viera torear. Y Belmonte le dijo aquello tan célebre: “Pídele a Dios que no te salga uno bravo”.

En esta corrida que abría el ciclo final de Jaén, con reses de tres ganaderías, salió el tercero descoordinado y en su lugar apareció un sobrero de Torreherberos, correcto de presencia, corniabierto y el pitón derecho escobillado. El animalito tomó una vara con bravura y fue una máquina de embestir, hasta el punto de que un matador tan curtido como César Jiménez pasó grandes fatigas para poder lidiarlo. En realidad, el toro se quería comer una muleta que no era capaz de templarlo ni mandarlo. Se ponía de manifiesto, nuevamente, que algunos toreros no están para el toro encastado. Y que casi siempre el toro pone a cada espada en su sitio.

César Jiménez es un torero joven que viene de vuelta. Ha toreado mucho, ha tenido siempre muchas prisas, y ahora que su cartel se ha venido abajo se descubre que esa situación a la baja tiene su explicación en su estilo torero, porque sigue toreando con muchas prisas y porque no es capaz de templar a uno que salió queriendo una muleta mandona y poderosa. El sobrero de Torreherberos fue una fiera, probablemente llegó crudo al final, pero no le dio respiro a su matador que acabó agobiado.

César Jiménez se fue de vacío de Jaén. El sexto, del mismo hierro, fue un animal distinto, Más reservón, nunca se entregó en la muleta. Ahora Jiménez sacó recursos para dejar muletazos con la figura envarada y siempre muy eléctricos. El fallo con la espada le impidió pasear algún trofeo.

Del resto del festejo tres detalles. El elegante trasteo de Vicente Barrera al cuarto. No pudo hacer nada con el muy manso primero, al que mató como pudo, pero se resarció con el noble astado de Camacho lidiado en cuarto lugar. Comenzó con estatuarios y siguió con una faena que tuvo una primera parte elegante en los derechazos verticales, templados y solemnes. Bajó con la izquierda, pero sobresalió el talante del valenciano.

Otro detalle fue la estocada de Uceda al primero de su lote. Fue otro astado manejable de Camacho al que le hizo una faena discreta, sobre todo porque dejó la muleta muy atrasada y proliferaron los enganchones. El buen porte de Uceda tapó estos problemas. La estocada fue perfecta, propia del madrileño.

El tercer detalle fueron las verónicas del mismo Uceda al quinto, Jugó los brazos con ritmo y cadencia en cinco lances preciosos. La faena fue tesonera aunque sólo al final se pudo relajar en una tanda en la que provocó a un toro de Rocío de la Cámara noble y justo de fuerzas. Ahora no mató bien, incluso hubo un detalle curioso porque después de media estocada, y con el toro muy quebrantado, volvió a entrar a matar, cuando lo lógico era usar el descabello. En ese sentido, Uceda fue un torero honesto.

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