Tarde cumbre de toreo de Morante y Manzanares en la 3ª de Jerez de la Frontera. Buena corrida con reparos de Cuvillo y una faena enorme a un gran toro del alicantino. Morante, arrebatado y genail, puso banderillas al quinto. Una corrida inolvidable

Núñez del Cuvillo / Morante y Manzanares

Plaza de toros de Jerez. 3ª de Feria. Casi lleno. Seis toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presencia, tercero, cuarto y sexto más terciados, de buen juego en general, sobre todo el primero y el soberbio cuarto, premiado con la vuelta al ruedo. Saludaron Trujillo, Blázquez y un inmenso Curro Javier. Morante y Manzanares salieron a hombros por la Puerta Grande.
Morante de la Puebla, de fucsia y oro, estocada (una oreja). En el tercero, pinchazo y estocada (saludos). En el quinto, estocada (dos orejas).
José María Manzanares, de lirio y oro, estocada (saludos). En el cuarto, estocada en la suerte de recibir (dos orejas y rabo). En el sexto, pinchazo y estocada (una oreja).

Carlos Crivell.- Jerez

Estaba escrito que en Jerez tenía que suceder algo grande en el encuentro de Morante y Manzanares, los guardianes de eso que hemos dado en llamar el arte del toreo. Tenía que pasar algo grande, porque además se anunciaban los toros de Cuvillo, en la cresta de la ola después del indulto. La corrida fue una sucesión de bellezas toreras, detalles inolvidables, momentos preñados de la grandeza del toreo.

La cosa no empezó muy allá que digamos. El primero de la tarde fue bueno con su punto de chispa incómoda. Morante bordó el toreo a la verónica majestuosa ganando terreno en cada lance. La faena fue un prodigio en destellos fulgurantes de la mejor tauromaquia del torero de La Puebla. Tandas con la derecha hundiendo el mentón y bajando la mano. La faena no alcanzó los vuelos previstos porque el animal acabó parado.

Manzanares tropezó con el malo de la tarde, el segundo del festejo, toro que le apretó por los dos pitones y al que apenas pudo dar pases sueltos. La corrida no levantaba el vuelo. Tampoco el segundo de Morante fue esa piedra de toque precisa para el alboroto. Toro chico y de poca raza, al que le dio pases buenos sin redondear. Toreó mucho en las pausas sin que el toro embistiera. Era el tercero, quedaban tres en los chiqueros y la corrida no había roto.

Y rompió, vaya sin rompió. El cuarto fue un gran toro, de embestida suave, repetidora, la que necesitaba Manzanares para escribir otra página de oro del toreo. No se puede torear más despacio, con más ritmo ni con más sentimiento. Toro bueno, suavón, con la raza suficiente para ser la piedra de toque de una faena majestuosa. Si hablamos de temple, todo el del mundo; si es de estética, la mayor que imaginarse pueda; de mando, a raudales; y mucha ligazón para conformar una obra que llevó la alegría y el alboroto al tendido. Clamor que fue la locura cuando Manzanares citó en los medios en la suerte suprema para matar recibiendo y enterró la espada en el hoyo de las agujas. Obra redonda, locura en la plaza y las orejas y el rabo para este alicantino con aires sevillanos.

Morante salió entregado en el quinto. Toreó a la verónica como pocos han interpretado el lance fundamental. Despliegue de brazos al aire, capote volando a compás, muñecas rotas, cintura con un cimbreado especial, todo fue armonía. Y puso banderillas con soltura, pero con un tercer par al quiebro que queda escrito en la historia de la plaza.

Se puso de rodillas para comenzar la faena. El toro no quiso colaborar del todo, se fue quedando corto, pero Morante sacó fibra, orgullo y torería en una faena de redondos, trincherillas, de la firma y naturales, de todo para llegar al final, cuando el artista remató su tarde con una estocada perfecta. No fue el faenón esperado, fue una obra valiente y arrebatada, la que le exigía lo realizado por Manzanares en el cuarto.

El sexto se llama ‘Idílico’, como el toro indultado por Tomás en Barcelona. Manzanares, como si lo tuviera que ganar todo en la tarde, lo recibió con una larga de rodillas. En banderillas la plaza vivió un momento único con la lidia soberbia de Curro Javier, cada capotazo fue un monumento. Manzanares toreó a este astado que le buscó las vueltas al torero por su brusquedad y la forma de revolverse. Manzanares echó manos de su técnica para rematar la corrida. Pase a pase logró conducir al de Cuvillo, que acabó sometido al toreo del alicantino, aunque no faltaron momentos de angustia. Se fueron a hombros en clamor; la plaza salió toreando. Con estas corridas, la Fiesta se va a los cielos.

Fotos: J.F. Ferrer y  Álvaro Pastor Torres

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