Castella animó una tarde aburrida en Jerez, en parte por la sosería de los toros de Juan Pedro Domecq, en parte porque Ponce anda de vuelta, El Fandi ya no sorprende y sólo Castella se expresó con más entrega.

Domecq / Ponce, El Fandi y Castella

Plaza de Jerez. 2ª de la Feria del Caballo. Media plaza. Seis toros de Juan Pedro Domecq, justos de presencia, descastados y nobles. Minuto de silencio en recuerdo de Juan Pedro y las víctimas de Lorca. El Fandi y Castella salieron a hombros.
Enrique Ponce, de grana y oro, estocada caída (saludos). En cuarto, pinchazo y estocada desprendida (silencio).
El Fandi, verde papagayo y oro, estocada (una oreja). En el quinto, estocada (una oreja)
Sebastián Castella, de negro y oro, tres pinchazos y estocada (saludos). En el sexto, estocada (dos orejas)

Carlos Crivell.- Jerez

Media plaza en Jerez con Ponce, El Fandi y Castella. Se encienden las alarmas, auque vistos los contenidos del espectáculo, así como el cartel del mano a mano de hoy mismo, se comprende que el público no acuda en masa. La corrida fue de escasos argumentos, al margen de las orejas cortadas.

Fue una corrida aburrida y un lote de Juan Pedro a tono. Del encierro presentado, correcto de hechuras, en tipo como dicen los taurinos, sólo el quinto llegó a la muleta con algo de chispa. La nota dominante fue la falta de bríos enmascarada en una nobleza cansina que no emociona.

El paso de Enrique Ponce por Jerez ha sido preocupante. El que mató en primer lugar hubiera sido una piedra de toque excelente para el de Chiva en otro tiempo. Toro bondadoso sin vida, que embiste una y otra vez a la muleta. Ponce toreó con el mando a distancia. Es imposible interesar si el animal pasa a más de dos metros de la anatomía del torero. El público asistió a la faena como si estuviera en misa.

El cuarto lo brindó al público en un alarde de mala vista. Este toro no valía una peseta. Se paró y Ponce lo citó mil veces i poder darle más que algunos pases regulares. Mala imagen.

El Fandi cumplió su parte del espectáculo con sus dos largas cambiadas, los lances del saludo y sus pares de banderillas a toro pasado. El segundo se movió a media altura y David lo toreó con prisas y una estudiada rutina, aderezada por algunos naturales de mejor corte y de mayor templanza, además los inevitables molinetes y los rodillazos. Espadazo contundente y oreja del saldo.
Pero la oreja del quinto fue de mercadillo malo. El citado astado, un precioso jabonero, se movió con más alegría. Al torero eso no le importó para enjaretarle su faena de pases rápidos en tandas muy cortas. Otro espadazo y una oreja sin petición suficiente.

Castella fue el más torero de la terna. En el primero de su lote hizo una buena faena, presidida por la quietud y el temple. Fue el Castella puro con medio toro. La labor del francés prendió mucho más en los circulares y en las cercanías, aunque no es despreciable la faena anterior por el mencionado temple. Todo quedó en nada ante una sucesión de pinchazos que le dejaron sin premio.

Comenzó de forma brillante la faena del sexto con los pases por la espalda. El animal se rebrincó mucho en la muleta, pero Castella anduvo más voluntarioso que depurado, siempre tratando de aunar la templanza con la espectacularidad. El animal fue simplemente manejable y Castella se entregó en una faena inconexa y entusiasta. Acabó con circulares, desplantes y hasta desarmes. En ambiente festivo cortó dos orejas, la segunda de verbena.

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